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“Nos preocupa la detención de
más de 1180 extranjeros sin juicio”

La masacre cometida en la represión del motín carcelario de tres días aplastado esta semana cerca de Mazar-i-Sharif ha dado pie a la entrada en acción de Amnistía Internacional, que también critica la restricción de libertades civiles norteamericanas.

George W. Bush saluda a los cadetes de la Academia Naval
en un acto en Filadelfia.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

El gobierno estadounidense –y el británico– desestimaron un pedido de investigación de Amnistía Internacional sobre la toma del fuerte de Mazari-Sharif en el norte de Afganistán, a pesar de las denuncias sobre ejecuciones extrajudiciales y del abierto apoyo de la comisionada para Derechos Humanos de la ONU, Mary Robinson. Según Amnistía Internacional, la negativa estadounidense no es un hecho aislado sino una preocupante tendencia del gobierno de George Bush, a partir de los atentados del 11 de setiembre. En diálogo con Página/12, la investigadora de Amnistía Internacional sobre Estados Unidos, Angela Wright, criticó al gobierno estadounidense por el deterioro de los derechos humanos desde los atentados en Nueva York y Washington.
–¿Cuál es su reacción al rechazo estadounidense –y británico– de una investigación sobre lo sucedido en Mazar-i-Sharif?
–La respuesta del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en una conferencia de prensa del Pentágono no merece comentario. Rumsfeld dijo desconocer el pedido de una investigación y básicamente descalificó que fuera necesaria. Más explícito fue Kenton Keith, portavoz de la coalición liderada por Estados Unidos, que rechazó por completo que se realizara una investigación. Estamos igual todavía esperando una respuesta oficial estadounidense. En el caso del gobierno británico, su negativa a investigar hechos en los que aparentemente se habrían cometido graves violaciones a los derechos humanos abre un serio interrogante respecto a su compromiso con los derechos fundamentales de todo ser humano. Esto es particularmente preocupante en relación al tratamiento de futuros prisioneros.
–¿Qué tipo de responsabilidad podrían tener Estados Unidos y Gran Bretaña?
–Estados Unidos, y en menor medida Gran Bretaña, participó de esta operación. El poder aéreo estadounidense fue responsable de las muertes causadas en el fuerte en que se encontraban los prisioneros. Se habla de masacres de prisioneros y de testimonios sobre cadáveres maniatados. Estas serían claras violaciones de la convención de Ginebra. Tenemos que saber si la respuesta a la insurrección armada de prisioneros fue proporcional y si la coalición hizo los esfuerzos necesarios para que hubiera una rendición pacífica. Otra cosa que se debe investigar es cómo ocurrió esta revuelta y por qué los prisioneros tenían armas. Sería necesario determinar la exacta división de responsabilidades en este hecho para saber qué grado de control tenían Estados Unidos y la Alianza del Norte.
–Se ha dicho que es imposible aplicar la convención de Ginebra a los combatientes de la Alianza del Norte que seguramente no saben de la existencia de la Convención –o de Ginebra– y que se rigen por códigos locales de guerra.
–La Alianza del Norte y los talibanes conocen perfectamente la Convención de Ginebra. Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos, así como la ONU, han hecho reiterados llamamientos a que estas y otras convenciones sean respetadas. Por su parte, Estados Unidos, que inició este conflicto armado, debe hacer todo lo posible para que se respeten los derechos humanos.
–Amnistía Internacional también es crítica respecto a la evolución de los derechos humanos en Estados Unidos desde el 11 de setiembre.
–Nos preocupa especialmente la detención de más de 1180 extranjeros sin juicio como consecuencia de la investigación que siguió a los atentados. Muchos no han tenido acceso a representación legal y todavía no se handado a conocer los nombres y lugares de detención de las personas arrestadas. La legislación antiterrorista que el Congreso aprobó en octubre es igualmente preocupante, en particular el poder del procurador general de detener indefinidamente a extranjeros sospechosos de terrorismo.
–El decreto presidencial de George Bush que autoriza los tribunales militares secretos para casos de terrorismo no deja de ser una ironía, teniendo en cuenta la posición del gobierno estadounidense cuando la ciudadana norteamericana Lori Berenson fue juzgada por ese tipo de tribunal en Perú.
–Amnistía solicitó que se revocara ese decreto que viola las garantías procesales del sistema judicial estadounidense y de la corte militar ordinaria. Estos tribunales tampoco cumplen con los requisitos establecidos por el derecho internacional para los conflictos armados. En casos de guerra o emergencia nacional, los estados pueden apartarse de ciertas requisitos legales, pero se debe garantizar que serán juzgados por cortes independientes e imparciales. En estas cortes secretas militares no hay derecho de apelación y los procedimientos judiciales quedan a cargo del secretario de Defensa. Otra tendencia preocupante es la posible luz verde a la CIA. El gobierno ha dicho que no ha revocado la prohibición de asesinatos extrajudiciales, pero que la CIA puede actuar en defensa propia si es atacada, eliminando elementos clave del conflicto. Si lo que se está haciendo es seguir una política de eliminación física en vez de captura, estamos prácticamente hablando de ejecución extrajudicial.
–¿Estamos ante un retroceso de los progresos en derechos humanos a nivel internacional a partir del caso Pinochet?
–La posibilidad de que se puedan revertir algunos de los logros de los últimos años es preocupante. Pero también nos encontramos ante una oportunidad para que se demuestre que es posible impartir justicia respetando los derechos humanos en momentos de crisis.

 


 

FUERZAS ESPECIALES BRITANICAS
El misterio de las SAS

Los jefes de las Fuerzas Armadas británicas están envueltos en un agitado debate sobre la prohibición oficial acerca de revelar las actividades del SAS (Servicio Aéreo Especial), en medio de la publicidad sin precedentes que rodea su rol en Afganistán. Mientras sus imágenes aparecen en los diarios y en la televisión en operaciones que llevaron a la matanza de cientos de árabes y combatientes talibanes en la ciudad de Mazar-i-Sharif, en el norte de Afganistán, el Ministerio de Defensa británico (MoD) firmemente se niega a confirmar su presencia ahí.
Las tropas de SAS han sido mostradas con sus rostros a medio tapar por los kaffiyes a cuadros con los que tratan de ocultar sus identidades. Llevaban sus rifles norteamericanos M16 preferidos con un Land Rover blanco como fondo. Relatos gráficos de sus actividades en Mazar fueron publicados en la prensa. Los funcionarios de defensa describen la campaña militar en Afganistán –y la guerra contra el terrorismo a largo plazo– como un conflicto no convencional y sin precedentes. Los soldados con “habilidades especiales”, como eufemísticamente los llaman, tienen un rol clave, dicen. El almirante Sir Michael Boyce, jefe del Estado Mayor, admitió antes que comenzara la lucha que había una contradicción entre los intentos para presionar a los talibanes y a los combatientes de Al-Qaida y el acuerdo de que las operaciones relacionadas con las fuerzas especiales británicas eran tan secretas que nadie sabía sobre ellas, “ni siquiera el pastor en el campo vecino”.

 

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