Por Julian Borger
Desde
Washington
Washington cerró ayer
una de las instituciones de beneficencia islámica más grandes
de Estados Unidos y congeló las cuentas de dos organizaciones financieras
palestinas, acusando a las tres entidades de solventar al grupo extremista
Hamas. Estos movimientos inicialmente planeados para finales de
este mes, pero adelantados por los atentados suicidas del fin de semana
pasado en Israel sirvieron para borrar la distinción entre
la guerra contra el terrorismo de la administración
Bush y la represalia en Gaza y Cisjordania, que tiene amplio apoyo estadounidense.
Por segundo día consecutivo, los funcionarios norteamericanos desistieron
ayer, en forma manifiesta, de reclamar moderación al gobierno de
Sharon, reflejando la pérdida de confianza del gobierno estadounidense
en Yasser Arafat. En una conferencia de prensa desde el Jardín
de Rossa, el presidente George W. Bush anunció que el Tesoro norteamericano
había congelado las cuentas pertenecientes a la fundación
Holy Land Foundation for Relief and Developmnt de Texas a medianoche y
que agentes federales habían allanado las oficinas de la organización
caritativa situadas en Texas, California, Nueva Jersey e Illinois, tras
lo cual se incautaron documentos y fueron clausuradas. Hamas ha
obtenido en Estados Unidos una gran parte del dinero que paga por los
asesinatos, dinero originalmente recaudado por la fundación Holy
Land, señaló Bush.
La fundación ha negado repetidas veces que se dedique a financiar
terroristas. Y aunque admitió enviar dinero a las familias de los
suicidas, insistió en que los fondos eran distribuidos en base
a las necesidades y no a lealtades políticas. Sin embargo, el secretario
del Tesoro, Paul ONeill, dijo que la fundación se disfraza
como caritativa, mientras que su objetivo principal es financiar a Hamas.
ONeill reveló que dicha fundación recaudó en
Estados Unidos 13 millones de dólares durante el año pasado,
aunque no quedaba claro si todo ese monto había sido destinado
directamente para Hamas. Ayer también se congelaron las cuentas
pertenecientes al Banco Internacional Palestino Al-Aqsa y al grupo de
inversiones de Cisjordania y Gaza, Beit El-Mal Holdings Co. Ambas organizaciones
fueron acusadas de canalizar sus beneficios hacia Hamas.
Inmediatamente después del 11 de setiembre, la administración
Bush hizo una distinción entre su guerra contra el terrorismo de
Al-Qaida y el levantamiento palestino contra Israel en los territorios
ocupados. Funcionarios norteamericanos argumentaron entonces que el conflicto
de Medio Oriente solo podría ser resuelto por medio de negociaciones
mientras que no había ningún interés en conversar
con Osama bin Laden. El gobierno israelí criticó en aquel
momento dicha diferenciación y presionó duramente para que
los grupos militantes palestinos fueran igualados a Al-Qaida. Ahora, parece
que Washington ha abandonado tal distinción: por un lado, debido
a los últimos ataques suicidas contra israelíes y, por el
otro, por nuevas pruebas de inteligencia comunicadas por Israel.
Traducción: Verónica Gago.
Una voz en el desierto
A medida que la retórica y las respuestas militares se
endurecen, en Israel surge el dilema de siempre: cómo detener
la violencia. El escritor israelí David Grossman, en cambio,
denuncia: Sólo hay una alternativa que no se plantea:
abrir inmediatamente una ronda de negociaciones, de forma firme
y sincera, y sobre todo sin condiciones previas. La figura
de Yasser Arafat fue el blanco de los últimos días.
Grossman luego de que el premier israelí Ariel Sharon
declarara a la Autoridad Nacional Palestina como una organización
que respalda el terrorismo describió su ambigüedad:
Un Arafat que cuando Israel le informó de la existencia
en Nablús de un sofisticado laboratorio de material destinado
a actos terroristas se incautó de los explosivos y liberó
inmediatamente a los terroristas. Un Arafat continúa
Grossman que habla sin parar de su oposición al terrorismo,
pero que se niega, de forma cobarde y sin previsión de futuro,
al luchar definitivamente contra la infraestructura que tienen los
terroristas en la Autoridad Palestina y que, además, no entiende
que esos terroristas suponen el fin del gran sueño de la
paz y, quizá también, su propio fin. Y se pregunta:
¿Cómo provocar que Arafat hable menos y haga
más? ¿Cómo provocar que Israel hable menos
y haga más?
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