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KIOSCO12


INCLUSO EN MEDIO DE LA RECESION, LAS VENTAS BAJARON AUN MAS
El primer día

Ni siquiera los que tienen qué gastar lo hicieron, por miedo a perder efectivo. Una realidad que afectó sobre todo a los pequeños prestadores de servicios públicos y a los negocios más chicos. Algunos ya están pensando en la adaptación forzosa, porque los clientes condicionan el consumo a la chance de pagar con dinero plástico o, si son habitués de taxis o pizzerías, a que se les abra una cuenta corriente.

Por Horacio Cecchi

“Hoy, los muchachos pararon con la muñeca.” Ramón sintetizó de modo bien gráfico la sensación de la calle y de los comercios en el primer día del plan de restricción de dinero efectivo. Lo sintetizó porque la batería de medidas dispuestas por Domingo Cavallo limitando el retiro de los bancos, no sólo cubrió de gris los humores de la gente y dejó saldos negativos en las cajas de kiosqueros, diarieros, taxistas, locutorios, almacenes, cines, autoservicios, bares, locales de lotería y quiniela, etcétera, sino porque además alcanzó a un rubro, el de Walter, que ni el mismo Cavallo imaginó alcanzar: el hombre trabaja como encargado de la boletería de un cine de películas condicionadas y, efectivamente, la merma anormal en la venta de entradas demostró que ayer el público se encontró más turbado que los días previos.
No hubo nadie, ayer, que pasara ajeno a la constricción del efectivo. Siendo lunes, con domingo de fútbol y aún sin definición en el torneo, que el comentario del día fuera la batería de medidas dispuestas por el ministro de Economía en sustitución de las habituales discusiones futboleras, indica la importancia y gravedad concedida al tema por el termómetro social que es la calle.
“Está todo el mundo con los cables cruzados –describió a Página/12 José Luis, encargado de caja del Caffe Le Caravelle, sobre Lavalle, a metros de Maipú–. Algunos están preguntando si vamos a poner tarjeta de débito. Y hasta que no se aclare, no sabemos qué hacer.”
“Me vino una cuenta de teléfono de 200 y pico”, decía la mujer, sentada en una de las mesas del Caravelle. El hombre la escuchaba paciente. “No te imaginás”, le decía ella. “No, ¿y qué hiciste?”, repreguntó él. “Y... con todo este despiporre no me animé a retirar”. “¿Pagaste con tarjeta?”. “No tengo, tuve que salir corriendo a pedir prestado”.
“¿José, cuánto es?”, preguntó un muchacho, de unos 30 años y evidente habitué del café. “Dos pesos”, respondió José Luis presionando los botones de la registradora. “Te pago con patacones”, soltó el cliente mientras extendía sin dudarlo un billete de dos de los bonos provinciales. “Ahora es la moneda que más vale –aclaró a este diario el cliente–. No tiene restricciones de ningún tipo. Grande Rucucu”, comentó con una risa que se notaba dibujada “porque si no nos reímos no nos queda nada”. José Luis recibió los patacones sin risa pero sin chistar.
La parada de taxis de Perú y Avenida de Mayo, a principios de mes tiene una fila que, habitualmente, está formada por no más de diez autos amarillo y negro a la espera de un pasajero. Ayer, a las cinco de la tarde, hora pico para el trabajo de los taxistas y primer día hábil del mes, mostraba la escasez o temor por lo que vendrá: casi treinta taxis hacían el aguante contra la vereda llegando los últimos hasta la Plaza de Mayo. La duda habitual de los taxistas respecto a su recaudación diaria se debate entre la merma de pasajeros por temor a los asaltos, la caída en la capacidad adquisitiva, la cantidad de licencias circulantes, la competencia de remises, las combies, y las licencias truchas. Ayer, la pregunta cambió de rumbo: “¿Y ahora qué, cobramos con tarjeta de crédito?”, se quejaba Osvaldo, haciendo punta en la fila de espera del pasajero que no llegó.
Sarmiento y Maipú. La pizzería Solera ocupa un amplio espacio sobre toda la esquina sudoeste. En su interior hay 82 mesas desplegadas. Colgadas de las veredas, para tentar los deseos de la clientela, cuelgan diferentes menúes económicos además de un cartel que anuncia la transmisión en directo de partidos del Torneo Apertura. Adentro, se ve que la tentación no hizo anzuelo: de las 82 mesas, sólo cuatro estaban ocupadas.
“Para empezar, vino bastante menos gente. Pero, además, se notó que nadie quiere pagar”, aseguró Ezequiel Ritenuti, encargado de caja del Solera. “Todos preguntaban si se podía pagar con tarjeta. También querían saber y nos proponían que trabajáramos con cuenta corriente con loshabitués. Quieren pagar con un cheque a fin de mes. Nosotros no sabemos qué va a pasar, pero es muy probable que implementemos un sistema con tarjetas de crédito y cuentas corrientes para los habitués.”
“Esto va a frenar el consumo. La gente ahora anda pidiendo prestado -murmuró Eduardo González, encargado de la boletería del cine Ocean–. Aunque lo positivo, supongo, es que a la larga va a obligar a pagar todo en blanco. Nosotros vamos a tener que introducir el aparatito para la tarjeta de débito. Por ahora, el único sistema para comprar entradas es con efectivo, o pagando con tarjeta por vía telefónica. Pero ahora supongo que se va a poner el sistema.”
El sistema al que se refiere González es el de la tarjeta de débito, que descuenta cada compra directamente de la caja de ahorro. Los comentarios de todo comerciante ayer daba vueltas alrededor del costo de instalación y de servicio del aparatito, que según algunos alcanza los 100 pesos mensuales.
“Se ve en la calle que hay menos movimiento –sostuvo Eduardo Fascetto, del cine Monumental, con la película Harry Potter en cartelera–. Todavía no estamos en la temporada pico, pero especulábamos con que los colegios ya empezaban las vacaciones. Por ahora no vinieron. Es sintomático: el jueves estrenaron la película en el Village Recoleta y metieron más gente que el sábado. No es normal. La gente está asustada y prefiere no gastar”.
En el mismo rubro y a pocos metros, Ramón soltó su paradoja de la muñeca enyesada por las medidas de Cavallo. Sentado en un cubículo tan gris como su camisa, en la boletería del Multicine Lavalle, de películas condicionadas, aguardaba la llegada de los escasos espectadoresprotagonistas de la movida de un lunes frío y diferente.
“Están con mucho miedo. Hoy vino un 20 por ciento menos”, dijo Alejandro, en una disquería de ofertas que hasta ayer funcionaba con rabioso efectivo, sin tarjetas. En la caja, un joven apoyó un cd doble de Pink Floyd. “2 cds a 18 $” decía un cartelito sobre la cubierta. El chico pensó, se rascó una uña, miró alrededor pidiendo ayuda, preguntó dos veces el precio, y después llevó uno de Led Zeppelin, a 9 pesos.
“Se notó muchísimo la caída de clientes”, aseguró Carlos, de un local de Quiniela y Lotería sobre la misma Lavalle. Aunque históricamente en épocas de crisis la salvación del azar aumentaba sus arcas, el rubro no quedó exento del cocodrilo en el bolsillo del apostador. Ayer, una reunión de los empresarios del sector intentaba dilucidar una pregunta: “¿Cómo vamos a pagar los premios? –dudaba Daniel Zabala, del local de lotería de Roca y Chacabuco–. Si jugás un peso a la cabeza, a cuatro cifras, ganás 3500. Hasta hoy se pagaba en efectivo. Ahora no sé, supongo que se va a decidir con cheque”.
A pocas cuadras, sobre Maipú al 200, el local vacío de un autoservicio sintetizaba la actividad de caja. “La venta bajó”, señaló Mario.
–¿Los clientes preguntaban si se podía pagar con tarjeta?
–¿Si preguntaban? Ja, ja, ja, ja. Los clientes no vinieron.

RESTRICCIONES
Cómo cambiará el delito

“Ahora conseguir un ‘mango’ va a costar, aunque sea robándolo”: así resumió un jefe policial el problema que, también para quienes actúan al margen de la ley, plantean las nuevas medidas económicas. Al haber menos circulante, se prevé que disminuirán las “salideras” de bancos, los secuestros para sacar plata de cajeros automáticos e incluso los asaltos a entidades bancarias. La contrapartida sería un aumento en los robos en casas particulares y pequeños comercios, un incremento en los truchajes de tarjetas de crédito y, quizás, en la cantidad total de delitos porque “los ladrones van a tener que robar más veces para hacer la misma cantidad”.
Un fiscal de la provincia de Buenos Aires, consultado por este diario, estimó que “al limitarse la posibilidad de extracción en los cajeros automáticos, los robos o ‘aprietes’ con las tarjetas de débito van a disminuir; es probable que también bajen los asaltos a bancos, ya que en las cajas va haber menos efectivo”. También habrá menos posibilidad de robar a la salida de los bancos, pero “los que cometen ‘salideras’ están habituados a hacer alguna inteligencia para elegir su víctima, y del mismo modo podrán pensar en qué casa particular puede haber dinero y asaltarla”.
El funcionario previó también que “aumentarán y se perfeccionarán los delitos contra tarjetas de crédito, por ejemplo mediante la duplicación de la banda magnética”. Además, agregó el fiscal, “si yo fuera boquetero, ya mismo me pondría a trabajar, porque las cajas de seguridad están llenas de plata”.
Por su parte el subcomisario Saúl Pellicciotta, de Robos y Hurtos de la Policía Federal, observó que “cambios como éste pueden llegar a extinguir determinadas modalidades de delito”, y puso como ejemplo la caída en los asaltos a fábricas en los días de pago, desde que los sueldos se abonan por tarjeta bancaria. El jefe de Investigaciones de San Isidro de la Bonaerense, comisario Aníbal Degastaldi, estimó que, “al haber restricción de movimientos de dinero, conseguir un ‘mango’ va a costar, aunque sea robándolo”, y juzgó probable “que aumenten los delitos en casas y comercios pequeños, quienes manejarán la mayor cantidad de efectivo”. También se preguntó “cómo harán los narcotraficantes, que cobran contra entrega”.
El secretario de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios de la Nación, Mariano Ciafardini, admitió que las nuevas disposiciones, al restringir la cantidad de dinero en los bolsillos del público, pueden disminuir modalidades como los robos en taxis o a bancos, pero observó que estos delitos, “aunque escandalosos, no son la mayor cantidad: en los dos últimos años la principal modalidad, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires, es el robo en la calle mediante amenazas, con armas o sin ellas, y esto va a seguir pasando. Es más, si la gente anda con poco efectivo va a haber más robos, porque los ladrones tendrán que robar más veces para hacer la misma cantidad”.

 

�Hoy los pasajeros sólo me saludaron�

“Mirá, nada más mirá la fila, ¿qué querés que te diga?”, se quejó José, ex dueño de taxi devenido a chofer, cruzado de brazos contra la puerta de su auto, a mitad de la fila de Avenida de Mayo y Perú. “Es el último manotazo del ahogado –sostuvo Osvaldo, dueño y a dos taxis de la punta–. Estoy desde las doce del mediodía y hasta ahora hice 13 pesos. Hoy el bajón no es por el tema de la seguridad. Nosotros somos todas caras conocidas para nuestros pasajeros que nos toman siempre a la salida del trabajo. Pero hoy, ¿sabés que hicieron nuestros pasajeros? Pasaron al lado, me saludaron, qué tal Osvaldo, cómo va, y se tomaron el subte o el colectivo”. Los taxistas, por ahora, no saben cómo va a resultar la restricción de retiros en el ánimo de la gente. Tampoco saben qué sistema implementar, ni cómo hacerlo, para capturar los pocos pesos en efectivo que circulen por la calle. No parece ser, por ahora un problema para las empresas de radio taxi. “Nosotros abrimos cuentas corrientes a nuestros clientes, y nos pagan por mes, habitualmente con cheques”, citaron en una de las empresas del sector. “El problema es para los taxistas individuales”. “Si tomar un taxi hasta ayer pasaba a un segundo plano en importancia –agregó José, también propietario y conductor, sobre la cola de Plaza de Mayo–, un lujo, ahora no quiero ni pensar. Hoy (por ayer) bajamos en un 50 por ciento la cantidad de viajes”.

 

�La gente se cuidó en lo que comía�

El kiosco de cigarrillos y golosinas, sobre Florida al 300, despliega actividad. A simple vista, pareciera que los efectos del plan Cavallo no incidieron en el movimiento. Dos empleados trabajan a full atendiendo pedidos. Una pregunta reveló que no es todo tal como parece. “¿Cómo palparon el ánimo de la clientela?”, preguntó este diario. “Ya venía bajando un 15 por ciento desde que el gobierno amagaba con tomar alguna medida. Hoy (por ayer) pasamos por una caída de entre el 20 y 25 por ciento”, respondió David Domínguez, encargado del local. “¿En qué rubro se nota?”, se preguntó él mismo e indicó al cronista, con su dedo índice, hacia una góndola rebosante de sandwiches de miga, pebetes de jamón y tomate, envases de yogur y demás. “A esta hora (eran alrededor de las seis de la tarde) las estanterías estaban mucho más despobladas. La gente se cuidó en lo que comía. Están pensando en ajustarse. Muchos preguntaron si se podía comprar un alfajor con tarjeta”.
A pocas cuadras, Eduardo, al frente de otro kiosco, tiene una lectura diferente. “Esto no viene mal. La mayor parte de la gente no pasa de la luca por mes, así que el límite no le cambia nada, sigue teniendo la misma plata que siempre. Y si cobra más, lo que hay que hacer es abrir varias cajas en diferentes bancos. El problema no es para ellos. Los que se quejan son los que laburan o pagan en negro”.

 

�Hoy dije cómo debían hacer el cheque�

“Hoy salí a hacer la cobranza con un papelito que le entregué a cada cliente. El papelito decía a nombre de quién debía estar el cheque.” Fernando es encargado de un kiosco de diarios de Florida y Diagonal Norte. Ayer, al salir de recorrida para cobrar el servicio de entrega de diarios a domicilio se encontró con una pregunta repetida: “Decime a nombre de quién tengo que poner el cheque”. El dueño del kiosco, previendo que, a partir de ahora no recibirá más efectivo de sus clientes, redactó el cartelito indicador. “Muchos preguntan si se va a poder pagar con tarjeta. El dueño estaba averiguando. Parece que el sistema de tarjeta de débito, creo que se llama plus net, te sale como cien pesos, es demasiado caro. Además, cada vez que facturás con esa tarjeta te cobran un cinco por ciento de comisión. No sé si es conveniente. Todavía no se sabe cómo vamos a trabajar, supongo que con cheque”. El otro problema, que no es sólo de los kiosqueros, es cómo disponer los pagos de insumos y sueldos de empleados. “Yo tuve la suerte de cobrar el jueves pasado”, aclaró Fernando. “Pero a partir de ahora no sé. Cobro por mes, y me imagino que lo van a hacer de a puchitos”. Dos kioscos más hacia Corrientes, por la misma Florida, Omar concentraba todas sus dudas en el sistema de tarjeta de débito, hacía cuentas, y consideraba la posibilidad de abrir más cuentas corrientes entre su clientela.

 

 

 

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