TORTURAS Y ASESINATOS
EN LAS CARCELES DE RÜCKAUF Un preso fue quemado vivo en una celda de castigo en la cárcel de Magdalena en represalia por haber testimoniado sobre las torturas a otro detenido. Doce detenidos iniciaron una huelga de hambre para protestar por las condiciones de alojamiento en la cárcel de máxima seguridad de Melchor Romero. Un camarista de garantías pidió la intervención federal a los tres poderes de la provincia de Buenos Aires para garantizar la vida de 22.000 presos que sobreviven �en condiciones infrahumanas y degradantes� en un régimen semejante al de los peores �campos de concentración y quebraderos de la dictadura militar�. También denunció la complicidad de una parte del Poder Judicial y del Ministerio Público de la Ciudad de La Plata. Diarios que sólo reproducen las mentirosas versiones oficiales. |
Por Horacio Verbitsky La beligerancia del gobierno de Carlos Rückauf en contra de los derechos y garantías de las personas privadas de su libertad produjo uno de los más estremecedores episodios la semana pasada, cuando un preso fue quemado vivo en la cárcel U28 de Magdalena. La víctima había declarado como testigo acerca de las torturas padecidas por otro preso. El Servicio Penitenciario provincial informó que el fuego fue iniciado en forma deliberada por el detenido Juan Ramón González Sosa, de 21 años, dentro de una celda de castigo, pero su madre y su esposa lo desmienten (ver Las llamas del infierno). Mientras Rückauf sólo se interesa en la política nacional, la designación de Juan José Alvarez como ministro de Seguridad ha implicado algún límite para el descontrol de la policía. En cambio, la de Antonio Arcuri en Justicia y la confirmación de Miguel Angel Pló en políticas penitenciarias ha hecho de las cárceles uno de los círculos del infierno. Antes de conocer este caso, el camarista de San Isidro Raúl Borrino había pedido la intervención federal a los tres poderes de la provincia de Buenos Aires para garantizar la vida de 22.000 presos que sobreviven en condiciones infrahumanas y degradantes en un régimen semejante al de los peores campos de concentración y quebraderos de la dictadura militar. También pidió la destitución en juicio político de cinco jueces de la Corte Suprema de Justicia bonaerense y de su procurador general, a quienes acusó de encubrimiento. Alegando inexistencia de delito su denuncia fue desestimada por el fiscal Leandro Daniel Heredia, el mismo al que le corresponde investigar la muerte de González Sosa. Su primera decisión fue excluir a la asesoría pericial del Poder Judicial y encomendar la autopsia al cuerpo médico de la morgue policial. Agua del inodoro En menos de diez días la sala III de la Cámara de San Isidro
recibió quince denuncias sobre torturas a los detenidos en la cárcel
de máxima seguridad de Melchor Romero, en Florencio Varela, la
U29, inaugurada en 1996 donde antes funcionó un célebre
manicomio. En los últimos meses, a las patadas y puñetazos
y al submarino habituales se sumaron el uso de corriente eléctrica,
golpes con palos en las plantas de los pies y simulacros de fusilamiento.
La crucifixión Un detenido relató que después de golpearlo en todo el
cuerpo y someterlo al submarino, el sargento Baltasar Rodríguez
y otros guardiacárceles lo tomaron de las piernas y de los brazos,
boca arriba, como crucificado. En esa posición Rodríguez
le golpeó la cabeza contra el piso hasta hacerle perder dos dientes
y fracturarle la mandíbula. Otro contó que el jefe y el
subdirector del penal, tras descubrirle los números de teléfono
del camarista Fernando Maroto y de la defensora María Dolores Gómez,
le dijeron andá a denunciarnos si querés, que vas
a terminar en el mismo cajón que ellos. A otro le anticiparon
que a Borrino, Maroto y Gómez ya les va a llegar la hora.
El jefe Fracchia y el oficial Barrios le dijeron a un preso que si hablaba
con Gómez iba a terminar como ella. Varios denunciaron
que los agentes los usan para mandar a matar a quienes no se someten,
les facilitan facas y los amenazan con vengarse de sus familias si no
cumplen las órdenes. Los apóstoles El martes 20, el ministro de justicia Antonio Arcuri debatió la
situación con el subsecretario Pló, el jefe del Servicio
Penitenciario Esteban Mazzante y el fiscal de ejecución Marcelo
Romero. Allí se decidió recurrir a la Suprema Corte provincial,
centrar la difusión del caso en la peligrosidad de Brandán,
uno de los célebres Doce Apóstoles, para sembrar pánico
ante los traslados dispuestos por los jueces, y vedar el acceso de defensores
y secretarios de ejecución a las cárceles si no anunciaban
su visita con un día de antelación. Pló ya había
dispuesto que los defensores oficiales sólo podrían entrevistar
a los detenidos de sus propios departamentos judiciales y que para hablar
con otros presos debían contar con autorización expresa
de los juzgados a cuya disposición se encontraban. Nos están matando Esa misma noche varios detenidos fueron devueltos a Melchor Romero y
sometidos a un castigo despiadado. Un preso llamó por teléfono
a un defensor, gritó nos están matando, dio
su nombre, número de pabellón y celda y cortó. La
justificación fue filtrada en versiones oficiosas por los complacientes
diarios de La Plata. Según El Día, los recién
llegados Marcelo Brandán Juárez y Jorge Alberto Rodríguez
Preste patearon puertas (que estaban cerradas), insultaron a los custodios
e intentaron agredir al personal penitenciario, que ante el
temor porque otros presos se plieguen a la medida (las celdas
son individuales) decidieron ingresar a los calabozos. Allí
los presos lanzaron puntapiés y golpes de puño, aunque
no alcanzaron a lesionar a nadie, al contrario (sic). Los custodios tuvieron
que emplear la fuerza mínima (sic) para reducirlos y resguardar
su integridad física. Los presos fueron luego derivados
al sector sanidad (la sala de torturas). Complicidad Borrino y Vázquez coincidieron en que según la Constitución provincial y el Código Procesal Penal los supremos no eran competentes para entender per saltum en la causa, pero no lograron acordar una respuesta común. Vázquez consignó que a pesar de los traslados continuaron las agresiones físicas a los detenidos, ya que el SPB informó una supuesta pelea y al día siguiente recibieron en tribunales a un preso con las plantas de los pies en carne viva, que se desvaneció por los golpes, y a otro con triple fractura de mandíbula y tres costillas rotas. Pero acató el apartamiento. Borrino rechazó la resolución por inconstitucional, contraria al derecho, a la independencia de los jueces, al principio de debido proceso y al derecho a la jurisdicción. Frente a estos dos votos opuestos, la decisión final recayó en el juez de garantías Orlando Díaz, que sumó su voluntad a la de Vázquez. Borrino dijo que era evidente la condescendencia, tolerancia, complicidad o encubrimiento de una parte del Poder Judicial y del Ministerio Público de la Ciudad de La Plata, ya que de otro modo la tortura no puede existir o sobrevivir y ninguna agencia armada podría establecer un territorio sustraído al Derecho y tener garantizadas su impunidad e inmunidad frente a la ley, como la que obscenamente gozan los realizadores de las graves violencias que se cumplen a diario en la Unidad 29. Destacó la ostensible resistencia del Poder Ejecutivo a acatar las disposiciones judiciales o atender sus pedidos y la responsabilidad de la Legislatura como un apéndice del Ejecutivo tanto en el dictado de una ley inconstitucional de encarcelamiento masivo (la 12.405) como en el encubrimiento de manejos ilegales de fondos públicos, en alusión a la estatización de los deudores incobrables del Banco Provincia. Ante las complicidades transversales y la declinación del derecho y la independencia judicial, solicitó la intervención federal de la provincia, denunció a los cinco jueces supremos y al procurador ante la fiscalía de turno. Dijo que donde no hay derecho hay fuerza y que antes que fallar contra el derecho prefiero sufrir las consecuencias de disciplinamiento y persecución. Sistema terrorista En la denuncia Borrino dijo que en dos años la cantidad de presos
bonaerenses aumentó de 14.000 a 22.000, cuando el Servicio Penitenciario
sólo tiene 8000 plazas. Esta superpoblación exige
un sistema de terror interno que contenga la iniquidad de las condiciones
a que se somete a los prisioneros: falta de luz, de agua, de alimento,
de espacio, de actividad, de intimidad, de trabajo, de estudio, de movimiento
físico. Sólo se les brindan penurias prohibidas
por la ley que no pueden ser toleradas por ninguna persona bien nacida,
y torturas para que la degradación humana no explote en rebelión.
Pese a que nunca las condiciones fueron tan degradantes nunca hubo
menos amotinamientos. El secreto de esta paz de cementerio
es el régimen de aislamiento y tortura sistemática
y permanente. Además se dejan salir testigos vivos
para que difundan el terror que allí se siembra, como sucedía
en los campos de concentración y quebraderos de la última
dictadura militar. La supresión del hábeas corpus
como herramienta de control transversal tal vez haya inaugurado
una nueva etapa de supresión humana impune en el territorio provincial,
concluyó.
Las llamas del infierno Por H. V. Daniel Alberto Chocobar era
uno de los 1700 detenidos en la U30 de General Alvear, cuya capacidad
es sólo para 1000. Los presos son hacinados de a dos en celdas
de 2 por 2 metros, en las que permanecen 20 horas por día. Chocobar
denunció que lo golpeaban y le tiraban agua a presión con
una manguera. Al entender en su recurso de amparo, los camaristas de la
sala III de San Isidro oyeron a muchos testigos. Uno de ellos fue Juan
Ramón González Sosa, quien dijo que era común escuchar
golpes y quejidos. Narró que los guardias impiden dormir a los
presos, con recorridas de recuento a las 2, las 4 y las 6 de la mañana.
Ante el llamado, todos deben mostrar ambas manos a través del pasaplatos
de las celdas. Por quedarse dormido en uno de esos recuentos, González
Sosa fue conducido al pabellón de castigo y alojado en la celda
contigua a la de Chocobar. Desde allí escuchó los golpes
y los quejidos de Chocobar. La sala III dispuso que Chocobar, González
Sosa y otros detenidos fueran trasladados de la U30 a la U28 de Magdalena.
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