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EL FALLIDO PACTO SUICIDA ENTRE DOS ADOLESCENTES
Ni siquiera el tiro del final

Tienen 18 y 15 años. Quisieron suicidarse, pero las balas, de fogueo, entraron en la cabeza y no los mataron. El chico está preso.

Rubén Cornejo es el
padre del frustrado Romeo.
“El padre de ella se oponía
a la relación”, explicó.

Por Carlos Rodríguez

Los novios, angustiados por la restricción que una de las familias le imponía al romance, trataron de emular a la célebre parejita de William Shakespeare, pero el destino de ambos era bien argentino y se quedaron en Cátulo Castillo: “¡Ni el tiro del final te va a salir!”. La historia de Mario Roberto Cornejo, de 18 años, y su novia de apenas 15 tuvo un epílogo tercermundista. Los dos habían firmado a besos un pacto suicida que iba a concretarse, pasada la medianoche, en el cementerio de una pequeña ciudad del sur mendocino. El chico apretó dos veces el gatillo de un revólver calibre 22 que, a juzgar por los resultados, estaba cargado con balas de fogueo. Ninguno de los dos murió y hasta pudieron caminar un kilómetro para pedir ayuda. Desde el lunes viven los dos con un pedacito de plomo en la cabeza como rústica alianza de compromiso, pero están más lejos que nunca porque el chico quedó preso, acusado de “intento de homicidio”.
“Es un caso difícil”, comentaron a este diario los voceros del juzgado a cargo de Ricardo Daniel Schultz, en el departamento San Martín, al que pertenece la localidad de Santa Rosa, escenario del drama, en la frontera sur con la vecina provincia de San Luis. Por ahora, Schultz sólo tiene el testimonio del joven Cornejo y hoy podría declarar la novia, cuyo nombre se mantiene en reserva por ser menor de edad. Si los dos coinciden en que fue un pacto de amor con la muerte existe la posibilidad de una modificación de la carátula y una eventual excarcelación del enamorado. Ni Romeo pasó por algo semejante.
El padre del chico, Rubén Cornejo, salió a confirmar la versión que el joven le dio a la policía y a la Justicia: “Los dos se querían y trataban de estar juntos, pero el padre de ella se oponía a la relación”. El papá de la chica se llama Benigno, pero no era esa su actitud para con el romance que vivía su hija. “Parece que el hombre quiere otra cosa mejor para la chica”, declaró papá Cornejo, aunque sabe que las dos familias tienen a la pobreza como única cosa en común. Sara Fernández, la mamá del joven que ahora está preso, dijo a los periodistas que la aspirante a nuera se “pasaba las tardes” en casa de los Cornejo y que es “muy dulce”. Los vecinos cuentan que la madre de la chica la abandonó de pequeña y que Sara se había convertido “en su segunda mamá”.
La imagen tierna comenzó a correr peligro en la madrugada del lunes, cuando los jóvenes se encaminaron hacia el cementerio de La Dormida. Llevaban un revólver calibre 22, propiedad del padre de la quinceañera. Según el relato del chico Cornejo, él apretó dos veces el gatillo, para cumplir el pacto que habían sellado. Los dos comprobaron con sorpresa que seguían vivos y como tenían sólo dos balas, tuvieron que postergar la promesa de muerte y caminar un kilómetro hasta recibir ayuda de sus familias. En el hospital, los médicos constataron que los proyectiles apenas habían atravesado el cuero cabelludo, sin dañar parte vital alguna. “Es un milagro”, fue el lugar común que encontraron los médicos, que sólo les dieron el alta porque es más riesgoso extraer las balas que dejarlas donde están. Apenas les hicieron dos tomografías computadas y varias radiografías. El regreso a la vida fue una carga para Cornejo, porque de inmediato fue detenido y llevado a la comisaría 21ª de Santa Rosa. Allí fue sometido ayer a una pericia psiquiátrica que podría contribuir, o no, a su por ahora hipotética excarcelación. El pueblo está conmovido con la historia, incluyendo los policías que custodian al chico, que ayer fue visitado en la celda por su novia y por su madre. “Estaban tomaditos de la mano”, contó enternecido uno de los guardias, sin reparar en la distancia que hay entre Shakespeare y Cátulo Castillo.

 

OPINION
Por Eduardo Pavlovsky *

Máquina asesina

Hace cinco años dos niños ingleses (6 o 7 años) asesinaron a golpes a otro niño de 2 años. Las pericias psiquiátricas intentaban encontrar las motivaciones individuales de estos niños “criminales”. Hicieron un estudio pormenorizado de sus historias personales, aparentemente no había sucesos en sus vidas que justificaran un crimen de esa magnitud. Ni siquiera eran niños golpeados ni maltratados.
Un psicoterapeuta inglés sugirió que lo novedoso de este tipo de suceso era poder estudiar la “máquina criminal” creada “entre” los niños independientemente de sus historias individuales. El “tercero” asesino creado entre los dos previo al crimen. La nueva historia inventada entre los niños. Se refería a un estudio minucioso del tipo de diálogo, pormenorización de todas las conexiones posibles (no vínculos ni relaciones) sino la pormenorización de la conexión entre los niños. Los movimientos realizados –la complicidad tácita–, el cierre del pacto, sus velocidades. La última hora del crimen y sus velocidades y ritmos intentarían describir una nueva “individuación” creada entre los niños independientemente de sus historias individuales.
El tipo de “individuación” no es una sumatoria de los niños sino el tercero inventado entre los dos. El objeto a estudiar entonces era esa individuación. “La máquina” entre los dos que forjó el crimen y que es independiente de sus historias individuales. La nueva historia. El tercero.
Es una nueva historia de conexiones que produce un nuevo tipo de “criminal”. Si tomamos en cuenta el crimen en el Club Gimnasia y Esgrima hace un mes –desde esta perspectiva–, encontraríamos que un interrogatorio exhaustivo podría estudiar las rápidas velocidades, los regímenes de conexión entre los tres asesinos (o cuatro) casi sin acuerdo previo. Puro régimen de conexión.
Estaríamos descubriendo un nuevo tipo de “individuación” producida “entre” los cuerpos de los tres asesinos.
Máquina cómplice y veloz. La mujer no era esperada por los empleados de GEBA. Apareció perdida y en pocos momentos –tal vez con muy pocas palabras– los tres empleados crearon “entre ellos” la máquina violadora y asesina. Impensable –como en otros casos– la espera previa donde el violador espera o acecha a su víctima durante horas. Aquí la víctima cae por sorpresa y permite el despliegue de conexiones rapidísimas, ritmos desconocidos, más parecido a “un devenir animal” que a un comportamiento humano preparado. Si esto apareciera filmado, tal vez nos sorprenderíamos de las velocidades y contagios de cuerpos sin arreglo previo en perfecta armonía. No se trataría de analizar las historias de los empleados de GEBA sino la “nueva individuación”. La “nueva historia” que produjeron los tres a partir de velocidades y conexiones que armonizaban y guiaban sus cuerpos asesinos –cómo se movieron desde que uno de ellos la descubrió–, qué palabras o qué gestos intercambiaron.
No eran tres perversos que esperaban acechando la llegada de la víctima. Eran tres empleados neuróticos que súbitamente desplegaron una máquina criminal “entre” los tres.
Se trata de estudiar las conexiones y velocidades –ritmos y lenguajes de este nuevo tipo de “individuación”–. De estos nuevos tipos de conexiones. No sujetos asesinos. Sino máquina inventada. El “otro” creado entre los tres. Pero para eso hay que olvidar transitoriamente pensar en términos de “sujeto”. Hay que aprender a visualizar las nuevas máquinas de destrucción donde el sujeto se diluye. Sólo mirar los movimientos de las nuevas máquinas.
No son líneas de fuga que desterritorializan para inventar creativamente nuevos territorios existenciales. Son líneas de abolición que recodifican y reterritorializan el mismo territorio de origen. Como en la drogadicción. No es un tema para abordarlo desde la psiquiatría. Es una experiencia a estudiar desde la micropolítica, y la micropolítica siempre escapa a la representación. Fuga por los bordes. Siempre.

* Psicoanalista y dramaturgo.

 

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