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GALEANO PEDIRIA UNA CAPTURA INTERNACIONAL
Diplomático iraní en la mira

El juez consideraría a Moshen Rabbani posible coautor del atentado a la AMIA. Se basa en lo dicho por un testigo secreto.

Moshen Rabbani, ex agregado cultural de Irán en Argentina.
Galeano piensa acusarlo. Parece
no tener muchas pruebas.

Por Adriana Meyer

Irán y sus funcionarios vuelven a ser el eje de la persecución penal argentina por el atentado contra la AMIA. El juez federal Juan José Galeano estaría a punto de pedir la captura internacional del ex agregado cultural iraní en Buenos Aires, Moshen Rabbani, como presunto coautor del ataque terrorista que destruyó la mutual judía en 1994 y terminó con la vida de 85 personas. Lo hará a través de una resolución que se conocería antes de fin de año. Fuentes judiciales consultadas por Página/12 especularon con que las recientes declaraciones tomadas en el exterior por el magistrado reforzarían los elementos que hacen sospechoso a Rabbani. Pero todo indica que no hay nada demasiado contundente contra el diplomático.
“Sospecha para indagarlo hay, pero quizá no sea suficiente para condenarlo”, opinó ante Página/12 una fuente de la fiscalía que se mostró de acuerdo con los próximos pasos del juez. Además, Galeano solicitaría a Interpol la captura internacional del secretario general del Hezbollah en tiempos del ataque, Hassan Nasrallah, y de Ali Akbar Velayati, ex canciller de Irán. Ambos fueron nombrados por el famoso testigo “C”, un ex miembro de la inteligencia iraní que vive refugiado en Alemania. “Los dos son nombrados también por otros disidentes como quienes dieron la orden de ejecutar el atentado y seleccionaron el blanco”, explicaron fuentes mencionadas por la agencia Télam. El funcionario consultado por este diario especuló con que los testimonios recogidos por Galeano en Estados Unidos y Francia hace un mes corroborarían los dichos de “C”.
El gobierno iraní negó en forma oficial la autoría del atentado, pero los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel siempre insisten en culpar a ese estado por la masacre. Alineado, el ex canciller menemista Guido Di Tella “invitó” a Rabbani a no regresar al país en ocasión de un viaje al exterior del sospechoso. “Nos llama la atención que no lo haya convocado cuando Rabbani estaba acá, porque el diplomático no necesariamente se hubiera amparado en su inmunidad”, comentó el abogado de Memoria Activa Pablo Jacoby.
Además de las pruebas ya conocidas que supuestamente lo involucran –como las fotos que la SIDE le habría sacado a Rabbani preguntando precios de camionetas Trafic usadas, el mismo vehículo usado como coche-bomba, y algunas llamadas telefónicas– se sumó la declaración de un testigo argentino de identidad reservada, denominado “B”. Según Télam, este hombre “era un lobbista argentino que trataba con Irán por temas de venta de carne” y aseguró que después de la explosión de AMIA fue a entrevistarse con Rabbani y tuvo que esperarlo en la antesala de la agregaduría cultural de la Embajada de Irán. Allí dijo haber escuchado a una mujer que recriminaba al iraní: “Esto te pasa por meter en el medio a gente como Telleldín, estamos en un quilombo terrible”. Y Rabbani habría contestado: “Yo a Telleldín lo manejo”.
Cruces telefónicos demostraron que la tarde del domingo 10 de julio de 1994, día en que el acusado Telleldín entregó a policías bonaerenses la Trafic, desde la embajada de Irán se llamó a una oficina de inteligencia del Líbano. Además, el viernes 15 de julio de ese año a las 18,15 se detectó un llamado del celular de Rabbani a la Embajada realizado en un radio de diez cuadras del estacionamiento “Jet Parking”, el lugar a 300 metros de AMIA donde a las 18.30 de ese día se dejó la Trafic ya cargada con 300 kilos de explosivos. Sin embargo, los investigadores admiten que sólo encuentran en la Trafic el nexo entre las conexiones local e internacional. Pero encuentran “sugestivo” que después de tantos años de permanencia de Rabbani al frente de distintas mezquitas, recién se le hubiera dado un cargo diplomático e inmunidad meses antes del 18 de julio de 1994.

 


 

EL MERCOSUR CONTRA EL TERRORISMO
El enemigo común

Los ministros del Interior de los países del Mercosur, más Chile y Bolivia, firmaron un convenio para coordinar la lucha regional contra el terrorismo. El tema es parte de la búsqueda de mayores medidas de seguridad para el cono sur tras los atentados del 11 de setiembre. La intención es que los servicios de inteligencia de los seis países tengan un intercambio de información fluido y que se articulen acciones de prevención.
Uno de los primeros efectos de este convenio, según explicó el secretario de Seguridad Enrique Mathov, es que pone en marcha “un comando único entre los países del Mercosur y Bolivia para intercambiar información sobre cualquier actividad que se realice en cada uno de los países y evitar la infiltración del terrorismo”.
En el encuentro realizado en Montevideo hubo coincidencia en la necesidad de “intensificar los controles en la zona de la Triple Frontera”. El ministro del Interior Ramón Mestre sostuvo que es “indispensable intensificar el control de la corrupción, el tráfico de inmigrantes y de drogas”, problemas a los que definió como “hilos conductores a la acción del terrorismo”.
En el caso de Brasil, el titular de la cartera de Justicia pidió que las acciones “no se limiten al intercambio de información”, que se “coordinen y perfecciones los sistemas migratorios” y que se “revise la legislación en materia de terrorismo”. El representante paraguayo exhortó por su parte a que la Triple Frontera “no se convierta en un santuario para la delincuencia” y recomendó el “control de ingreso de personas resguardando la libertad individual y comercial”.
En la reunión se firmaron también acuerdos relacionados a la asistencia sanitaria y con la inmigración. La delegación argentina estuvo integrada, además de Mestre y Mathov, por el ministro de Justicia Jorge de la Rúa y el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini. Firmaron el acuerdo los ministros del Interior de Uruguay, Guillermo Stirling; de Paraguay, Julio César Fanego y el viceministro de Bolivia, Antonio Vera Corvera, así como el titular de la cartera de Justicia del Brasil, Aloysio Nunes Ferreira y de Chile, José María Inzulza.

 

OPINION
Por Raúl Kollmann

Final

El juez Juan José Galeano quiere cerrar, a las apuradas y como sea, la causa AMIA. Ese es el objetivo de la resolución que prepara, imputando con pocas pruebas a Irán como autor ideológico del atentado. Con el juicio oral en marcha respecto de una ínfima parte de lo ocurrido aquí y la condena a la parte internacional, se termina el caso. No hay nada por investigar. El saldo no se parece a otra cosa que la impunidad.
Cualquier estudiante de criminalística sabe que es necesario tener muy en claro quién fue el autor material de un crimen, el asesino, para después averiguar quién le pagó, quién lo contrató para que matara. Pese a ello, Galeano quiere ponerle el punto final, aunque ni siquiera ha terminado el juicio oral, que debería clarificar algo respecto de los autores materiales. Aunque sea quién les dio el vehículo con el que mataron a 86 personas. Sin embargo, el apuro es tan grande, que hay que ponerle fin al caso como sea santificando obviamente la teoría oficial: fue Irán. Esto era lo reclamado en su momento por Estados Unidos e Israel y, por supuesto, el gobierno menemista.
¿Qué pruebas hay? Objetivamente hablando, muy pocas. Informes de servicios de inteligencia, sobre todo norteamericanos, israelíes y la SIDE, y arrepentidos que viven de su trabajo de arrepentidos y que no aportaron un solo dato concreto sobre cómo se hizo el atentado contra la mutual judía. No dijeron si hubo o no suicida, en todo caso quién fue, cómo entró al país, dónde se armó la camioneta, de dónde salieron los explosivos. Nada de nada.
Por otra parte, el retrógrado régimen iraní no tenía hasta el ‘94 ningún antecedente de haber matado gente en masa: nunca fue su estilo poner bombas contra civiles. Los ayatolas sí mandaron matar a dirigentes opositores, fueron asesinos selectivos, como ocurrió con cuatro dirigentes en el restaurante Mykonos o en París, donde mataron al ex premier Shapur Bajtiar. ¿Pero por qué no imputar a Siria? ¿O a organizaciones palestinas? ¿O a narcotraficantes argentinos? Tal vez fue Irán, pero tal vez no. Lo fundamental son las pruebas y esas son más que débiles.
Se considera importante haber fotografiado al agregado Moshen Rabbani –al que la SIDE seguía después del atentado contra la Embajada de Israel– preguntando precio de una Trafic unos siete meses antes. ¿Un diplomático con una barba enorme haciendo esa movida? A primera vista parece lo contrario de una operación clandestina destinada a poner otra bomba. No es una evidencia demasiado sólida.
En pruebas de ese tipo y la declaración de arrepentidos pagados se basa el fallo que se viene. No está el asesino material, pero rápido confirman al intelectual. El objetivo es uno solo: terminar con la causa AMIA y la investigación del atentado.

 

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