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La cumbre de deserciones en una Alianza sin Norte

Ayer se complicó la conferencia interafgana de Bonn para decidir el futuro político del país, y las promesas de que terminará exitosamente hoy o mañana empiezan a sonar huecas en un clima incierto.

Ahmed Fawzi, portavoz del representante de la ONU para Afganistán, cruza sus dedos.

La conferencia interafgana de Bonn sufrió ayer una baja significativa, justo cuando enfilaba la recta final hacia un acuerdo sobre el futuro político del país. Descontento por la escasa representación de la etnia pashtún en las conversaciones, Haji Abdul Qadir, un influyente líder del este de Afganistán y “número dos” de la delegación de la Alianza del Norte, abandonó la sede de la reunión. Según la ONU, la deserción de Qadir no ha alterado la marcha de las negociaciones, cuyo desenlace podría producirse hoy mismo, a pesar de versiones que sostienen que las conversaciones podrían prolongarse hasta el domingo. “No queremos abusar de la hospitalidad de nuestros anfitriones alemanes –ironizó el portavoz de la ONU, Ahmed Fawzi–, pero si necesitamos un día más, estaremos un día más.” Pero resulta cada vez más evidente que la estabilidad política no sólo va a ser dificultada por las divisiones al interior de la Alianza, cuyo pedido de postergar estas conversaciones por diez días fue rechazado. Una amenaza mucho más seria vino por parte del ex presidente Burhanuddin Rabbani, quien ayer se quejó de que la delegación de la Alianza estaba siendo forzada a un acuerdo y que son los líderes políticos en Kabul los que deberían tener la decisión final.
La “deserción” de Qadir pone de manifiesto las diferencias internas existentes en la Alianza del Norte, una heterogénea coalición fundada para combatir a los talibanes por grupos que lucharon encarnizadamente entre sí en el pasado y que ahora controla buena parte del país, incluida Kabul, gracias al apoyo militar de EE.UU. La Alianza, conocida ahora como Frente Unido, está compuesta principalmente por tayikos, uzbekos y hazaras, aunque también cuenta con miembros de la etnia pashtún, que representa aproximadamente el 40 por ciento de la población afgana. La ONU, organizadora de la conferencia interafgana, restó importancia a la marcha de Qadir. “Lamentamos que se haya ido. Esperamos que pueda formar parte de una futura administración y que acepte los resultados de la reunión de Bonn –dijo Fawzi–. Las conversaciones continúan.”
Presionadas por los observadores de 18 países presentes en Bonn, entre ellos Estados Unidos, las cuatro facciones afganas ultimaban anoche los detalles de un acuerdo con tres ejes fundamentales: la formación de un gobierno y un parlamento provisionales –que funcionaría de tres a seis meses y sería seguido por un gobierno de transición de 18 meses, tras el que habría un gobierno luego de las elecciones–, el despliegue de una fuerza multinacional que garantice la seguridad durante la transición y el papel que tendrá en el proceso el ex rey afgano Mohamed Zahir Shah, exiliado en Roma. Respecto de estos dos últimos puntos, el ex presidente Rabbani, en declaraciones del jueves desde Kabul, dejó en claro que la solución monárquica, con un posible retorno al poder del rey Zahir Shah, no le parece la más adecuada. “Creo que la gente que debe gobernar Afganistán en el futuro tiene que ser elegida dentro del país”, dijo. “Todos nosotros sabemos que los sistemas monárquicos están desapareciendo. ¿Por qué van a volver a Afganistán?”, agregó. Sin embargo, la Alianza del Norte quiere que el ex rey Zahir Shah ocupe un cargo importante en la nueva administración interina, pero los realistas reclaman que el ex soberano sea al mismo tiempo jefe de Estado y jefe del Consejo Supremo.
En cuanto a las fuerzas de seguridad de Kabul, Rabbani se mostró favorable a una intervención de los cascos azules, pero se refirió a una cantidad decididamente escasa: para la seguridad se “podría contar con el apoyo de unos 100 o 200 cascos azules de Naciones Unidas, o un poco más que eso. Esto es práctico, pero no se necesita más que eso”, concluyó. Sin embargo, el vocero de la ONU, Ahmed Fawzi, se ocupó de aclarar: “Tenemos la palabra de Rabbani de que va a respetar lo que sea que resulte de las conversaciones de Bonn”.
Buena parte de la jornada de ayer se centró en la elaboración de las listas con los nombres de las personalidades que integrarán el gobiernoprovisional, definido por la ONU como “administración interina”, y el Consejo Supremo, que ejercerá las funciones de Parlamento. El reparto de los puestos entre las cuatro facciones era el principal punto de discrepancia. Además, la Asamblea del Norte seguía bajo presión para aceptar el despliegue inmediato de una fuerza de seguridad en Afganistán. Las otras tres facciones (el Grupo de Roma, la Asamblea de Peshawar y el Grupo de Chipre) consideran imprescindible que se garantice la seguridad para que la transición pueda comenzar sin sobresaltos, especialmente en Kabul. La ONU señaló ayer que la falta de seguridad está obstaculizando la distribución de ayuda humanitaria.
El rol de las afganas también fue examinado por los grupos de mujeres que exigieron anteayer un papel preponderante en la transición política y que sus derechos sean reconocidos por las nuevas leyes del país. “El nuevo gobierno de Afganistán está en la obligación de garantizar la libertad y la independencia de la mujer”, dijo una de las impulsoras de la Declaración de Dushanbé, Shukria Haidar, presidenta de la Asamblea de Mujeres de Afganistán (Negar). El texto proclama la igualdad ante la ley de afganos y afganas, y declara irrenunciables los derechos a la educación, el trabajo, la libre circulación y la participación política de las mujeres.
Por su parte, la asociación Reporteros sin Fronteras exigió ayer a la Alianza del Norte que garantice la seguridad de los periodistas en Kabul y las partes de Afganistán que controla. Ocho periodistas han muerto en Afganistán en los últimos dos meses. “Pedimos a las cuatro facciones reunidas en Bonn que se comprometan a dar protección a los periodistas y que les permitan hacer libremente su trabajo”, dijo el secretario general de la asociación, Robert Ménard, en una conferencia de prensa. “La Alianza del Norte miente cuando dice que hay seguridad total en Afganistán.”

 


 

IRAN Y PAKISTAN COMO ALIADOS
Por “la paz” del vecino

Pakistán e Irán, potencias regionales con políticas afganas tradicionalmente opuestas, parecerían estar en tratativas de consensuar posiciones, en vistas a un potencial reparto del vapuleado territorio de Afganistán, y ambos han multiplicado sus encuentros. El ministro iraní de Relaciones Exteriores, Kamal Jarazi, llegó el jueves a Islamabad, donde se entrevistó con su homólogo paquistaní, Abdul Sattar y ayer con el presidente paquistaní, Pervez Musharraf. Irán y Pakistán han iniciado una “nueva era” en sus relaciones, como declararon los dirigentes de ambos países al término de las reuniones; porque tras la caída del régimen talibán en Afganistán “ya no hay divergencias”, aseguró Jarazi. Además, se dispondrán a trabajar en conjunto para la reconstrucción de su vecino.
“Tras años de idas y venidas, disturbios y problemas, es tiempo de cooperar y ayudar en el establecimiento de un gobierno de amplia base y multiétnico en Afganistán”, dijo el ministro del Exterior iraní, Kamal Jarazi, luego de reunirse con líderes paquistaníes en Islamabad entre jueves y viernes. Según Jarazi las diferencias sobre Afganistán terminaron una vez que Pakistán cambió su política hacia los talibanes, al afirmar que “no hay diferencias en nuestras posiciones, nuestros dos países tendrán un papel en la reconciliación y reconstrucción de Afganistán”, y añadió que para ese fin se ha creado un comité conjunto. Por su parte, su homólogo paquistaní, Abdul Sattar, afirmó que el supuesto apoyo que su país dio en el pasado a la milicia islámica fue “exagerado” incluso por sus propios países amigos. En el primer día de la visita de Jarazi ambos países se mostraron de acuerdo con el principio de la formación de un gobierno multiétnico y representativo que contribuya a la paz en suelo afgano.

 

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