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Cómo es la nueva prensa de Kabul con seres vivos...

La vida cotidiana de Kabul cambió mucho, pero no del todo, desde la época de los talibanes. En el mundo de la prensa, se imprimen fotos y hay libertad, aunque todo depende del gobierno.

Un afgano vuelve a leer revistas con fotografías.
Los talibanes habían prohibido imágenes de seres vivos.

Por Angeles Espinosa *
Desde Kabul

Las fotografías de portada muestran una manifestación de mujeres y unos vendedores en el bazar. Nada extraordinario en cualquier periódico del mundo, pero toda una novedad en Afganistán, donde durante cinco años los talibanes prohibieron las imágenes de seres vivos. Anis ha vuelto a publicarse tras dos semanas de interrupción. Es el primer periódico de la era postalibán, aunque mantiene la cabecera que creó hace 74 años Ghulam Muhayuddin Anis.
Los métodos de trabajo tampoco han cambiado mucho desde entonces. La pequeña redacción carece de computadoras y a las 11 de la mañana los periodistas ya se han ido a casa porque, a falta de papel, las cuatro páginas de Anis sólo van a poder imprimirse un par de veces a la semana. Las noticias pueden esperar. Y eso que Afganistán está viviendo transformaciones que van a determinar el futuro de sus 25 millones de habitantes. “Nuevo gobierno, nueva vida”, asegura el titular de la primera página de Anis. En realidad, sólo han cambiado las formas. La empobrecida prensa afgana sigue estando en manos del gobierno. Ha sido el ministro de Información y Cultura en funciones quien ha nombrado a los nuevos directores de los periódicos.
“No, no nos ha dado consignas políticas”, asegura Azizullah, el flamante director del Kabul Times, cuya redacción está un piso más abajo que la de Anis. “Lo único que nos dijo es que escribamos los hechos y que hagamos el trabajo por nuestro pueblo y nuestro país”, añade sin demasiado entusiasmo.
Azizullah llegó a su despacho hace 10 días y todavía no se sienta detrás del escritorio sino que prefiere el sofá que hay debajo de la ventana. Allí observa con admiración los teletipos de la agencia de noticias nacional, Bakhtiar. “También tenemos cuatro periodistas y un fotógrafo”, explica cuando se le pregunta cómo van a conseguir las noticias.
Los mismos profesionales trabajaban hasta el pasado día 13 bajo el régimen talibán. Sin embargo, el director no cree que eso vaya a constituir un problema. “Estaban obligados a trabajar con los talibanes en contra de sus propias ideas y ahora son libres”, asegura. Amin Azimy, el veterano redactor jefe del Kabul Times, confirma sus palabras. De momento, todos los periodistas se han recortado la barba.
Azizullah no es periodista. “Estaba en el comité cultural del Panchir”, reconoce. Ahora trata de ponerse al tanto para poder sacar el nuevo Kabul Times la semana que viene. “En principio será semanal, pero luego queremos hacerlo diario”, explica. El número que salga el próximo domingo (la semana en Afganistán empieza el sábado) será muy diferente del que se imprimió el sábado día 10.
“Van a cambiar los contenidos; vamos a dar hechos en lugar de propaganda –declara– y, además, habrá fotos de seres humanos, algo que con los talibanes estaba prohibido.” Quiere imprimir 1600 ejemplares. “La imprenta del gobierno está lista para cualquier periódico que quiera salir a la calle”, asegura Mohamed Yusuf Bakhshi, el vicejefe técnico de la imprenta. Bakhshi no se plantea siquiera la limitación a la libertad de prensa que supone el ofrecimiento. El lleva toda su vida trabajando allí y ha visto pasar toda clase de gobiernos y de desgobiernos por la ciudad de Kabul.
“Hace siete años, la imprenta resultó bombardeada durante el inicio de los combates entre los ‘mujaidines’”, explica mientras muestra los restos calcinados de diferentes rotativas. “Teníamos 260 máquinas y llegamos a utilizar 2 mil toneladas de papel al año”, recuerda de cuando la imprenta daba empleo a 1300 trabajadores. “Esta era la sala de proyecciones y aquí estaba la cafetería”, muestra aún orgulloso. Hoy, la cafetería se ha convertido en taller y a los 180 empleados les falta papel para realizar su trabajo.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

 


 

CUATRO PISOS LLENOS DE GENTE EN EL BAZAR
...y cómo es su pujante “Bolsa”

Por Guillermo Altares
Desde Kabul

El bazar de Kabul es una de las pocas cosas en Afganistán que guarda algún tipo de orden: tiene la zona de los pasteleros, de los carniceros, de los vendedores de alfombras, de camisas, de chalecos, de juguetes... Y, claro, reserva un rincón para el dinero.
En las calles cercanas a la zona de los cambistas ya empiezan a verse comerciantes con inmensos fajos de billetes de 10 mil afganis, prácticamente los únicos que circulan, regateando. Pero el verdadero epicentro financiero de Kabul se encuentra en el mercado del dinero, la Bolsa de la capital afgana, sensible como cualquier mercado financiero a las noticias exteriores, que últimamente son buenas. El edificio está lleno de tipos gritando y cambiando (no llevan ni tirantes ni corbata, pero su actitud es muy similar a la de los “brokers” de Wall Street). Cada ciudad afgana tiene su mercado del dinero y, en su huida, fueron casi siempre desvalijados por los talibanes.
Custodiado por dos guardias armados, que cierran las puertas cuando la acumulación de personal es excesiva, el mercado del dinero tiene cuatro pisos, que están rebosantes de gente. Se cambian rupias, dólares, marcos... tanto en el recinto central como en los diferentes negocios y en los pisos. La imagen sería una mezcla de una Bolsa occidental con la cárcel de Expreso de medianoche.
Y los cambistas son tipos que conocen su negocio: nadie sabe muy bien cómo funciona, pero la capital afgana se despierta cada día con un cambio uniforme, que es respetado en todas partes. En las tiendas o en los restaurantes se puede pagar en afganis o en dólares y, aunque estén en puntos muy alejados de la ciudad, siempre ofrecen el mismo cambio, que ha ido bajando paulatinamente desde la llegada de la Alianza del Norte a Kabul, hace casi dos semanas. Antes un dólar eran 50 mil afganis; pero, según van aumentando las conquistas de los nuevos gobernantes del país, el tipo de cambio va descendiendo. El jueves estaba en 32 mil afganis por dólar.
La explicación que dan en el mercado es la posibilidad de que se llegue a un acuerdo político en la Conferencia de Bonn, además de la caída de Kunduz, el último reducto de los talibanes en el norte del país, y el aumento de la estabilidad en la ciudad. Argumentos que, en otro contexto, valdrían para explicar una subida del dólar frente al euro o el alza del índice Nikkei o del Dow Jones. Un cambista de 27 años asegura que “el optimismo ha vuelto a Kabul” y que la gente está volviendo a comprar y a vender.

 


 

VUELVE OTRA COSTUMBRE AFGANA
A bañarse todos juntos

No sólo la música y el cine fueron prohibidos por el régimen talibán. Con su retirada de Kabul, los baños públicos volvieron a poblarse de clientes que comparten la sala de baños. La exigencia talibán de sesiones individuales no corre más. El edificio, situado en una callejuela de Kah Froshi, un céntrico barrio de Kabul, es discreto. Según su gestor, Gailani, en la capital afgana hay alrededor de un centenar de baños públicos. El baño simple cuesta 7 mil afganis, veinte centavos de dólar, y da derecho a una casilla para la ropa y a una toalla. Por unos miles de afganis más, los clientes pueden obtener jabón, champú, o recibir un vigoroso masaje. Una treintena de personas ocupa la sala de baños, y cruzando una estrecha puerta se accede a los baños propiamente dichos, de agua caliente y fría. Algunos clientes se lavan concienzudamente, otros charlan en medio del calor asfixiante. El agua gotea por las paredes. Los hombres bromean en medio de esta atmósfera reencontrada, y se preguntan si ya se permite a las mujeres acudir a los baños. Nadie lo sabe.

 

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