Por Manuel Cemois
Desde
París
Afganistán: ¿qué
futuro, qué gobierno, qué tipo de paz? Estas preguntas aún
sin respuestas movilizan a la comunidad internacional desde que el sistema
talibán se hundió como un castillo de cartas soplado por
el viento tras la caída de la ciudad de Mazar-i-Sharif. En menos
de siete días, el temible poder talibán fue borrado del
mapa afgano. Fuera de las ciudades como Kunduz, en el norte, y Kandahar,
en el sur, los estudiantes de teología no ofrecieron
resistencia al avance de las tropas de la Alianza del Norte. Pero la victoria
de la Alianza no resolvió todos los problemas y hoy persiste la
duda de qué rostro tendrá el país al cabo de tantos
años de conflicto. Poner a tantas etnias de acuerdo parece imposible.
Sin embargo, para Olivier Roy, el especialista europeo de Afganistán
con más renombre internacional, el ajedrez político no resulta
tan inextricable. Autor de numerosos libros, entre los que se destaca
El fracaso del Islam político, Roy detalla a Página/12 los
caminos de un futuro donde el peso de las etnias aparece como menos determinante
de lo que se creía.
¿Cómo explica usted la rapidez con la que se llegó
al desenlace de la guerra, es decir, que los talibanes hayan cedido tan
rápidamente a las ofensivas conjuntas de Estados Unidos y de la
Alianza del Norte?
El rápido ocaso de los talibanes muestra que, fuera del sector
más duro de ellos, es decir los que siguieron resistiendo en Kandahar
tras la caída de Kabul y las otras grandes ciudades de Afganistán,
los otros carecían de motivaciones ideológicas. De alguna
manera, se volvieron ciudadanos triviales, si usted quiere se portaron
como afganos normales.
Esto equivale a decir que su sistema no era ni tan duro, ni tan
organizado, ni tan sólido ni coordinado como se supuso en un momento.
Efectivamente, se exageró muchísimo con respecto a
la organización de los talibán. Su sistema de mando y de
control, su capacidad para construir un Estado, en fin, en torno a todas
estas cuestiones fundamentales como la del poder real de los talibanes
hubo una inmensa exageración. Muchos observadores y periodistas
agrandaron la cosa. Los talibán no eran un régimen monolítico
como se dijo.
¿Acaso la etnia pashtún conservó un potencial
de acción y de influencia de cara al futuro o salió tan
derrotada como los talibanes?
El problema de los pashtunes radica en que carecen de representación
política y militar. Los pashtunes constituyen una etnia que cuenta
con muchos comandantes locales de origen pashtún, pero con el hundimiento
de los talibanes no existe ningún movimiento político o
militar que represente a los pashtunes que no son talibanes.
Si nos atenemos a la verdadera razón de este conflicto, o
sea la búsqueda de Bin Laden y la destrucción de Al-Qaida,
¿no se cometió una exageración similar a la de la
potencia de los talibanes?
No, acá no hubo exageración. Todos los indicadores
muestran que desde hace aproximadamente un año los líderes
talibanes estaban bajo la influencia de Bin Laden. No hablo de los talibanes
de la base sino de los jefes. Una prueba de esta influencia creciente
es la resistencia que ofrecieron los llamados combatientes árabes
que estaban en Afganistán. Fueron ellos y los miembros de Al-Qaida
los que se rindieron a último momento constituyendo tropas de elite
que fueron la mejor fuerza con la que los talibanes pudieron contar. Los
árabes, los chechenios y los paquistaníes lucharon como
nadie para defender el régimen talibán.
Precisamente, de cara el futuro, ¿qué autoridad es
capaz de reemplazar las Kalashnikov de los comandantes tribales por reglas
institucionales? Tras tantos años de conflictos en Afganistán
persiste una marcada cultura de la Kalashnikov como instrumento de la
ley y el orden.
Hay como dos maneras. La primera consistiría en jugar la
carta del refuerzo de un Estado central, capaz de desarmar a los comandantes.
La segunda, que es tal vez la más verosímil, basarse en
los poderes regionales cuyo interés reside en el desarme de los
comandantes locales.
En el seno mismo de la Alianza del Norte las divisiones son visibles.
Sí, es cierto. Pero yo diría que todo depende de la
relación de fuerzas entre los grupos. Es posible que emerja un
polo fuerte dentro de la Alianza en torno a la troika que la dirige desde
el asesinato del comandante Massud. Pero yo diría que no es porque
hay desacuerdos que las cosas no van a funcionar. Es posible que haya
gente que no quiera jugar el juego, pero no es imposible que veamos la
creación de un gobierno. Sin embargo, no es el próximo gobierno
el que va a desarmar a los comandantes. Esa tarea estará en manos
de los poderes regionales. Nos dirigimos hacia un Afganistán donde
los poderes regionales jugarán un gran papel.
¿Poder regional quiere decir poder étnico?
No. Digamos que hay un fuerte color étnico en cada región,
pero no son gobiernos monoétnicos. En Mazar-i-Sharif, el general
uzbeko Rashid Dostum no gobierna solo. En torno de él hay también
tayikos. Lo mismo ocurre en Herat con Ismael Khan, donde hay tayikos y
pashtunes. Afganistán no es la ex Yugoslavia. Aún persiste
en el país una dimensión multiétnica.
¿Qué futuro les queda a los talibanes?
En mi opinión van a desaparecer. Desde luego, los más
duros seguirán resistiendo mientras que los líderes se refugiarán
en Pakistán. Pero creo que la derrota de Kandahar equivale al fin
del sistema talibán.
¿No les queda ni siquiera la posibilidad de desestabilizar
al nuevo poder con, por ejemplo, acciones de guerrilla?
No creo que sean capaces de llevar a cabo acciones guerrilleras.
Los talibanes no son un movimiento de guerrilla, nunca lo fueron. Los
talibanes llegaron al poder a través de las ciudades. Si los talibanes
se van al campo se van a encontrar totalmente prisioneros de las lógicas
tribales tradicionales. Los talibanes representan un movimiento ideológico
y no un movimiento tradicionalista. Un talibán refugiado en su
tribu deja de ser un talibán. Está condenado a actuar como
un hombre de su tribu y no como un talibán. Paradójicamente,
los talibanes son oriundos del campo pero su movimiento existe gracias
a las ciudades. En el campo, los talibanes, que jamás instauraron
una administración, carecen de especificidad. Sin la ciudad, los
talibanes no existen más en tanto que movimiento. Existen como
individuos pero no como grupo.
¿Eso explica su veloz ocaso tras la caída de Mazar-i-Sharif?
Efectivamente. Sin las ciudades los talibanes están perdidos.
Usted evocó recién el nombre del general uzbeko Dostum
que dirige Mazar-i-Sharif. Se trata de un personaje emblemático
al que muchos describen como un auténtico déspota caprichoso.
Mire, a mí me parece que se hizo una caricatura del personaje.
La prensa lo trató mal. Se le atribuyen cosas que no hizo. Por
ejemplo, no fue él quien masacró a los talibanes entre 1997
y 1998. Obviamente, Dostum no es un demócrata. Sin embargo, siempre
jugó la carta multiétnica y le dio un lugar muy destacado
a las mujeres, mucho más que los demás líderes. Cuando
dirigía Mazar-i-Sharif entre el 94 y el 95 la ciudad
contó incluso con mujeres policías. Es un personaje complejo.
Es un pastor, un soldado y un mercenario. Pero también es un hábil
negociador que administró la ciudad con mucho acierto. Creo que
se le fabricó una mala reputación.
Usted manifiesta cierta confianza en la Alianza del Norte, incluso
más allá de sus divisiones.
Es evidente que le falta un líder carismático como
el comandante Massud capaz de federar a todos los grupos que la componen.
Sin embargo, la troika que reemplazó a Massud funciona bien. Creo
que acá también se exageraron mucho las divisiones. Mi punto
de vista es de un moderado optimismo. Reconozco que existe el riesgo de
una anarquía, eso es seguro. El riesgo es que Kabul quede en manos
de la Alianza del Norte y que cada comandante loca imponga su ley. Pero,
con todo, pienso que existen posibilidades razonables de instalar en Kabul
un gobierno aceptable y de restaurar el orden a partir de esos comandantes
locales. Se puede esperar un mínimo de estabilidad.
¿Y el rey Shah es acaso una figura que cuenta o sólo
fue resucitado durante la guerra?
No, el rey tiene un papel importante limitado a lo simbólico.
Esto ya es mucho. El rey no va a gobernar, pero por ejemplo si se lo nombra
presidente del Consejo de Transición eso permite que se elimine
al actual presidente Rabbani, que constituye un factor de inestabilidad
y de división. Poner al rey en Kabul permite silenciar las rivalidades.
En el plano internacional, es obvio que Rusia aumentará su influencia
mientras que Pakistán perderá la suya.
¿Con qué mirada histórica puede explicarse
la emergencia de un sistema como el de los talibanes?
Los talibanes son la consecuencia de un movimiento de predicación
muy anterior a la guerra caracterizado por la creación de escuelas
coránicas rurales. Son también una consecuencia de la guerra
contra los soviéticos. Muchos jóvenes se refugiaron en Pakistán
y allí estudiaron en las escuelas coránicas pakistaníes.
Los talibanes son igualmente el resultado del tribalismo pashtún.
Existen muchas explicaciones al fenómeno talibán. Se trata
de un fenómeno cuyo crecimiento está condicionado por las
guerras.
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