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ESTA NOCHE TERMINA “GRAN HERMANO 2”
Todo por 2 (cientos mil) $

Entre Silvina, Roberto, Gustavo y Alejandra se define hoy el vencedor del programa, más aburrido y previsible que la primera edición.

Silvina y Roberto.

Por Julián Gorosdicher

Ninguno como ellos, en ningún otro reality, se aburrió tanto, y durante tanto tiempo. Por si fuera poco, por si no hubieran bastado las horas muertas y la falta de afinidad, la producción les extendió el calvario por una semana más, hasta esta noche, cuando sólo uno se quede con los 200 mil, y los otros tres se lleven un premio tal vez mejor: el fin del encierro. En su cuenta regresiva, el “Gran Hermano 2” dejó naufragar a sus rehenes en el tedio de varios días en los cuales no pasaba nada, apenas el ping pong de preguntas del tucán Alejo, un muñeco parlante. Tan fuerte fue el sopor, que lo terminaron reclamando. “Que vuelva Alejo –dijo Silvina Luna, la favorita en el ranking de popularidad en Internet–, que estamos aburridos.”
El tucán Alejo es la prueba de que “Gran Hermano” es capaz de cualquier cosa. Los cuatro lo rodearon y el bicho se ensañó con el Negro (o Roberto) o hizo chistes malos o se quedó en silencio mientras los cuatro sobrevivientes miraban. El resto del tiempo, esta semana, fue dedicado a la especulación en el pasillo, el living y el borde de la pileta, sobre el nombre del ganador. Fue un reordenamiento sin fin de una lista de cuatro personas: ¿quién se va primero?, ¿quién se queda con la plata? Probado tópico televisivo, el interrogante sobre el destino del dinero consiguió milagros y mantuvo la audiencia estable, aun cuando ya no hubo nada de qué hablar, nadie con quién pelear, ninguno de quién enamorarse...
Entonces, lo que quedó es esperar noticias sobre un nuevo millonario, lo cual no parece poco a juzgar por el interés que manifiestan los llamados. En “El debate” –conducido por Juan Alberto Badía– y otros ciclos parásitos, el público arriesga compulsivamente y se apasiona por un favorito. Como si se jugaran algo muy importante en la adhesión por un finalista, las señoras mayores y las adolescentes –la mayoría entre quienes se comunican– levantan la voz, exaltan a su defendido y tiran “a matar” a alguno de los panelistas, con preferencia por los cínicos (Maxi, Lucho o Carolina). “Qué se habrán creído...”, dijo María Esther, de Lugano, en un capítulo reciente, para tomárselo todo tan livianamente, y no como lo que en verdad sería: una intensa experiencia de vida que merece (necesita) otro tratamiento. “Esto es una escuela por la que sólo pasaron 18 personas en toda la historia”, afirmó Gustavo, a tono con lo que se espera de un buen participante de “Gran Hermano 2”.
Gustavo y El Negro reúnen los requisitos que este reality exalta: el amor por el barrio, un lenguaje limitado, bromas corporales y cierto fondo de seducción. Nunca se confunden, nunca dudan y tienen bien en claro el objetivo: llegar hasta el final, demostrarse que pueden sin referencia a la plata o a la competencia. Como si impartiera algo de justicia televisiva, el televidente argentino promedio del “Gran Hermano 2” elige salvar a Gustavo, a Roberto o a Marcelo Corazza, en anterior oportunidad, para reparar una orfandad, una falta de posibilidades, un ensañamiento del resto de los habitantes de la casa.
Silvina y Alejandra darían una sorpresa: las mujeres no son favoritas en la competencia (nunca lo fueron), y tienen manchas. Un participante manchado hizo o dijo alguna vez, en los cuatro meses, algo que no debía. “Estoy enamorada de vos”, fue la frase-error de Silvina Luna, dedicada a Pablo (o El Locio). El paso en falso de Alejandra (o Córdoba) fue hacer correr ese chisme. Ahora sólo les queda suplicar un perdón o una mirada para otro lado, cómplice, del votante en una de las experiencias cívicas más extrañas, de inusitado fervor, y les cumpla el sueño que –al decir de la cordobesa– estaban esperando durante toda una vida.

 

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