Por
Roque Casciero
Marcelo
Piñeyro debería estar exultante. Plata quemada, su última
película, fue estrenada con éxito en el circuito de cines
de arte de cuatro ciudades de Estados Unidos (Nueva York, Los Angeles,
San Diego y Pasadena), está a punto de ser lanzada en otras (el
plan de la distribuidora es que llegue a sesenta), el viernes pasado tuvo
su première en Canadá y lleva varias semanas en San Pablo,
Brasil. La respuesta del público en esos lugares ha sido muy buena
y las críticas sólo acumulan elogios (comparan a Plata quemada
con El conformista, de Bernardo Bertolucci, la película favorita
de Piñeyro).
Pese a todos estos datos alentadores, el rostro del cineasta pasa de la
satisfacción a algo parecido a una mueca de decepción. La
explicación es que Kamchatka, el film que debía comenzar
a rodar el lunes pasado, se ha postergado indefinidamente porque los inversores
locales, que iban a hacer un aporte mínimo a la producción,
decidieron retirar esos fondos a último momento, preocupados por
los vaivenes del país en general y de la industria del cine en
particular. Por eso, Piñeyro se resigna a pensar en nuevos rumbos:
Estoy enfrentándome a la posibilidad de convertirme en un
director sin patria, en desarrollar mi carrera fuera del país.
No es mi deseo, pero lo que más me importa en el mundo es hacer
cine y acá se está tornando imposible.
Cuando hacía Plata quemada, ¿pensó que podía
generar tanta repercusión internacional?
Ya había tenido estrenos internacionales, aunque no de esta
magnitud. Esta es la primera vez que estreno en Francia, por ejemplo,
que es un territorio importante en términos de cine. En términos
de futuro, viene muy bien esa especie de bendición papal que le
dieron allí a Plata quemada, porque es una crítica muy reconocida.
No sé, cuando me pongo a pensar en una película no pienso
en las repercusiones. Demasiado tengo en la cabeza con el hecho de hacer
la peli (se ríe). Obviamente, uno tiene la fantasía de que
la película que está haciendo sea El ciudadano...
Y levantar un Oscar, tal vez.
Mi deseo, en cuanto a premios, pasaría más por el
Festival de Cannes que por el Oscar. O sea, el Oscar tiene mucho que ver
en términos de futuro y de carrera, pero al cuore hay otros que
le importan más. Además, he ido a muchos festivales y he
demitificado mucho el valor de los premios. Sí me parecen importantes
los estrenos, que se vea en otros sitios. Una fantasía que tenía
hace un tiempo y que hoy veo muy poco probable era que me
pasara algo similar a lo de Almodóvar: poder hacer en mi país
las películas que me gustan y tener distribución internacional.
¿Por qué resigna ese deseo? Usted apenas filmó
cuatro películas.
Sé que mis películas empiezan a ser esperadas y que
mi nombre figura en el mapa de los directores del mundo. Eso fue un laburo
que hicieron las propias películas, porque nunca existió
la estructura para armarlo. Sin embargo, cada vez se hace menos posible
hacer películas en la Argentina. No sé si voy a poder hacer
Kamchatka, un proyecto que me apasiona, porque se retiraron los inversores
locales. Aunque tampoco hay nada definitivo. Quizá no pueda hacer
esta película ahora y deba rodar alguna otra fuera de aquí...
¿Tiene algún proyecto en vista?
Me comprometí a trabajar en una película en Marruecos
a fines del año próximo, con producción de tres países
europeos. En un marco de corrupción total, se cuenta la historia
de un militar joven que cree ser hijo de un héroe muerto y que
va comprendiendo que nada es lo que parecía. Es una historia que
pasa por el suspenso, por lo claustrofóbico. Por otro lado, me
están llegando muchas propuestas de Estados Unidos. Obviamente,
si estuviera con una película en marcha no les daría bola,
pero ahora les presto atención. Un proyecto del que no puedo
adelantar nada me gusta mucho, aunque creo que el guión no
entiende a la autora ni al personaje.Está basado en una novela
que me encanta, una que hubiera nombrado en entre las diez que me gustaría
adaptar. Hay muchos proyectos internacionales que me interesan hacer pero,
la verdad, me importaba más hacer Kamchatka. Es una peli muy pequeña,
hiperintimista, con el arranque de la dictadura como marco. Trata de cómo
un chico vive el proceso de clandestinización de sus viejos. Y
yo muero por hacer eso. El resto me encanta, me da mucha alegría
y puesto a hacerlo me comprometeré enormemente, pero sé
que acá puedo hacer mejores películas que afuera.
¿Por qué?
En una película, uno trabaja con muchas cuestiones intangibles,
entonces el conocimiento y la confianza son claves. Por eso repito mucho
los técnicos y los actores. A mí me daría mucho menos
temor el cambio a otra realidad de producción si estuviera contenido
por la célula constructiva de una película: mi equipo, mis
actores. No tengo dificultades con el inglés, pero carezco de un
conocimiento emocional del idioma, que es clave. Entonces, si uno está
protegido, es menos violatorio. De los proyectos que me ofrecen, desestimo
directamente todos los que tienen rodaje en Estados Unidos. Prefiero no
arrancar de esa manera.
Es extraño que esté preocupado porque se retiraron
los inversores de su próxima película cuando debería
estar disfrutando de las buenas críticas y los estrenos internacionales
de Plata quemada.
Es cierto. Pero comprendo las razones de los inversores, porque
está rota la cadena de pagos del cine. El Instituto interrumpió
eso, lo que provoca que los productores estén en rojo por más
que hayan hecho una película exitosa como Plata quemada. Por otra
parte, se suman cuestiones que
subrayan la inestabilidad: es peligroso que el Instituto, la Secretaría
de Cultura y Buena Vista estén trabajando para bajar el precio
de las entradas. Claro que sería bueno que las entradas fueran
más baratas y que vaya más gente al cine, pero hay que ver
en qué deviene eso. Y creo que el resultado será que la
distribución independiente y todo ese cine europeo que hemos logrado
volver a ver ya no sea estrenado aquí, y que la producción
argentina quede seriamente averiada. Sin dudas, la producción norteamericana,
que está completamente amortizada, puede bancar dos años
con entradas más baratas. Lo mismo sucede con los nuevos cines,
en los que el negocio no es vender entradas sino pochoclo. Es como cuando
todo el mundo celebraba que entraran zapatillas de Taiwan a un peso: el
resultado de aquello es el 25 por ciento de desocupación de hoy
y la industria nacional quebrada. Hay que ser menos superficial e irreflexivo.
En general, ¿a quién le convienen las medidas? Es raro como,
a veces, se suman esfuerzos de organismos del Estado con empresas como
Buena Vista.
¿Sólo le resulta extraño o sabe de la existencia
de algo más?
La verdad, no tengo idea de si hay algo detrás o si es simple
casualidad. Pero causa sospecha porque en un marco como éste...
Están hablando de bajar de 7 a 5 pesos, y creo que con eso no se
suma nada: la situación sería la misma y sólo se
restarían ingresos. Se notaría si la bajaran a 2 pesos.
Por otra parte, creo que estas cosas no deberían ser hechas de
un día para el otro. Que se tomen zonas piloto durante cuatro meses
y se haga la experiencia, para ver la tendencia del comportamiento, y
no hacer todo en dos días, de golpe, y después contamos
los muertos.
Todo esto sucede en un momento en que el cine argentino ha vuelto
a cobrar relevancia internacional, con películas como La ciénaga,
Plata quemada, El hijo de la novia y Nueve reinas.
Es un buen momento para el cine argentino. Pero siempre que hay
momentos así sucede lo mismo: misteriosamente, aparecen factores
para que terminen. O sea, se viene el hachazo. Y el Estado nunca ha sido
ajeno. Analicemos la historia y veremos que, por la censura o por lo que
sea, el Estado siempre ha terminado beneficiando a intereses que no son
los del cine argentino. Este es un muy buen momento para tener como punto
de partida. Un buen termómetro son los festivales de cine, que
estáninteresados en ver qué se está haciendo acá.
Hay una moda y eso hay que aprovecharlo. Esto se da en un momento en el
que hay recortes en todas las áreas del país, basta con
ver lo que sucede con el PAMI. Pero tampoco hay que entrar en el juego
de decir: cultura o atención a los discapacitados. La alternativa
está en otro lado, no ahí. Además, estamos en un
buen momento internacional que se produce por las películas, no
por la acción de ningún organismo público. Y la acción
concreta del Estado es la interrupción de la cadena de pagos del
cine y la idea de bajar los precios de las entradas, más allá
de que los funcionarios que hay ahora sean más tratables que los
que había hace tres años.
Acaba de aprobarse una Ley de Mecenazgo. ¿Cree que beneficiará
la producción cinematográfica?
Por lo que leí, en términos de cine tiene que ver
sólo con la promoción y el lanzamiento de las películas.
Si es así, la ley no logrará nada, porque las empresas ya
apoyaban la publicidad de películas y ahora, encima, van a poder
desgravar ese dinero de sus impuestos. En los lugares donde existen leyes
similares los fondos son para la producción. Para poder hacer publicidad,
primero hay que producir (se ríe). La producción está
realmente jaqueada, con un Instituto sin fondos. Cuando se empezó
a hablar de una Ley de Mecenazgo, que creo importante y necesaria, dije
que debíamos tener cuidado para que no sean los empresarios que
desgravan impuestos quienes determinen cuál es la producción
cinematográfica del país. Porque hay un montón de
proyectos que se dejan de hacer y que sería importante que se hicieran.
Además, existen intereses para que se cierre el Instituto y la
partida de dinero está en jaque todo el tiempo, más allá
de que ahora se trate de una partida virtual, porque la plata no existe.
Pero, aun en su virtualidad, es un fondo que está legitimado. Entonces,
planteé que la Ley de Mecenazgo no fuera una vía para eliminar
ese fondo. La Ley va a funcionar con un tipo de producción comercialmente
segura. En ese sentido, estoy seguro de que yo voy a estar protegido,
pero sí van a estar cuestionadas La ciénaga y Mundo grúa,
películas muy importantes para el cine argentino. Debería
haber un sistema que fomentara la producción vía Ley de
Mecenazgo o del Instituto. Si hay películas que no tienen manera
de que una empresa las apoyen, tiene que aparecer el Instituto. Con Plata
quemada ninguna empresa quiso involucrarse, ni siquiera pagar una campaña
de afiches, porque no querían que apareciera su nombre en una historia
de putos. Entonces, debe existir la doble vía y que la película
que vaya por un régimen no pueda entrar en el otro. En Brasil,
el equivalente de la Ley de Mecenazgo funcionó muy bien para un
determinado tipo de cine. Y yo estoy a favor de que haya muchos tipos
de cine, muchos directores diferentes trabajando al mismo tiempo, muchos
actores distintos. Eso siempre enriquece. Una película como La
ciénaga enriquece hasta la producción que pueda hacer Suar,
porque todo se retroalimenta.
¿Te
gustó el nuevo Bertolucci?
El
último film de Marcelo Piñeyro obtuvo notables críticas
de parte de la prensa especializada de los Estados Unidos. Acá
van algunas opiniones:
-En Plata quemada las pasiones son tan marcadas como las imágenes.
Piñeyro tiene ojo para las composiciones cautivantes, y su
sistema de colores va del moretón a lo sangriento. Sus juxtaposiciones
muestran un gusto por el extremismo que no es menos efectivo por
ser un poco obvio (A. O. Scott en The New York Times).
-La operística Plata quemada de Marcelo Piñeyro
es una Bonnie and Clyde homosexual basada en una historia real que
ocurrió en la Argentina y Uruguay entre setiembre y noviembre
de 1965. Es un trabajo brioso que certifica el manejo de Piñeyro
de un estilo rico en texturas, matices y sentidos múltiples.
(...) Plata quemada representa un sentido de la filmación
marcado y seguro que sale triunfante en todo momento. Hay que pensar
en el Bertolucci de los comienzos, especialmente en el de El conformista
(Kevin Thomas en Los Angeles Times).
-Los puntos fuertes de la película (la marcha lánguida
y la voluntad de exhibir sin gloria la fragilidad y la estupidez
humana) también la convierten en un ejercicio de la exasperación,
pero aquellos que se permanecen en el recorrido son recompensados
con una historia conmovedora y sexy (Ernest Hardy en LA Weekly).
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