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El tan esperado Ginger
fue una decepción para
los científicos
Perros: El corresponsal especialista en tecno-logía Thomas Greene consideró el monopatín como una buena noticia sólo para los perros, que lo perseguirán sin pausa.

Por Stuart Millar *
Desde Londres

Desencanto. Después de meses de febriles especulaciones que generaron enormes expectativas en Silicon Valley, un muy premiado inventor norteamericano dio a conocer un instrumento que, se había dicho, revolucionaría el transporte urbano y el diseño, reduciría la hiperdependencia de Occidente en el petróleo de Medio Oriente y tendría un impacto sobre la gente más profundo que el desarrollo de la computadora personal. Y es un monopatín.
Parece una aspiradora moderna o una cortadora de césped. El aparato, que funciona con dos ruedas y energía eléctrica, es capaz de llevar un único usuario de pie y alcanza una velocidad de 19 kilómetros por hora, no tiene frenos y puede andar unas seis horas por unos pocos centavos de electricidad. La novedad más impresionante del Segway Human Transporter es su habilidad de “entender” a dónde quiere ir el usuario y llevarlo, simplemente por la forma en que balancea su cuerpo. Utilizando un sofisticado mecanismo de equilibrio giroscópico, sensores ocultos en el chasis monitorean el centro de gravedad del usuario más de cien veces por segundo, indicándole a las ruedas y al motor hacia qué lado doblar y a qué velocidad ir. Para bajarse, el usuario se inclina hacia adelante y el giróscopo hace muy difícil que pueda caerse.
Desde que se supo que Dean Kamen –un inventor que hizo millones de dólares con instrumentos médicos– estaba trabajando en un nuevo proyecto, el mundo de la tecnología no dejó de especular. Algunas de las más imaginativas predicciones hablaban de una tabla anti-gravedad o una base de teletransportación.
Meses de bien alimentados rumores y osadas afirmaciones de algunas de las más celebradas luminarias de la tecnología hicieron crecer el rumor, haciendo que el Proyecto Ginger fuera el producto más esperado desde el lanzamiento de la computadora Apple MacIntosh. Se cree que Kamen obtuvo unos 90 millones de dólares para desarrollar la máquina e instalar una fábrica en New Hampshire. La Universidad de Harvard supuestamente firmó un contrato de 250.000 dólares por los derechos del libro sobre cómo se desarrolló el Segway sin siquiera saber qué era. Pero ayer, Kamen pareció admitir que el producto final puede no haber justificado las infladas expectativas. “No te llevará a Marte ni convertirá el plomo en oro”, dijo a la revista Time.
Entre quienes siguieron de cerca el desarrollo de Ginger, la respuesta fue el mutismo. Aunque muchos devotos de la tecnología sabían que Ginger era un monopatín, habían esperado que al menos tuviera una fuente de energía revolucionaria, con un motor Stirling supereficiente, o tal vez propulsión a hidrógeno. Una batería recargable no es lo mismo. También hay dudas sobre los aspectos prácticos. El Segway costará al comprador final unos 3000 dólares, con lo que se elimina de los planes de casi todos, salvo los obsesionados con la tecnología o los muy ricos. Además lo hace muy atractivo para los ladrones. Con 29 kilos, subirlo a casa parece una opción poco deseable.
En los foros de debate sobre tecnología de Internet, que habían hervido de expectación en torno al IT –como se lo denominó– la sensación fue de un masivo desencanto. Lo mismo sucedió entre los expertos. En Register, el principal sitio británico de tecnología en la Web, el corresponsal Thomas Greene consideró el monopatín como una buena noticia sólo para los perros, que lo perseguirán sin pausa. “Para el resto de nosotros, es una novedad divertida, tal vez una moda, pero no veo que como alguna vez dijo Steve Jobs, alguien vaya a diseñar ciudades en torno a él”.

* De The Guardian, especial para Página/12.

 

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