Por Maximiliano
Montenegro
Lo que vimos en los últimos
dos meses va ser Suiza comparado con lo que viene, exageró
(o no) un analista, ayer, ante este diario. La primera duda que plantea
la inmovilización de depósitos es cuánto más
se profundizará la recesión en las próximas semanas,
al romperse un contrato intocable en la última década. La
segunda es: ¿qué dinámica política disparará
esta situación? La tercera es si habrá a partir del lunes
un dólar paralelo: el dólar virtual de las cuentas bancarias,
donde valerá un peso, y el de los billetes físicos, que
tal vez cuesten bastante más. La cuarta es si el gobierno declarará
abiertamente la cesación de pagos con los acreedores extranjeros,
ahora que ya asumió el costo frenar una corrida bancaria por decreto.
La quinta pregunta es la siguiente: ¿qué otros contratos
estará dispuesto a violar el ministro de Economía, en un
último intento por salir del pozo? La última: ¿hay
peligro de que se licuen en el futuro los depósitos, hoy inmovilizados?
Como se ve, son preguntas que en Suiza no se harían.
Uno. Ningún economista duda que la recesión se profundizará
en las próximas semanas. La pregunta es cuánto. La razón
más obvia es que la confianza de consumidores e inversores recibirá
a partir del lunes un nuevo golpe. Pero, además, porque es imposible
que una economía siga funcionando como hasta ahora, cuando se cambia
por decreto usos y costumbres: por ejemplo, ¿qué incentivo
tendrá alguien para vender su casa, cuando a cambio no recibirá
dinero contante y sonante sino un registro en el banco? Un párrafo
aparte merece el impacto sobre la economía en negro,
que mueve entre el 45 y el 50 por ciento de la economía argentina.
Desde el almacenero, con sus tres empleados en negro, o la empresa de
la construcción que hace lo propio con decenas de obreros, difícilmente
blanquen la situación en medio de la depresión más
profunda de la historia. Sería lo deseable, pero lo más
probable es que los despidan, porque ahora no podrán pagarles el
salario si no están registrados.
Dos. Con una desocupación rozando el 20 por ciento de la población
activa y otro 20 por ciento de subocupados, no hay dirigencia política
que pueda hacerse la distraída. En especial, si lo que hay por
delante es todavía más desocupación y un proyecto
de ajuste inolvidable acordado con el FMI para el Presupuesto 2002.
Tres. Cavallo parece dispuesto a mantener el contrato básico de
1 peso igual a 1 dólar. Sin embargo, ese contrato en los próximos
90 días puede ser solo virtual. Dentro de los bancos, éstos
estarán obligados a cambiar 1 peso por 1 dólar, sin cobrar
comisión alguna, como viene haciendo hasta ahora. Sin embargo,
es probable que proliferen las cuevas que ofrezcan dólares billete
para quienes quieran salir del país o crean que es mejor
un dólar en mano que cien en banco, por ejemplo a un precio
bastante superior.
Cuatro. Durante diciembre el gobierno tiene que afrontar importantes vencimientos
de interés de la deuda, que se planeaba abonar con el préstamo
de 1260 millones que el FMI todavía se resiste a desembolsar. Si
este dinero se demora cosa que Cavallo ayer desmintió, ver
aparte lo más probable es que el ministro opte por declarar
una cesación de pagos (default) abierta con los acreedores extranjeros,
ofreciéndoles una quita en el capital de la deuda, algo que suena
lógico después de haber violado el pacto con los depositantes
locales. La alternativa sería pagarles con los dólares que
respaldan la Convertibilidad. Y Cavallo no parece estar dispuesto a gastar
más reservas del Banco Central en pos de recobrar la esquiva confianza
de los acreedores que mueven el termómetro del riesgo país.
A partir de allí, hay quienes se preguntan si el ministro no debería
avanzar más allá, apostando a una estrategia totalmente
distinta a la que ensayó hasta ahora. De otro modo: una vez lesionada
la confianza en el sistema financiero local, ya no puede esperar que la
recuperación económica venga de la mano de una baja del
riesgo país.
Cinco. ¿Qué sentido tiene seguir haciendo los deberes de
la ortodoxia libremercadista, tributando Dios riesgo país, en pos
de la confianza perdida, cuando se acaba de cometer un pecado imperdonable
en esa religión? ¿Cavallo debería ahora enfocarse
en recrear condiciones objetivas no ya de percepciones para
crecer, aunque esto signifique echar por la borda algunas lastres de la
Convertibilidad? Son preguntas que no pocos analistas se hacen en estas
horas. El problema de precios relativos o de competitividad
es uno de los más mencionados en el exterior a la hora de explicar
la imposibilidad de salir de la recesión de la economía
argentina. Sin devaluar, puede avanzar en desdoblar el tipo de cambio
para los exportadores o reducir drásticamente el costo argentino
renegociando a la baja todas las tarifas con las empresas de servicios
públicos privatizadas. Tampoco queda descartado que, si repudia
la deuda con los acreedores externos, pueda hacer una política
fiscal expansiva más agresiva, si, después de todo, lo mismo
habrá que vivir con lo nuestro.
Ultima. Al dolarizar los depósitos y préstamos, Cavallo
quiere trasmitir el mensaje de que el gobierno jamás devaluará.
La idea es que con un sistema financiero absolutamente dolarizado, una
devaluación implicaría un golpe mortal para los bancos.
Sin embargo, nadie es tan ingenuo para pensar que una devaluación
no sería precedida por una desdolarización de los depósitos.
Más aún, con depósitos inmovilizados, el gobierno
podría aplicar las tres D: desdolarizar, devaluar y
volver a dolarizar, para entonces sí liberarlos. En ese caso, quienes
quedaron atrapados en los bancos sufrirían una licuación
de sus ahorros. Pero esto no está en los planes de Cavallo, por
ahora.
OPINION
Por Sandra Russo
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Creer en nuestra ruina
Por lo menos no tengo plazo fijo, dice un hombre que acaba
de hacer la cola en el Banelco de Belgrano y Chacabuco. Infructuosamente,
porque el dinero ya se había acabado. No tener plazo fijo,
este viernes desbocado, es un alivio, un alivio de pobres todavía
no tan pobres como adivinan que pueden llegar a ser. Yo pasé
todo lo que tenía en mi caja de ahorros a dólares
la semana pasada, pero ahora, ¿qué hago si tampoco
me dan los dólares?, se pregunta retóricamente
una mujer. Unos y otros, ciudadanos todavía con un pie en
el sistema (esto es: con tarjeta Banelco en el bolsillo), han salido
a la calle como civilizados saqueadores de sus propios dineros,
todos asaltados por el mismo fantasma, que en este caso no es una
salidera ni un arrebatador, sino una leyenda en la pantalla del
cajero automático: Por el momento, es imposible realizar
esta operación. Unos y otros no saben exactamente a
qué le tienen miedo, si a una devaluación, si a un
feriado bancario, si a la dolarización, si al riesgo país,
si a Fernando de la Rúa o a Ramón Puerta, si a una
renuncia
anticipada del Presidente o a la continuidad del Presidente. Unos
y otros no saben exactamente qué pasa, pero su larga experiencia
como argentinos a tiempo completo les indica que el miedo no es
zonzo.
Después de que hace algunas semanas el riesgo país
superara los dos mil puntos hubo un notable relajamiento en los
medios y en la gente al respecto: después de los dos mil
da todo igual, pareció ser la conclusión colectiva.
Y así siguió todo, hasta que el riesgo país
superó... los tres mil. El infatigable (hay que reconocérselo:
otro con su misma agenda ya estaría con cura de sueño)
Domingo Cavallo se encargó de señalar que es bueno
que el riesgo país esté alto, porque eso indica que
su plan funciona. Podría preguntársele a Cavallo por
qué llueve tanto esta primavera o por qué los perros
le ladran a la luna, y probablemente respondería porque
el plan funciona.
El viernes por la mañana le preguntaron a De la Rúa
si se estaba contemplando la posibilidad de dolarizar los depósitos
bancarios. Y dijo: Vea, usted sabe que según la convertibilidad
un peso equivale a un dólar. Hubiese podido contestar:
Mi tía tiene un biombo o Soy de Acuario.
A todo esto, la gente no sabe qué pasa pero el run run gana
la calle, las casas, las oficinas, y en todo caso la gente, que
no es boba, sabe que no pasa nada bueno. Los que tienen créditos
en dólares escuchan a algunos economistas confiables o inteligentes
asegurar que una devaluación es el único horizonte
posible, y aunque les crean no quieren creerles. Nadie en sus cabales
quiere creer en su ruina.
¿Saco la plata del banco?
Y si la saco, ¿dónde la pongo?
¿Y las deudas privadas? Al banco no me importa joderlo,
pero a mi tío le debo 15.000 dólares.
¿Para qué sirve el feriado bancario? Lo que
iba a pasar el lunes va a pasar el miércoles.
Que se vaya Cavallo, que se vaya Cavallo.
Y si se va Cavallo, ¿viene quién?
Esto es una agonía insoportable. La Argentina parece
Karen Quinlan. Hay que desconectar.
Ojo con hacerte el macho. No es momento.
¿Es verdad que en el Senado se aumentaron los sueldos?
Si no es verdad, podría serlo.
¡Sacá la plata del banco! ¡Ya mismo sacá
la plata del banco!
¿Qué plata? Si no nos queda ni un mango.
¿Conviene poner todo en caja de seguridad?
¡¡No!! Van a congelar las cajas de seguridad.
¿Cómo van a congelar las cajas de seguridad?
Los que se congelan son los plazos fijos. Un tiro para el
lado de la Justicia: no tengo trabajo, pero tampoco plazo fijo.
¡Te dije! ¡Nos convenía pagar las vacaciones
por adelantado!
¿Y si devalúan? Con los mismos dólares
que nos íbamos a Uruguay nos podemos ir a Bora Bora.
Si devalúan, Bora Bora nos van a hacer a todos, salame.
Hace unos años se cantaba Se viene el estallido.
Hoy no se canta: se presiente. Idea para Julián Weich: su
próximo programa, en lugar de llamarse ¿Quién
quiere ser millonario? puede llamarse: ¿Quién
no quiere ser mendigo?
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