Por
Julián Gorodischer
Todos
juntos, hermanados..., pide Solita a los chicos, y los ex participantes
entran para el saludo. Se abrazan intensamente como lo que
son: una nueva raza televisiva que corona el año con un mérito
de pocos: fueron espiados durante días y días, y ahora vienen,
en esta final del Gran Hermano 2 (el sábado, por Telefé)
a dar su apoyo al campeón. El Negro (o Roberto), hasta
tanto se entere de que se quedó con los 200 mil y el título,
sigue haciendo lo que más le gusta: sostener bien fuerte la remera
con estampado de bandera que le pidió Solita de regalo. A la conductora
la conmueve el sol guerrero que flamea: Sos un argentino de los
que quedan pocos dirá a Roberto. ¡Cómo
querés a tu bandera!
Solita y El Negro se llevaron muy bien desde el principio.
Ella le vio algo de Guevara su ex en Campeones,
tal vez la expresión un poco bruta, o la verba limitada.
El, en un gesto que la conmovería, empezó a llamarla biarru.
Esta vez, en el último día, él asume el favoritismo:
Me tiraste la mejor, Solita..., agradece, ya con el maletín
y el fajo. A todos por igual, Roberto desmiente ella, para
evitar un nuevo dedo acusador. Este final es una réplica
del que ya se vio hace algún tiempo, cuando Marcelo Corazza acreditó
los lauros y salió por la pasarela para recibir la ovación.
Esa vez, los nuevos ídolos se sorprendieron ante la fama repentina,
y lloraron y patearon al aire como improvisados rockstars. Ahora hay un
poco más de gente que aquel día, un poco menos de carisma
de los salientes y algunas manos mágicas que emergen
de la masa, agarran muslos, tobillos y otras partes e impiden el avance
de los finalistas.
Gustavo, segundo en abandonar la casa, demora el recorrido. La gloria
-sabe él, que ya lo vio antes por la tele dura poco: comienza
su cuenta regresiva apenas queda traspasado el ojo del Gran Hermano,
ese que tienen que romper al salir para graficar el escape del panóptico
y el regreso al mundo. En el estudio, junto a Solita, dirá: ¿Y
mi negra... mi negrita?. Y, sobre la rampa, aparecerá Ximena
(o La Negra) como una diva bien criolla, y el
abrazo será largo, para coronar el romance a prueba de distancia,
de cámaras y enemigos dentro de la casa.
Cuando toca el turno de Silvina (o Chivi, o Rosario), el movilero pide
un aplauso para acompañar a la subcampeona, la reina nacional
del Meneadito, y ella sale contenta, feliz de que el
premio vaya para Roberto (que sufrió tanto y se lo merece)
haciendo lo que mejor le sale: una sacudida de panza que ejercitó
desde que los kilos de más se acumularon en el abdomen. Hace de
esa cumbia un show personal: se levanta la remera y sacude la panza, sin
coquetería, como si la estadía hubiera sido pura experiencia
dichosa, y no el ocaso de su carrera como modelo. Rosario, como los otros,
acude al abrazo de Solita, recibe la sorpresa (una amiga de Miami, traída
para la ocasión), y se suma al desinterés deliberado por
los temas de la actualidad. A nadie impresiona que, en estos cuatro meses,
se haya desatado una guerra mundial. Gran Hermano 2 deja muy
en claro sus prioridades: la realidad no existe.
Y después sí, llega el turno que se esperaba: la consagración
de El Negro, el campeón, el que avalaron
110 mil llamados. Tuviste una gran conducta, Roberto..., le
dice Solita, y él la abraza. El video preparado para emocionar
revive, entonces, lo mejor de la temporada: las bromas de manos
con Chivi, los furcios constantes, la pronunciación defectuosa
y la sonrisa-mueca fija en el rostro. El Negro, alegre, no se olvida de
los amigos, y exalta al competidor. Brindo por vos Gustavo dice
que se te murió tu vieja.... Sobre el final, llega la mención
al personaje más popular en esta saga: Dios. Como Tamara, como
Marcelo (en la versión anterior), Roberto mira al cielo y dice:
A mi abuelo y al Barba. Y está convencido de que lo
miran desde el cielo, porque gesticula y no quita la mirada del vacío.
Toma el maletín salvador y se despide para siempre delexhibicionismo
ilimitado. Hasta siempre mis valientes, termina Solita, y
los ex participantes quedan en el centro de la pasarela. Soy un
Gran Hermano se enorgullece Gustavo; soy uno de los pocos....
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