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UNA ENCUESTA TRAZA UN DURO PANORAMA DE EN QUE YA NO CREEN LOS ARGENTINOS
No te metás, que ya no hay ni valores

La mayoría absoluta de los argentinos no se metería en una situación donde vean a alguien cometer una inmoralidad, “para que no me genere un conflicto”. Dos de cada tres no tendrían un socio argentino: prefieren un europeo o un norteamericano. El 60 por ciento cree que nuestro principal problema es la deshonestidad. Y un alarmante 53 por ciento piensa que se soluciona... reimplantando la educación religiosa en las escuelas públicas.

Por Raúl Kollmann

La avalancha de retiros de fondos de los bancos tiene una explicación: la desconfianza está en el centro del espíritu de los argentinos. Sólo uno de cada tres ciudadanos de este país tendría como socio a un compatriota: el resto preferiría juntarse con españoles, norteamericanos, suizos o quien fuera, antes de asociarse con un argentino. La gran mayoría cree que al país lo que le hace falta para salir de la crisis es, sobre todo, honestidad, lo que tácitamente significa que los argentinos ven deshonestos a sus propios connacionales. No sólo eso, más de la mitad de la gente cree que la declinación de nuestros valores es la base de la decadencia argentina. En ese marco, ante los primeros rumores, parecía cantado que la gente, desconfiada, correría a sacar sus ahorros de los bancos. No es la única característica de los argentinos de hoy. El país solidario aparece como casi un mito: la mayoría de los ciudadanos sostienen que no se meten cuando ven que otras personas hacen algo contrario a sus valores. Por último, hay un dato asombroso: la gente está de acuerdo en que se permita la educación religiosa en los colegios, tal vez como una forma de recuperar la moral.
Las conclusiones surgen de una amplia encuesta realizada por la consultora Graciela Römer y Asociados. El trabajo se hizo en todo el país y fueron entrevistadas 1278 personas, respetándose las proporciones por edad, sexo, nivel económico-social y distribución en el país.
“La honestidad es, por excelencia, el valor más demandado por los argentinos –sostiene Römer–. Esto se vincula con la creencia extendida de que la gran mayoría de las instituciones se encuentran involucradas en casos de corrupción. Llama la atención que hayan quedado algo relegados lo sentimientos de pertenencia, como el patriotismo y el sentido nacional, y se ratifican como valores el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio y la educación.”
En una evaluación que los propios argentinos hacen de la Argentina, éstas son las calificaciones promedio, surgidas de la opinión de los encuestados.
En cuanto a democracia, el promedio que le ponen los encuestados a la Argentina es de 6. Significa que está bastante bien, o sea que no hay grandes objeciones al carácter democrático del país.
En el terreno de la justicia-injusticia, los encuestados le pusieron un 3.3, lo que equivale a decir que la Argentina es un país injusto.
En cuanto al futuro, el promedio da 5.2, que indica un punto intermedio: la mitad sugiere que la Argentina es un país con futuro y la otra mitad dice que no hay perspectivas. Esto habla de una autoestima bastante golpeada.
Algo similar aparece en el terreno de la educación, donde los encuestados evaluaron al país con un 4.9, o sea poco educado.
Por último, en el campo de la igualdad de oportunidades, la gente se pronuncia con un 3.6 de promedio, lo que significa que consideran que en la Argentina las oportunidades no son parejas para todos. Aquí seguramente se evalúa que la distancia entre ricos y pobres es sideral, que existe la ventaja del acomodado políticamente e incluso la diferencia entre Buenos Aires y el interior.
Lo que más resalta de los valores argentinos es la desconfianza. Römer decidió medir la confiabilidad que los argentinos tienen para con los argentinos. Ejemplificó la idea preguntándole a los encuestados a qué amigo elegiría como socio, y sólo un 36 por ciento preferiría a un argentino a una persona de otro origen. Si a esto se suma la consideración de que la honestidad es un bien escaso, se entiende que la gente esté tan desconfiada y vacíe los bancos ante las primeras versiones. “Los sindicados, el gobierno nacional y la clase política en general son los grupos más alejados de los valores propuestos, como la honestidad. Lagente ve que no tienen coherencia entre los principios y las conductas”, resume Römer.
Para la consultora, “la declinación de los valores argentinos también se traduce en un quiebre del mito de la Argentina solidaria, que ya no se verifica en la realidad. Se profundizó la fragmentación del tejido social en la última década y a partir del desempleo, la pobreza y la exclusión, parecen estar funcionando como soporte del no te metás. Sólo un 33 por ciento de los encuestados asumiría una actitud de comportamiento activo en caso de que haya una situación injusta, inaceptable, opuesta a sus principios y valores” .
La encuesta de Römer exhibe una Argentina dramática, desconfiada, convencida de la deshonestidad de sus pares y gobernantes, poco dispuesta a una lucha solidaria, sin autoestima y sin fe en el futuro. Una Argentina que encaja con los días que estamos viviendo.

 

Fortunato Mallimaci *
Decadencia, ética, religión

Una conclusión se hace cada día más masiva, sólida y hegemónica: la decadencia se agrava y profundiza. Aumentan la pobreza y la desocupación, sube la inequidad producto de una brecha cada vez más amplia entre sectores sociales acomodados y empobrecidos, se respira un sentimiento de impunidad ante tanta injusticia “sin límites” y descreimiento generalizado hacia los sectores dirigentes. Un “hartazgo existencial” crece como clamor ante tanta indiferencia, inoperancia y ajuste sin fin. Las búsquedas de salidas comienzan a germinar en la sociedad, pero como en todo comienzo son balbuceantes y traen algo de lo viejo a fin de recrear memorias e historias y miran hacia delante para sumar. Hoy aparece la “fotografía” sobre los valores. ¿Cómo analizarla? Tengamos en cuenta dos hechos:
u La importancia de la dimensión religiosa en la sociedad argentina (pero atención, las investigaciones indican un crecimiento de las demandas religiosas, especialmente aquellas hechas por cuenta propia, tomando algo de cada grupo, con poco apego a lo institucional y dando relevancia a lo emocional y brindando certezas frente a angustias e incertidumbres varias).
u La concepción de “sentido común” sobre el impacto positivo de lo religioso en la configuración de pautas valorativas en los ciudadanos.
No debemos olvidar tampoco la relación intensa y conflictiva entre religión, sociedad y política que caracteriza a todos los países de América latina. Pero, a diferencia de los 70, donde el compromiso religioso de sectores juveniles llevaba a la acción política, hoy la crisis de representación política partidaria pareciera buscar compensación, sustitución, negación vía lo religioso. En nuestro país esta situación no es nueva pero el contexto es diferente. La dictadura militar de 1943, al mismo tiempo que implantó la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, prohibió la actividad política partidaria. Es cierto que dicha ley fue impulsada por grupos católicos integristas y nacionalistas con el amplio apoyo de la institución católica y las FF.AA. Hoy serían pocos los dirigentes que intentarían tal osadía, dado el carácter pluralista, complejo y fragmentado de la sociedad argentina. Aunque es posible que algún “oportunista” busque sacar rédito corporativo...
Por otro lado es necesario develar el “sentido común” que supone que a mayor presencia religiosa hay mayores valores éticos, solidarios o de honestidad. Estudios realizados en establecimientos religiosos muestran que los ex alumnos no tienen comportamientos valorativos diferenciados respecto de aquellos que fueron a establecimientos públicos. Más aún, con respecto a la relación con el Estado, hubo históricamente una afinidad entre ciertos colegios y universidades privadas católicas con ideologías autoritarias, militaristas y antidemocráticas.
Sólo los espacios de socialización innovadores, inclusivos y valorativos de las diferencias, sean en colegios públicos o religiosos u otras instituciones dadoras de sentido, pueden modificar en el largo plazo los comportamientos de los individuos. Aún en esta situación de decadencia en que se quiebran lazos sociales y la desconfianza lleva a la pérdida de credibilidad, una gran mayoría de maestros, funcionarios, trabajadores, empleados, cuentapropistas e individuos y familias siguen apostando a otros valores, a extender los límites de la solidaridad, de la democracia, de los derechos ciudadanos y el respeto al otro y a la otra.
Bienvenida la actual crisis de valores porque es también la crisis de un modelo de acumulación económica que produce injusticia, de un sistema judicial que criminaliza a los pobres, de leyes que no castigan a los que más tienen y de un Estado social que cada día se va transformando en un estado penal y ausente. La creación de otros valores supone una nueva puesta en común entre vastos actores sociales que rehagan una ética para resignificar nuestras memorias (las laicas y las religiosas) y apostar a nuevas utopías más universalistas y donde “todos entren”.

* Decano de la Facultad de Ciencias Sociales-UBA

 

Por Atilio A. BorOn.
Neoliberalismo a sangre fría

Los datos de la encuesta demuestran con claridad los efectos corrosivos y disolventes de la hegemonía política e ideológica del neoliberalismo sobre la democracia. Como sabemos, la Argentina sobresale entre el conjunto de países latinoamericanos por haber sido la que aplicó las recetas del “Consenso de Washington” con mayor radicalidad e inescrupulosidad. Las consecuencias negativas del brutal sometimiento de la democracia al mercado saltan a la vista: los valores, creencias y actitudes requeridos para que una democracia pueda funcionar han sido corroídos hasta la médula por largos años de irresponsabilidad estatal, el continuo ataque a los valores de la solidaridad y la igualdad, el desenfrenado culto al egoísmo y a la riqueza, y el desprecio cultivado desde las más altas esferas oficiales hacia todo lo que nos aparte de la lógica mercantil.
Cuando el neoliberalismo asesina a sangre fría al zoon politikon de Aristóteles, personaje social y político que es el fundamento imprescindible de todo orden democrático y lo sustituye por la sórdida figura del homo economicus de la economía neoclásica, el resultado no puede ser otro que el que ilustra la encuesta. Por eso más de la mitad de la muestra consultada opta por el clásico “no te metás” ante una situación que ofende a sus principios puesto que en el fragor de los mercados lo que cuenta no son los valores sino los precios. Por eso también la categórica condena a quienes han gestionado el ajuste: la clase política, el gobierno, el sindicalismo cegetista, los militares y las grandes empresas, cómplices todos del fenomenal saqueo sufrido por la sociedad argentina. Tampoco es sorprendente la existencia de un elevado porcentaje (58 por ciento) que sostenga que “la declinación de nuestros valores es la base de la decadencia argentina”. Se trata de una afirmación que nos remite al universo ominoso del “ser nacional”, tan exaltado en los exorcismos que en contra de las “ideologías foráneas” practicaban los déspotas de uniforme durante los años setenta y parte de los ochenta. Y que casi las dos terceras partes de quienes resienten la declinación de los valores autóctonos piensen que debería permitirse la introducción de la educación religiosa en las escuelas públicas, haciendo tabla rasa con el pluralismo de la sociedad civil y avalando con esta iniciativa fundamentalista la recristianización forzosa de la vida social. No hace falta ser un pesimista para percatarse de la gravedad de este síndrome actitudinal, cuya importancia se agiganta cuando la encuesta nos dice que comparten esta creencia un 40 por ciento de los encuestados en la ciudad de Buenos Aires, baluarte tradicional del progresismo argentino. En fin, se trata de un conjunto de datos que, cual el huevo de la serpiente, permiten ver al trasluz la acelerada maduración del monstruo autoritario engendrado por las políticas neoliberales. Al revés de lo que aseguran sus bien pagados publicistas, su resultado no es el florecimiento de todas las libertades sino que parecería ser la creación de las bases para la instauración de un orden despótico asentado sobre la desesperación y la desesperanza de la estafada ciudadanía democrática.

 

  CUADROS

EL NO TE METÁS
CUESTIÓN DE VALORES
PARA SOCIO, UN EXTRANJERO
LO QUE NOS FALTA
DIOS EN EL AULA

 

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