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PANORAMA ECONOMICO
Por Alfredo Zaiat

Pisa pisuela

Los bancos tuvieron como interlocutor privilegiado al jefe de Gabinete, Chrystian Colombo. Al fin y al cabo, antes de estar en el Gobierno era uno de sus pares, al trabajar en el Banco Macro. Colombo, a la vez, mantiene excelente relación con el nuevo presidente provisional del Senado, el justicialista Ramón Puerta, y virtual vicepresidente de Fernando de la Rúa. Cuando fue gobernador de Misiones, Puerta fue el que privatizó el banco provincial. El comprador de la entidad fue el Banco Macro. Uno, Colombo, y el otro, Puerta, lideraron en los dos últimos días de la semana los acontecimientos más explosivos. El primero siendo el interlocutor del Gobierno de la desesperación de los bancos ante la fuga y proponiendo en consecuencia una de las D malditas: Depósitos congelados. El segundo, quedando en la línea de sucesión presidencial, instalando otra D inquietante, pero en este caso política: Débil De la Rúa. Domingo Cavallo mantiene la ilusión de que presentando una serie de buenas noticias, como el canje de más de 50 mil millones, puede frenar la corrida, que ayer se llevó 1000 millones, según estimaciones de los propios banqueros. Y esa es la interna que mantuvo ayer a lo largo de la jornada para esquivar la presión de los bancos por pisar los depósitos. La amenaza de los banqueros fue contundente: algunas entidades, incluso extranjeras, adelantaron que no abrirían las puertas el lunes. Como era de esperar, los bancos ganaron esa partida.
Entre los banqueros existe esa percepción de fin de juego; de agotamiento de una etapa, sin tener en claro qué parirá el nuevo ciclo. Con esa incertidumbre, muchos se abrazan a la alternativa de la dolarización como la última balsa en medio del naufragio. Algunos, en cambio, saben que esa opción ya no sirve, que podría haber tenido alguno efecto en otro momento, pero no ahora con una fuga de capitales incontrolable. El sistema financiero está crujiendo, al borde del colapso, proceso que la dolarización unilateral, sin el apoyo de Estados Unidos, no detendría, sino que se correría el riesgo de acelerar ese deterioro, como explicó didácticamente Roberto Frenkel en un reciente artículo. En un escenario de fuga, los ahorristas quieren verificar y encontrarle buen resguardo a sus fondos, prevención que se potenciaría al desaparecer las reservas del Banco Central ante la sustitución por dólares de los pesos en circulación. Proceso que tendrá la velocidad de la dinámica que asuman ahora los restringidos movimientos bancarios. Pero lo cierto es que las reservas alcanzan para el dinero en manos del público, pero son insuficientes para cubrir la totalidad de los depósitos en pesos. La persistente huida del dinero de los bancos está desmoronando una estructura que en los ‘90 se extranjerizó y concentró con la cándida creencia que así se evitarían las periódicas corridas.
Esta fuga, que ayer se aceleró porque incluyó al pequeño ahorrista que se zambulló sobre los cajeros automáticos para sacar lo que podían, deja al descubierto la ¿ingenuidad? de aquellos que pensaban que con bancos extranjeros dominando el sistema no habría corrida. La idea era que esas entidades contaban con un prestamista de última instancia mucho más poderoso que el propio Banco Central. Y que acudirían a auxiliar a sus filiales cuando éstas lo necesitaran, como en este caso. En estos días de crisis, las casas matrices de esos bancos informaron que no girarán ni un dólar a la Argentina para atender los depósitos de sus clientes. Así, los bancos quedaron sin red de contención y, por lo tanto, vulnerables a una intensificación de una corrida, como sucedió ayer.
Este manotazo de ahogado de pisar parcialmente los depósitos, como mucho de lo que hace este Gobierno, generará más confusión que tranquilidad. Esa dolarización de créditos y depósitos a plazo fijo sólo traerá más incertidumbre. Se busca un evento contundente para recuperar la confianza de los depositantes. Pero así sólo se esquiva encarar decididamente la crisis. Y por lo tanto, su superación se demorará. El objetivo, en realidad, es salvar a los bancos, del mismo modo que lo fue el canje de deuda.
El trueque de 50 mil millones de dólares de bonos desvalorizados por préstamos garantizados tomados al ciento por ciento ha sido un acto de servicio de Domingo Cavallo para salvar al sistema de la quiebra. Lo más probable es que los bonos que queden se declaren en default y sean trocados por otros con quita de capital y a una tasa más baja del Canje Fase I. Aunque no se sabe si esa operación de maquillaje contable alcanzará para eludir el crac. Al ritmo de salida de capitales de esta semana, uno de los abogados más importante de la city apuntó que seguir con la puertas abiertas para los depósitos iguala a la sociedad argentina a una de esas sectas que se suicidan colectivamente ante la promesa de un paraíso venturoso. Al final de esa historia, el país se queda sin reservas con bancos que se convierten en cáscaras vacías y un aparato productivo paralizado. En ese contexto, la salida de la crisis no pueden ser de otra forma que descontrolada y con mayor costos si no se toman medidas, que también son costosas pero que buscan minimizar daños, que a esta altura no se puede evitar. Esas medidas no son otras que la reprogramación de los vencimientos, la autorización a pequeños retiros parciales y a las posibilidad de hacer todos los giros que se quiera pero dentro del sistema, sin sacar el dinero de los bancos. Este es el camino que el Gobierno va a transitar pero no por convicción, sino por exigencia de los bancos. Y medidas parciales tomadas a la desesperada terminan generando más daño.
Del mismo modo que los tenedores de bonos aprovecharon tasas astronómicas pagadas por el Estado y se enfrentan ahora a un virtual default, los ahorristas que dejaron su dinero tentados también por tasas elevadísimas se encontrarán con que no pueden recuperar inmediatamente su capital. Nadie podrá sorprenderse: esta crisis bancaria es una de las más anunciadas de la historia.


 

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