Por
Julián Gorodischer
Vincha,
sombrero y pañuelo en la cabeza, o si no se corre el riesgo de
no parecer una fan verdadera. Las chicas de la platea saben muy bien qué
significa adorar a una popstar. En principio, reconocerse
como fieles seguidoras del programa. Cuando el show empieza, antes de
que Bandana salga a escena, las fanáticas miran en la pantalla
gigante los pasos previos a la selección del grupo; festejan ante
cada prueba superada de Virginia, Ivonne, Valeria, Lourdes
y Lissa. Yo estuve en Ferro, cuenta Gisella y muestra el número
de orden (00573), atesorado. No pudo ser, dice, mientras muestra
el cartelito. A cambio, hoy puede hacer propio el lema de las Bandana,
que desde el escenario insisten con un par de muletillas: Fuerza,
garra..., tu sueño es posible....
En el pasillo, antes de que el recital comience, las mamás hacen
su trabajo. No paran de firmar autógrafos. Hasta parecen, ellas
mismas, Popstars de otro tipo cuando contestan a la prensa:
No estoy autorizada para hablar. De pronto, en pocos días,
por esos ascensos vertiginosos que el reality provoca, las famosas repentinas
y sus clanes se descubren asediados. Tiene fuerza, es frontal,
halagan a Mabel, madre de Lourdes. Una grouppie desinhibida se le acerca
con actitud desesperada: Por tu hija, no puedo parar de llorar.
Lourdes, de 20, oriunda de Hurlingham, se lleva la ovación más
grande, cada vez que aparece, más aún que la rubia perfecta
(Virginia) y la colombiana (Ivonne). Para su madre, es porque tiene
mucho carisma.
Todo ser allegado a las Bandana se convierte en un amigo más, para
la multitud de entre dos y doce años que puebla el Gran Rex, en
uno de los cinco recitales que se llenaron por completo. Hasta Marcelo,
un ex susano que armó las coreografías, es de
pronto un galán que baila en el centro del escenario mientras
las cantantes le dedican: A mí siempre me gustó...me
muero de amor.... El ex susano se mueve a un ritmo hiperquinético,
como si fuera el objeto de deseo que se disputan. En la platea, la masa
se hace cargo: Te amo..., gritan Florencia y Romina al bailarín,
y él termina el numerito para pasar al halago de rigor: Estas
chicas tienen una gran calidad humana.
En el teatro, cada una de las Bandana tiene su target. En pocas semanas,
el club de Lourdes convocó a las más chiquitas. Romina y
Candela, de tres y cuatro años, se paran en las butacas y se agarran
la cabeza, como ella en el escenario, como si la pena fuera muy grande.
Cantan, bajito: Cuántas veces el dolor ha caído sobre
mí..., y se aúnan en el quejido que se multiplicará
ad infinitum a lo largo de las dos horas. Unos pasos al costado, un poco
más tarde, Sofía, de cinco, empezará a llorar, recordando
un amor contrariado, cuando las Bandana digan: ¿Cómo
puede ser que no quieras amarme..., si es tuyo mi corazón?.
Para compensar, el grupo alterna lecciones de vida desde la pantalla,
entre canción y canción: Sueño, desafío,
garra..., vuelven a decir, en primer plano. Y la multitud apoya:
¡Sin bajar los brazos!.
Esta tarde, en el Gran Rex, cualquiera imbuido de tanta invocación
al triunfo creería que cualquier cosa es posible,
que la vida es bella, que la Argentina ofrece un sueño
de prosperidad ilimitada alcanzable en breve tan sólo poniéndole
garra. Magalí Bachor, cantante y jurado, antes de hacer su
participación musical, lo pone en palabras: Aprendimos a
quererlas, a verlas crecer y corregirse; nos demostraron que... ¡se
puede! Gracias Popstars...Gracias Bandana.
Nueva ovación, todas de pie, y clima propicio para que los hits
lleguen. Maldita noche y Guapas, entonces, las
canciones que el programa hizo famosas aún antes de que el disco
estuviera editado, funcionan como clave para entendidas. Si se las sabe
de memoria, se ha visto el programa. Si todo eso se comprueba, se es parte
del club de aficionadas. A una fan auténtica, por ende, se la reconoce
por los labios, que tararean cada verso sin repetir y sin soplar, sin
omitir una letra.
Mientras tanto, una pequeña batalla se desarrolla en los pasillos.
Las fanáticas quieren una foto, a cualquier precio, y corren desesperadas
con sus camaritas en mano rumbo al escenario. Darían cualquier
cosa para llevarse un plano de las cinco, en esa extraña pose que
conforman al empezar el tema Guapas, debajo de la bola de
espejos, y por eso se animan a lo que está prohibido:
sacar fotos. Los guardias, entrenados para ser corteses, dicen que no,
suavemente, pero después, ante la insistencia, son un poco más
duros: Si no volvés a tu asiento, te saco, avisan a
Mariela, después del cuarto intento fallido.
Antes de los bises programados, entran las finalistas no elegidas, como
escoltas de lujo cargando estrellas de cartón, y el público
dedica un aplauso fuerte a Daniela, la gordita excluida a último
momento. Y hasta alguna mal pensada se anima a decir lo que muchas creen:
La sacaron para meter a una acomodada. Cuando escuchan esa
injuria, las seguidoras de Valeria, la hija de Marcos Gastaldi, responden
con convicción: Es la que mejor canta de las cinco dicen
Georgina, Natalia y Fernanda, de Caballito. Es la más simpática.
Ya terminado el recital, en el hall, las fanáticas comienzan la
etapa de recolección: una pulserita rosa, un desodorante de promoción,
un paquete con brillitos y con suerte un poster. Y se van
a la pizzería Las Cuartetas con sus padres, o al negocio de las
Popstars (al lado del teatro) a proyectar el futuro inmediato que, para
la mayoría, consiste en hacer cosas para cumplir el sueño,
esa consigna que las Bandana revisitan muchas veces por minuto. El rumor
de que se viene un Popstars mixto, una nueva oportunidad,
alienta fantasías. Un grupito de chicas, en la puerta, planea inscribirse
en ese casting. Pero eso será después, porque ahora es tiempo
de apoyar a las Bandana, de avalar sus premisas de optimismo exacerbado.
Se alejan cantando: Vivir intentando, morirme cantando... que cada
mañana me encuentre intentándolo así....
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