Por Horacio Cecchi
A ver, Milagros, ¿qué
vinimos a comprar?, preguntó Clarita, y Milagros la miró,
pero no respondió. Mila, ¿qué vinimos a comprar?,
insistió Clarita acercándose al rostro de su interlocutora,
que seguía emperrada en no hablar. A todo esto, la fila de clientes
aumentaba, lo que empezó a provocar cierta incomodidad a Carlos,
dueño del local de emergencias sanitarias 24 horas. Pero Clarita
estaba convencida: Miiili, prechiocha, dechile a mamita qué
vinimosh a bushcar, dechile. Milagros, ni mu. Hasta que al final,
ofendida pero comprensiva, Clarita dio vuelta hacia Carlos y preguntó:
¿Tiene flashypants?. Flashypants, cabe aclarar, son
bombachas caninas absorbentes para que en esos días,
ellas (o sea Milagros) puedan andar sin problemas ni preocupaciones como
si fuera un día más. No sólo flashies. Para los pichichos/as
también se encuentran camperas polares, mochilas, servicios de
oftalmología, cardiología, rehabilitación, psicología,
agility (sólo sepa que es un deporte canino), grooming, fitness,
fiestitas animadas, un spa para perros, un resort para vacacionar y hasta
servicios fúnebres, incluida la cremación con devolución
de cenizas en la respectiva urnita.
Claudio Pena, psicoanalista dedicado hace tiempo a la crianza de sus rottweiller
de competencia, abrió hace muy poco tiempo un spa. Para perros.
Dr. Mascot, se llama. Apenas uno ingresa a la gran casona refaccionada
de Núñez, descubrirá dos cosas: primero, que los
pacientes no ladran mientras esperan su turno. Segundo, que allí,
según reza un cartel en la entrada, se ofrece Rehabilitation, Fitness,
Spa, School & Day Care Center. Por si acaso, también prolongan
sus servicios con un Holiday Center, en Moreno.
Muy biennn, muy bienn, dijo maravillada Ana. El nudo emocional
en su garganta le impedía decir más. Mirá,
quiere alcanzarme, dijo ya al borde del angustiante llanto que trae
la felicidad de golpe. El motivo se llama Nahuel, un cocker spaniel que
ejercitaba sus dos patas traseras tras una intervención quirúrgica
por discopatía, en el primer equipo de hidroterapia canina del
país. El aparato es un enorme cubo de vidrio que se llena de agua
climatizada. En la base tiene una cinta sin fin, del mismo tipo que las
de aerobics. Y un marcador de velocidad, distancia recorrida y tiempo.
Nahuel llevaba recorridas 0,02 millas, a 0,6 millas por hora, cuando se
le ocurrió apoyar su manecita izquierda en el vidrio. Me
saluda, interpretó la emocionada Ana, que del otro lado del
vidrio alentaba a Nahuel a seguir avanzando con el agua hasta la panza
en un raro ir a ninguna parte. Mirala a mamá, hacele ojitos,
le imploraba ella, interrumpiendo cada tanto con un: Vení,
sol, vení. Quiere alcanzarme. De paso, adelgaza, explicaba.
Estoy emocionada, la próxima me traigo la malla.
Cualquiera creería que la relación hombre-perro está
ingresando en los bordes de la locura. Ver a la viejecita de setenta y
pico comentando con su chihuahua de ojos saltones lo extraño que
está el clima, mientras cruza la calle llevándolo en los
brazos, es un indicio que lleva a confusión. En realidad, no es
que la viejecita sufra demencia senil, ni que el chihuahua hable (apenas
es un horrible e histérico animalito), sino que todos, la sociedad
en su conjunto, camina a grandes pasos hacia el borde. Y los perros como
otras mascotas, por qué negarlo están allí
para ofrecer su lomo y mover su cola como ancla a tierra.
La tecnología avanza como en cualquier rubro. Pero en el
caso de los artículos accesorios, están hechos más
para el gusto del dueño que para la necesidad del perro explicó
a Página/12 el médico veterinario Claudio Gerzovich Lis,
especialista en conductas de animales. El dueño lee las necesidades
de su mascota según su punto de vista, que tiene que ver con sus
propias necesidades y deseos. No es que la gente esté loca. La
sociedad aísla cada vez más, y aunque nadie se pone a pensar
necesito unafecto, lo necesita. El humano es, por conformación,
sociable, y eso le da afinidad con el perro, que también lo es.
Si algún día usted se descubre tirado en el sillón,
mirando su película favorita, con el brazo derecho estirado acariciando
la nuquita de su gran danés, o apretándole la oreja en los
momentos de mayor tensión, no tema, usted no enloqueció.
Sólo necesita una novia.
Los flashypants adquiridos por Milagros son sólo un detalle. Había
una mujer que nos traía camperas de tela polar hechas a mano,
agregó Alberto Castronuovo, de la Clínica Escalada, de Banfield.
En el lomo, a pedido del dueño, bordaba marcas de ropa. Venían
con cierre relámpago y todo. También mochilas.
¿Para ir a la escuela?
Es una buena idea. Pero no, son parecidas a las mochilas para llevar
bebés, pero en vez de bebés llevan un pekinés, un
caniche, un cachorrito.
La mochila no es el único habitáculo. En Mi Fiel Compañero
recordaron un caso modelo. MFC es un jardín de paz para mascotas.
Mucho campo, arboledas describió Norberto Castronuovo,
hermano del dueño de Escalada, igual que en un cementerio
privado humano, pero para animales.
El caso modelo era el de un boxer, fallecido él, que tuvieron que
ir a buscar porque MFC ofrece un servicio completo, incluyendo traslado
desde el domicilio (procesión informal). Lo estaban velando
desde hacía dos días en una cunita de bebé,
explicó Castronuovo, ya habituado y sin asombro. MFC es uno de
los tres cementerios de animales próximos a la Capital. Ofrecemos
tres servicios, el de la fosita común, el de la fosita identificada
y la cremación. No van monumentos, ahora no se usa. La común
es la que más se pide porque es más económica, con
los problemas por los que pasa el país. Pero la fosita identificada
tiene también pedidos. Es individual, le ponemos la plaquetita
con el nombre, parquizado alrededor. Hay gente que tiene un lazo afectivo
especial. Tenemos una familia que desde hace siete años, cada dos
meses, viene a ver a su cocker spaniel. La gente viene, está un
rato, recuerda, deja flores y se va. El otro sistema, más
pragmático, pero también con sus costados de idolatría
cuasi pagana es el de la cremación. Por 150 pesos, lo llevamos
a cremar y después entregamos la urnita con las cenizas para que
se la lleven a la casa. Al dueño le aconsejamos que nos acompañe,
para que no dude de que son las cenizas de su mascota.
Pero antes de pensar en el paraíso, el estrés ciudadano
impuso las Flores de Bach, las técnicas homeopáticas y la
acupuntura. Afirman que al pinchazo no se escucha el más leve gruñido.
Hace poco tiempo, surgió una nueva tendencia: la medicina prepaga.
Una de estas redes se llama Dr. Petkota, aseguran contar con 2 mil asociados
y esperan reunir 300 veterinarias. Pero como ocurre entre los humanos,
nadie piensa en relanzar la devaluada institución de la Argentina
moderna: una obra social para perros.
En realidad, la milenaria relación hombre-perro parece tener sus
días contados, si se toman en cuenta los últimos datos surgidos
nada menos que de Estados Unidos: según Gerzovich Lis, allá
ya hay más gatos que perros. El motivo: la sociedad moderna viene
con comida congelada, microondas y gato. Todo es más sencillo,
más rápido y exige menos preocupaciones.
La prepaga, para abaratar
La sociedad canófila tiene sus números: en todo
el país se calculan alrededor de 5 millones de perros. Buenos
Aires tiene cerca de medio millón. Alrededor del 30 por ciento
de las familias tiene su propia mascota canina. El más popular
es el ovejero alemán, aunque la raza denota status no
del perro, obvio, y según la moda estarán los
ovejeros afganos, rottweiller y demás.
Los caniches porteños consumen más de cien mil toneladas
de alimentos balanceados, recetados por dos millares de veterinarios.
Una atención básica de salud ronda los 20 pesos. Si
se trata de un tratamiento especial, como el moderno aparato de
hidroterapia (ver nota principal), el valor de la sesión
es de 30 pesos. Un corte de pelo para modelaje oscila entre 15 y
40 pesos según la cara del perro, y especialmente su tamaño
y los nudos de su pelambre. Las veterinarias suelen abrir abonos
para atención de clientes, con lo que se economiza.
Las nuevas redes, al estilo de las prestadoras de salud para humanos,
abaratan en un 20 a 30 por ciento los costos. La oferta de cementerios
tiene también sus cifras: una fosita común oscila
en los 100 pesos. Fosita individualizada, con plaquetita y parquizadita,
180. Ambas incluyen procesión. Para los más excéntricos,
cremación, 150. Incluye, obviamente, la urnita con las cenizas
para mantener en el recuerdo.
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