Por Marcelo Justo
Desde
Londres
Es el hombre más buscado
de la Tierra, el trofeo máximo de la guerra en Afganistán,
la cabeza que George Bush quiere presentar como ofrenda al pueblo estadounidense.
El artífice del terrorismo internacional en la demonología
norteamericana, Osama bin Laden, estaría en la remota zona de Tora
Bora en el sudeste de Afganistán, protegido por unos 2000 miembros
de Al-Qaida y un laberinto de túneles y cuevas en las montañas.
Su captura vivo o muerto sería un duro golpe a la organización
que lidera, pero, según los especialistas en el tema consultados
por Página/12, no constituiría el fin de Al-Qaida.
Al-Qaida o la Base fue creada en 1989 tras la retirada de
las fuerzas soviéticas de Afganistán y opera en unos 40
o 50 países de todo el mundo. En la cúspide de la organización
se encuentra Osama bin Laden y el consejo o Shura, compuesto
por unos 15 fogueados clérigos y combatientes de Arabia Saudita,
Yemen, Kuwait y otras naciones islámicas. El consejo tiene cuatro
comités: militar, religioso, propagandístico y financiero.
Los dos primeros son clave en la formación de nuevos miembros.
El comité militar es el encargado del entrenamiento de combatientes
en dos técnicas separadas: guerra de guerrillas y operativos terroristas.
El religioso está a cargo de la formación ideológica
de los cuadros.
Los cálculos estimativos son que Al-Qaida cuenta con unos 4000
combatientes, la mitad de los cuales se encuentra en Afganistán,
y un número indeterminado de activistas y simpatizantes. Entre
las organizaciones que mantienen vínculos con Al-Qaida se encuentran
grupos separatistas propaquistaníes de Kashmir, el IMU (Movimiento
islámico de Uzbekistán), el Abu Sayyaf en Filipinas, el
GIA de Argelia y grupos de la guerrilla chechenia. Estos grupos tienen
una base autóctona, practican diversas formas de guerra de guerrillas
y su grado de islamismo varía. La relación con Al-Qaida
es lábil. Hay una afinidad ideológica, un vínculo
religioso y un préstamo mutuo de combatientes para
coyunturas específicas, pero no es una relación orgánica,
puntualizó a Página/12 el iraquí Mustaffa Alani,
investigador asociado del Royal United Services Institute de Londres.
El espectacular crecimiento de Al-Qaida en los 90 se vio favorecido por
la presencia del gobierno talibán y las ambigüedades de la
política estadounidense. El régimen fundamentalista afgano
contaba con la colaboración de Pakistán, un tradicional
amigo estadounidense, y aseguraba la estabilidad que necesitaban las compañías
petroleras norteamericanas para los oleoductos y gaseoductos que cruzarían
Afganistán, provenientes de las importantes reservas del Mar Caspio,
con destino al Mar Arábigo y el resto del planeta. Este mutuo acomodamiento
entre los talibanes y Estados Unidos llegó a tal punto que, según
un libro de dos analistas franceses de inteligencia, La verdad oculta,
el subdirector del FBI, John ONeil, renunció en julio pasado
en protesta por la obstrucción del gobierno de Bush a la investigación
que estaba realizando sobre la actividades de los talibanes.
El principal obstáculo para la investigación del terrorismo
islámico son los intereses petroleros estadounidenses, reveló
ONeil en el libro. Estos intereses están ampliamente representados
en el gobierno norteamericano mediante los vínculos que tienen
con la industria energética el presidente George Bush el vice Dick
Cheney (que viene de la compañía de servicios petroleros
Halliburton) la asesora de seguridad Condolezza Rice (proveniente de Chevron).
El 11 de setiembre destruyó este entendimiento entre la estabilidad
que proveía el gobierno talibán y la vista gorda estadounidense.
La negativa del gobierno afgano de entregar a Osama Bin Laden precipitó
la acción militar norteamericana y cavó la tumba del gobierno
fundamentalista que, al cierre de esta edición, se aferraba a su
último refugio, Kandahar. Para Al-Qaida la pérdida de Afganistán
tiene serias implicaciones. Desde la toma del poder del Talibán
en 1996, Al-Qaida había dispuesto de una base de operaciones donde
planear ataques, entrenar nuevos combatientes y almacenar un temible arsenal
militar, que incluía un intento de desarrollar armas químicas,
biológicas y nucleares. A la luz de lo ocurrido en Afganistán,
esa base no podrá ser reconstituida: ningún país
abrirá sus puertas a Al-Qaida por temor a una represalia estadounidense.
A esto se añade una cacería a nivel internacional con detenciones
de presuntos miembros en Estados Unidos, España, Francia, Alemania
y Gran Bretaña.
Los especialistas consideran que Al-Qaida está reducida a dos componentes:
los combatientes en las montañas de Afganistán y las células
durmientes en otros países. El cálculo es que unos 2000
combatientes se encontrarían en las montañas del sur, famosas
por su contribución a todas las guerras que libró el país
contra fuerzas extranjeras, desde Alejandro Magno hasta la Unión
Soviética. Desde ahí pueden librar una prolongada
y desestabilizadora guerra de guerrillas, indicó a Página/12
Magnus Ranstrop, vicedirector del Centro de Estudios Antiterroristas de
la Universidad de Saint Andrews en Gran Bretaña. Más impenetrables
aún son las células durmientes que estarían plantadas
en 40 o 50 países, desde Estados Unidos a Argentina, pasando por
la Unión Europea, América latina y Africa. Estas células
tienen una gran autonomía operativa y pasan años inmersas
en el terreno antes de ejecutar una acción. Mucho se ha hablado
en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia sobre el reclutamiento
que se haría en algunas mezquitas radicalizadas aprovechando la
tolerancia de sus leyes. En los cursos de entrenamiento de Al-Qaida las
instrucciones son claras: los miembros de una célula deben ser
indistinguibles del resto de la población. Barbas, turbantes y
visitas a la mezquita están estrictamente prohibidos. En su lugar,
deben ser prominentes los rasgos distintivos del corrupto Occidente:
tabaco, alcohol, perfumes.
A pesar de la existencia de las células durmientes, no cabe duda
de que Al-Qaida ha sufrido un durísimo golpe desde el punto de
vista militar. A las numerosas bajas que experimentó en los combates
con la Alianza del Norte y la fuerza aérea estadounidense, en especial
en las dos ciudades al norte del país, Mazar-i-Sharif y Tunduz,
se añade la muerte de Mohamed Atef, pariente político de
Bin Laden y comandante de las fuerzas militares. Estos cuadros no se forman
de la noche a la mañana. Sus muertes pueden tener también
desmoralizar a miembros y simpatizantes de Al-Qaida, pero también
podrían tener un efecto contrario: convertir a Osama bin Laden
y sus combatientes en mártires de la causa islámica. Según
Fred Halliday, autor de Dos días que conmovieron el mundo y especialista
del Medio Oriente de la London School of Economics, nada impedirá
una reagrupamiento para formar Al-Qaida dos o Al-Qaida auténtico
o lo que sea. Su existencia, actual y futura, santificará
la presencia de Estados Unidos en la región.
INVESTIGADOR
MUSTAFFA ALAMI
Puede haber otros jefes
Por M. J.
¿Qué impacto
tendrá la guerra en Al-Qaida?
No se sabe aún. Si logran aniquilar físicamente a
la jefatura de AlQaida, la red quedará paralizada porque se destruirá
el nervio central de la operación que se encuentra en Afganistán.
Las células en el exterior necesitarán bastante tiempo para
reorganizarse, si es que antes no son desbaratadas por los servicios de
seguridad. Una de los grandes problemas es que con Afganistán,
Al-Qaida perderá un lugar que era el centro de operaciones y un
refugio seguro donde sus miembros podían actuar con entera libertad.
Antes se pensaba que Chechenia o Kashmir podían ser sustitutos.
En el actual contexto internacional, ya no es posible.
Sin embargo, Al-Qaida se caracteriza por tener una gran autonomía
operativa. ¿No facilitará esto su supervivencia?
Es cierto. Gracias a esa autonomía y al sistema de las células
durmientes es muy posible que estén por ejecutar una acción
que comenzaron a planear mucho antes del 11 de setiembre. No digo que
Al-Qaida desaparezca con la eliminación del liderazgo, pero sí
que durante meses o quizá años se verá muy afectada.
No hay que descartar, sin embargo, que la organización tenga en
Africa o en alguna parte del planeta una jefatura alternativa, invisible
hasta ahora, y capaz de retomar el papel que cumplía Osama bin
Laden en Afganistán. No podrán contar, sin embargo, con
una base de operaciones como la que tenían con el régimen
talibán.
¿Cómo afecta esta derrota militar en Afganistán
el apoyo que tiene AlQaida en el mundo islámico?
Al-Qaida se ha nutrido de la clase media universitaria, pero ha
sido bastante popular con la gente de la calle en los países islámicos.
La ideología básica es antiestadounidense. A pesar de lo
que se ha dicho, la cuestión palestina es central en su discurso
y en la popularidad que tiene en el resto del mundo islámico. Esto
no se verá afectado porque la percepción existente es que
Israel no sobreviviría si no fuera por Estados Unidos.
¿Cómo ve entonces el futuro de Al-Qaida?
Todo depende de si EE.UU. consigue destruir a Al-Qaida en Afganistán.
La voluntad político-militar está. Estados Unidos ha dicho
que la campaña militar puede tomar años y aunque quisiera,
que no parece ser el caso, no podría dar marcha atrás. Pero
es probable que no consiga eliminar a Al-Qaida y que la organización
siga siendo una fuerza guerrillera que desestabilice continuamente Afganistán.
¿Le parece esto posible a pesar del poderío militar
y tecnológico estadounidense?
En Vietnam, EE.UU. contaba con una tecnología muy superior
a su enemigo y, sin embargo, no consiguió vencerlo. La tecnología
militar hoy puede ser mucho más avanzada que durante la guerra
de Vietnam, pero tiene un límite. En especial en un país
tan inestable como Afganistán. Al- Qaida conoce perfectamente el
país y saben cómo operar. Pueden sobrevivir este ataque.
ESPECIALISTA
MAGNUS RANSTROP
Capacidad afectada
Por M. J.
¿Es la derrota
del Talibán el principio del fin de Al-Qaida?
No. El modelo de funcionamiento de Al-Qaida tendrá que cambiar
porque antes las células durmientes que operaban en los distintos
países iban a Afganistán a obtener la aprobación
del liderazgo para sus operativos. Esto es imposible hoy en día.
Las posibilidades de Al-Qaida de obtener armas de destrucción masiva
también han sido seriamente afectadas. El interrogante es si ya
las tenían o no, sobre todo, en el caso de los agentes químicos.
De modo que la situación actual apunta a que habrá una autonomía
operativa de las células durmientes mucho mayor aún que
hasta el momento por una cuestión de necesidad: no podrán
comunicarse con los líderes.
¿Qué impacto tendría la muerte de Osama bin
Laden?
Orgánica y militarmente el impacto no será muy notable.
Osama bin Laden ha funcionado como una figura simbólica del movimiento.
Será sustituido por otros líderes. Políticamente
su muerte causará un levantamiento de sectores extremistas musulmanes
y habrá un incremento de ataques espontáneos contra objetivos
estadounidenses. Curiosamente podría complicar la tarea de la coalición
porque se personificó excesivamente la guerra contra el terrorismo
en la figura de Bin Laden y la gente no tendrá la voluntad política
para seguir en campaña. En caso de que haya una captura de Bin
Laden o de otro líder, veríamos un aumento de los secuestros,
como un intento de lograr un intercambio de prisioneros.
¿Le sorprende que no haya habido ninguna respuesta de estas
células durmientes al desarrollo de la guerra en Afganistán?
Hay que tener en cuenta que lleva mucho tiempo preparar operativos
militares como los de Al-Qaida. El segundo factor en juego es que desde
el 11 de setiembre ha habido un fuerte incremento de la seguridad e inteligencia.
Esto no quiere decir que no vaya a haber atentados. En los últimos
años Al-Qaida ha estado muy activa. En Jordania únicamente
intentó ejecutar 35 atentados, todos ellos desbaratados por los
servicios de seguridad. Acá se logró desarticular un atentado
contra el Parlamento Europeo. De modo que cabe pensar que habrá
nuevos atentados.
Estados Unidos insiste en la posibilidad de continuar esta operación
en otros países. ¿Lo ve posible?
A medida que Afganistán deje de ser el centro de la acción,
la atención se desplazará a otras zonas, entre ellas la
del triángulo de Argentina, Paraguay y Brasil. Por el momento se
habla mucho de Irak. Creo que sería un grave error por las repercusiones
que tendría y porque el problema con Irak son las armas de destrucción
masiva, no el terrorismo. Sería muy contraproducente y peligroso
porque pondría en peligro la coalición y porque bajo presión
militar, Saddam Hussein podría atacar a Israel y esta vez el gobierno
israelí podría responder. Este escenario sería una
tragedia. Creo que una posibilidad más fuerte en este momento es
Somalía o países similares a Afganistán, que han
sido refugios de Al-Qaida y que tienen una estructura organizativa muy
frágil.
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