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SIGUEN LA PISTA DE LA RED DE BIN LADEN EN EUROPA
Suena la orquesta islámica

Mientras la guerra sigue adelante para capturar a Osama bin Laden y su �Legión Extranjera� en Afganistán, los servicios secretos europeos libran otra confrontación con las �células durmientes� de Al-Qaida.

Osama bin Laden con sus lugartenientes en una foto ya lejana tomada en Afganistán.

Por Manuel Cemois
Desde París

En la primavera pasada, nadie sabía que el descubrimiento de una célula terrorista que operaba en Italia con el objetivo de perpetrar un ataque en Francia con armas químicas iba a conducir algunos meses más tarde a la “base operacional” de la red de Osama bin Laden en Europa. Los servicios especiales de la Unión Europea cayeron sin haberlo buscado en el pozo sin fondo de una de las organizaciones terroristas que más tentáculos supo tejer a través del mundo.
El primer episodio de una historia que recién comienza a entregar sus primeros capítulos se abre con una página en blanco. Algunos meses antes del atentado del 11 de setiembre, una grupo terrorista basado en Milán tenía todo preparado para llevar a cabo en Francia un atentado con medios químicos. El grupo se aprestaba a lanzar su acción cuando fue detenido por la policía italiana que lo venía vigilando desde hace algún tiempo. La célula, compuesta por una docena de hombres oriundos del Magreb, estaba “afiliada” al GSPC (Grupo Salafista por la Predicación y el Combate), es decir, uno de los tentáculos del pulpo Al-Qaida. Según relatan los miembros del comando italiano que lo desmanteló “la única obsesión de esos hombres era golpear a los enemigos de Dios. En este caso se trataba de Francia. Pero nadie imaginó sin embargo que detrás de ese grupúsculo tan activo como aislado podía esconderse un arma tan poderosa”. “Ninguno de ellos trabajaba pero todos tenían una actividad frenética”, adelanta bajo el anonimato uno de los policías italianos. Desde los atentados de Manhattan y Washington, la policía europea ya desmanteló cerca de ocho “oficinas” pertenecientes a Al-Qaida Francia, España, Alemania e Italia son los países europeos donde el pulpo de Bin Laden tenía más ramificaciones. En esa danza negra del terrorismo de origen islámico Italia parece ser el teatro preferido. Milán fue la primera ciudad europea en alertar a los servicios secretos. Desde hace unos días también es la última. El contraespionaje detuvo en Milán a tres magrebíes de 35 anos pertenecientes a Al-Qaida: Yassine Chekkuri, marroquí, Nabil Benattia, tunecino, y, sobre todo, el argelino Abdel Halim Hafed Ramadna, uno de los hombres claves de los operativos en Europa. Los tres fueron arrestados en domicilios cercanos al Centro Cultural islámico de Milán al que la Casa Blanca calificó hace un tiempo como “la base más importante de Al-Qaida en Europa”. Ramadna ocupaba el puesto de asistente del imán del Centro Cultural milanés y fue descubierto gracias al espionaje telefónico que permitió saber que el argelino estaba en constante comunicación con Abu Jaffa, el número tres de la red de Bin Laden en Europa.
En el curso de la investigación llevada a cabo en varios países europeos las pistas “se fueron multiplicando igual que un tablero de ajedrez”, dice uno de los expertos franceses. Según los servicios secretos occidentales, Al-Qaida cuenta con poco más de 1000 militantes, los llamados “árabes afganos” entrenados en los campos de Afganistán. El núcleo más irreductible de la red está formado por varias centenas de islamistas de los que sólo “un puñado aparece dispuesto a entregarse al sacrificio final en nombre de la Guerra Santa”. “Los grupos europeos ligados a Ben Laden son numerosos y todos funcionan en una suerte de autonomía generalizada”, dice un policía francés miembro de una célula antiterrorista. Esa misma fuente precisó a Página/12 que Al-Qaida dispone en Europa de unos 15 jefes “responsables de los distintos aspectos logísticos según el país en que se encuentren”. Los apóstoles de Bin Laden en el viejo continente han dividido el terreno en relación con “su naturaleza y sus posibilidades”así como a partir de criterios de necesidad operativas: Gran Bretaña es la capital financiera e ideológica, Francia el país donde es más fácil reclutar extremistas de origen magrebí, Alemania una “tierra propicia para comandos durmientes” e Italia el país donde el activismo y los tráficos de todo tipo son más fáciles de organizar. Para los europeos, lo más preocupante es que cada red tiene suficiente autonomía y capacidades para decidir, organizar acciones y elegir blancos sin que sea necesario que las órdenes vengan de Afganistán. “Se trata de un pulpo cuyos tentáculos están tan desarrollados que funcionan de manera independiente con relación al cerebro”, comenta a Página/12 un juez miembro de una unidad especializada en la lucha antiterrorista.

 

En el centro de la nebulosa
Por M. C.

Los dos grupos radicalizados que se encuentran en el centro de la nebulosa terrorista responden a identidades y orígenes muy distintos. El Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) y Takfir wal Hijra son el ojo de Al-Qaida en Europa. El segundo es una rama disidente del GIA argelino (Grupo Islámico Armado, responsable de numerosos atentados en Francia). El GSPC fue creado en 1998 por el emir argelino Hassab Hattab que acusaba al GIA de asesinar civiles y de estar infiltrado por los servicios secretos de Argelia. Esta célula se unió a Al-Qaida cuando Estados Unidos invirtió fondos en el petróleo argelino pactando así con la junta militar que estaba en el poder y que, durante anos, fue el blanco predilecto del emir Hattab. El discurso del GSPC puede ser “legalmente” leído en los muros de las mezquitas de Londres y estos seducen sobre todo a los extremistas argelinos que residen en Gran Bretaña. El GSPC cuenta con muchos militantes en España e Italia. Takfir wal Hijra –Anatema y Exilio– es una secta islamista disidente de los Hermanos Musulmanes. Extremadamente violenta, la célula está dirigida por el egipcio AlZawahiri, el número dos de Al-Qaida mundial. Este grupo, cuyos simpatizantes se visten con un gran delantal blanco, atrae mucho a los jóvenes extremistas que residen en Europa. Hicieron atentados en Egipto y en Sudán antes de pasar a formar parte de la red Al-Qaida en 1998. El jefe del comando suicida que perpetró los atentados del 11 de setiembre, Mohamed Atta, pertenecía a esta secta egipcia.

 

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