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Apuntando a la cabeza de un líder que igual se va cayendo a pedazos

Por Suzanne Goldenberg *
Desde Jenín

Los misiles que golpearon dentro de la residencia de Yasser Arafat produjeron un escenario caótico para los palestinos ayer por la noche: supieron que Israel estaba empeñada en la destrucción personal del líder palestino y la administración que ha encabezado en los últimos siete años. El simbólico ataque a la residencia de Arafat en Gaza fue el acto culminante de una ofensiva militar, política y económica contra la Autoridad Palestina. Siete años después del nacimiento de la Autoridad Palestina en Gaza y Cisjordania y 14 meses después del inicio de la Intifada palestina, la administración de Arafat está ahogada económicamente, es ineficaz e impopular y está al borde del colapso. Semanas atrás, esta perspectiva hubiera sido impensable.
Aunque los aliados derechistas del premier Ariel Sharon han estado pidiendo por semanas la destrucción de Arafat, la idea fue vista como extremista. Incluso antes de los atentados suicidas, provenientes del grupo radical islámico Hamas, que produjeron una semana sangrienta en Jerusalén y Haifa, la idea de destruir el régimen de Arafat había sido parte del discurso público israelí. Ayer, luego de los ataques suicidas, instantáneamente se convirtió en discurso popular.
Una encuesta realizada después de los ataques por el periódico israelí de más tirada, Yediot Aharonot, arrojó que el 37 por ciento de los israelíes quería que Arafat fuera destituido, y derribar su Autoridad Palestina. Sin embargo, el 32 por ciento también pedía que Israel comenzara inmediatamente a realizar negociaciones para el cese del fuego. Hasta el fin de semana trágico, Sharon insistía que no tenía intención de destruir la Autoridad Palestina. Funcionarios de seguridad advirtieron que el traspaso a Arafat de la autoridad completa sobre las llamadas “Zonas A”, en áreas aisladas en la franja de Gaza y Cisjordania, de Arafat, conduciría al caos, y fortalecería a los grupos palestinos radicales opuestos a los Acuerdos de Oslo. Pero en Ramalá (Cisjordania), donde topadoras israelíes demolieron los cuarteles centrales la Fuerza 17, tropa de elite de Arafat, los palestinos opinan lo contrario. “Están intentando destruir la Autoridad Palestina, y todas sus instituciones”, dijo Abu Bilal, quien estuvo al mando de los cuarteles centrales de la Fuerza 17 en Cisjordania. “Están intentando crear un estado de caos. Quieren parar el trabajo de la Autoridad Palestina y crear una confrontación entre ella y el pueblo.”
El asalto en varios frentes de ayer es parte de una estrategia para poner presión sobre Arafat y detener a los hombres armados y a los suicidas palestinos. La línea dura del gobierno israelí parece haber el favor de Washington después de que el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, dijera que dudaba de que Arafat controle a su gente. Pero el acercamiento puede retroceder fácilmente. “Israel ha hecho una decisión estratégica: no está en su interés destruir a la Autoridad Palestina. Quiere presionarla al máximo, pero no destruirla”, dijo un alto diplomático. “Sin embargo, es muy difícil calibrar las diferencias entre presionar a los palestinos o destruirlos.”
La solución podría ser el resultado de renovar la presión israelí y norteamericana hacia Arafat para que detenga a los terroristas. Arafat ha prometido hacerlo, pero los arrestos hasta ahora sólo provocaron más irritación entre los palestinos y alimentó más las frustraciones palestinas contra Israel y contra Arafat. El ya no puede contar con sus fuerzas de seguridad. Por lo menos uno de sus hombres armados que esta semana atacó Afula, al norte de Israel, era miembro de su propia fuerza de policía.
Los funcionarios de seguridad palestinos dicen que esto es producto de una estrategia militar israelí que ha destruido las instalaciones de seguridad en Cisjordania y Gaza. Dicen que la estrategia israelí de atacarlos puestos de la policía palestina hace imposible arrestar a los militantes o infiltrar a grupos radicales como Jihad Islámica. Israel dice que selecciona aquellas instalaciones porque las fuerzas de seguridad palestina han fallado para prevenir los ataques, o porque ellas mismas lanzan los ataques.
La estrategia de Israel de debilitar la administración de Arafat sería más grave de lo que es si el líder palestino hubiera usado los siete años de Oslo para crear una administración que funcione. No lo hizo. Antes de la intifada, la corrupción, el autoritarismo y el fracaso del proceso de paz puso a la mayoría de los palestinos en contra de su líder. Lo único que une a Arafat y a su pueblo es el enemigo en común. Pero semanas de matanza sin fin y niveles de pobreza alarmante terminó por volver a minar la legitimidad del gobierno de Arafat.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Manuel Irurzun.


LOS TRES EJERCITOS PALESTINOS QUE DESAFIAN A YASSER ARAFAT
La Desautoridad Palestina en apuros

Por Ferrán Sales *
Desde Jerusalén

Tres ejércitos clandestinos palestinos, Brigadas de Al Aqsa, vinculadas al movimiento Al Fatah de Yasser Arafat, Brigadas de Al Quds, pertenecientes a Jihad Islámica, y las Brigadas de Ezzedine Al Qassam, el brazo militar de Hamas, han suscrito un pacto de colaboración que les permite utilizar de manera conjunta sus guerrilleros contra el enemigo común, Israel, con un objetivo único: lograr la liberación de Palestina, establecer sus límites en las fronteras de 1967 y proclamar en Jerusalén Este su capital. Esta colaboración es mucho más estrecha y activa desde mediados del pasado septiembre, después de que Arafat suscribiera un acuerdo de alto el fuego con el premier israelí Ariel Sharon para tratar de frenar la revuelta y diera a todas las milicias la orden de no disparar.
Los primeros pasos hacia esta política de colaboración se habían ensayado mucho antes en Gaza. El ejemplo más claro y significativo de colaboración se registró a mediados del pasado agosto, cuando se produjo una operación militar contra una posición israelí, en los accesos de un asentamiento en Gaza, en la que murieron tres soldados. La operación, que constituyó el primer ejemplo clásico de acción guerrillera en esta Intifada, fue reivindicado por el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), pero fue realizado por guerrilleros fundamentalistas procedentes del campo de refugiados de Rafah. El FPLP sólo había puesto al servicio de la operación los planes y los instrumentos de ataque.
Los hombres de Ezzedine Al Qassam y de las Brigadas de Al Quds, es decir, de Hamas y Jihad Islámica, y en menor medida los de las Brigadas de Al Aqsa de Fatah, trabajan confundidos en operaciones conjuntas, especialmente en acciones terroristas en las que utilizan comandos suicidas. En la mayoría de los casos, los hombres de Jihad Islámica, mucho más fanáticos y disciplinados, ponen la mano de obra, mientras que Hamas coloca a disposición de los guerrilleros los medios técnicos y un elemento capital: la ayuda asistencial y perpetua a los familiares de los mártires muertos en combate a través de sus organizaciones de beneficencia.
“El martirio en aras de la liberación de Palestina no tiene carné de partido”, aseguraba hace pocos días un dirigente de Jihad Islámica, tratando de justificar la colaboración militar con las fuerzas de Hamas y con los guerrilleros supuestamente laicos vinculados a Al Fatah. El pacto de colaboración provoca situaciones de aparente confusión cuando un mismo acto es reivindicado a la vez por Jihad Islámica, Hamas o el brazo militar de Al Fatah, como ha sucedido en el atentado de la semana pasada en Afula o en las tres explosiones de ayer en Jerusalén. Este pacto de colaboración nada tiene que ver con el Comité de Fuerzas Nacionales e Islámicas, que sobre el papel dirige la Intifada, y al que se encuentran vinculadas no menos de 13 organizaciones políticas, casi todo el espectro de la sociedad palestina.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

 

 

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