Por Carlos Polimeni
Un día de 1988, los
ex integrantes de Sumo estuvieron a punto de ofrecer a Palo Pandolfo ser
la voz del grupo, luego de la muerte de Luca Prodan. El propio líder
del grupo había dicho unos meses antes que le gustaba la garra
de ese pibe que solía incendiar su garganta en los escenarios al
comando del grupo Don Cornelio y La Zona. A Luca le había gustado
mucho la performance vocal de Palo en Ella vendrá,
un tema que está indisolublemente ligado a la memoria que aún
hoy el rock hecho en la Argentina tiene de sí mismo, cuando mira
los veloces 80. Pero, ya se sabe, el proyecto de un Sumo sin Luca naufragó;
los sobreviventes chocaron entre sí; Palo nunca se enteró
de que pudo haber sido parte de ese mito y la vida siguió andando.
En los 90, al comando de Los Visitantes, estuvo varias veces al borde
del éxito de masas, pero una y otra vez los astros se alinearon
en contra, como en una maldición (¿o una bendición?).
En todo ese tiempo, Pandolfo bordó una obra que en muchos aspectos
supera su figura, canciones que son de la gente y sobrevivieron a los
tiempos, como Tazas de té chino, Bajaremos,
Rosario del muro, Gris atardecer, Tanta
trampa, El deseo de Evita, Estaré
o Bi bap um dera. A dos años y medio del último
show de Los Visitantes, Pandolfo acaba de publicar su primer disco solista,
con doce canciones en las que se afanó como un demente, gastando
más horas de estudio que en cualquiera de sus trabajos anteriores.
El resultado, conviene anticipar, está a la altura de su historia.
Pandolfo es un artista propenso al caos, al desborde, de un temperamento
personal claramente poético. En los discos producidos por Andrés
Calamaro para ambos grupos, los efectos de una disciplina externa jugaron
a favor de la obra. Cuando Palo y los suyos tuvieron el control absoluto,
el delirio y el diletantismo a veces jugaron en contra del resultado final,
aunque a veces tuviesen onda esos torbellinos, esa impresión de
borrador que transmitían algunas realizaciones. Gustavo Santaolalla
estuvo a punto de reclutar a Los Visitantes para su escudería de
rock latino from Los Angeles, pero no logró imponer criterios.
Estaba claro para todos que Pandolfo priorizaba a su futuro individual
fidelidades personales, bajo la certeza de que una banda de rock debe
ser un grupo de amigos antes que un buen negocio. Pero también
que casi inevitablemente, como ocurría con Gustavo Cerati y Soda
Stereo y ocurre hoy con Vicentico y Fabulosos Cadillacs, había
en ciernes un futuro solista en ese líder de un grupo diferente,
que nunca lució profesional, con lo bueno y lo malo que esto tenga.
A través de los sueños es el disco de un amateur de alma
que logró, finalmente, asumir su profesión sin complejos.
Desde hace dos años, Pandolfo vive de tocar la guitarra y
cantar, y del sueño, declarado en el tema final de que alguna
vez, por fin, la imaginación llegue al poder.
En el disco impresionan, dentro de un repertorio ecléctico, muy
propio de una cabeza en la que se cruzan Led Zeppelin, Astor Piazzolla,
la música clásica, el folklore, la militancia política
y la paternidad, temas que daban vuelta hace tiempo por los shows, como
Virgen, En la luz y Te quiero llevar,
que acaso ocupen en el inconsciente colectivo el lugar de aquellos que
ya están en la historia, camino que quizás también
transiten Candelaria y Trabajar. Virgen,
dedicado a una prima de Palo desaparecido en la dictadura, incluye una
demoledora interpretación vocal, en que el desgarro natural de
su expresividad adquiere la estatura de manifiesto. El disco, donde aparecen
como invitados Federico Gil Solá, Peteco Carabajal, Alejandro Medina,
Liliana Herrero y Fito Páez, augura que Palo logrará la
proeza personal de ser importante durante tres décadas consecutivas
para la música hecha desde este país que no deja de doler.
En él, de la mano de John Lennon en Juegos de la mente,
Palo canta, como un mariscal que delira pero no se quiebra: Estamos
jugando con la mente/cruzando barreras/sembrando la luz/haciendo guerrillas
mentales.
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