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�La solución será militar hasta que alguien se canse�

Arafat no será eliminado físicamente, pero se busca su caída y el desenlace va a ser militar e incierto, según dice en esta entrevista un especialista israelí próximo al pensamiento de Ariel Sharon.

Sharon podría considerar
una reocupación temporaria de
Cisjordania y Gaza, dice Efraim Karsh.

Por Marcelo Justo
Desde Londres

Académico de temas del Medio Oriente del “War Studies” de King’s College de Londres, el israelí Efraim Karsh es una voz cercana a las posturas del Partido Likud de Ariel Sharon. En diálogo con Página/12, señaló que el gobierno israelí quiere la caída de Arafat y una campaña antiterrorista al estilo estadounidense en Afganistán contra grupos armados palestinos.
–¿Está Ariel Sharon buscando la caída de Yasser Arafat?
–Sí. No sé si podrá conseguirlo o si está dispuesto a hacer todo lo necesario para lograrlo. No va a ser fácil sacar a Arafat del poder. No se va ir de buena gana. Pero la mayoría de los israelíes no ven ninguna solución con él en el poder. Hace un año el premier laborista Ehud Barak le ofreció un Estado palestino, él no lo aceptó y mire donde estamos hoy.
–¿Qué significa hacer todo lo necesario para removerlo del poder?
–No creo que Israel quiera eliminarlo físicamente. Lo que quiere Sharon es ejercer una presión militar, política y económica tal que precipite su caída.
–¿Cuál es la alternativa a Arafat?
–Nadie es indispensable. Churchill murió y ahora los británicos tienen a Tony Blair. En política siempre hay nuevas figuras. Puede ser Hamas o la Jihad islámica, puede ser el líder de Cisjordania, Marwan Barghuti. Hay muchas opciones. Barghuti, por ejemplo, es un gangster, pero si cree que puede sacar alguna tajada del asunto, es capaz de llegar a un acuerdo.
–Pero Hamas y la Jihad islámica son responsables directos de los atentados contra Israel. ¿Por qué estas opciones van a ser mejor que Arafat?
–Nadie sabe si van a ser mejores. El futuro dirá. Con suerte aprenderán la lección de que la violencia no lleva a nada y que hay que negociar. Tendrán que comprender que es necesario llegar a un compromiso. ¿Por qué los palestinos no tienen un Estado? ¿Por qué no lo tuvieron en 50 años? Porque no quisieron llegar a un compromiso. Podrían haber conseguido un estado hace 56 años. O el año pasado.
–Pero suena un poco paradójico que Hamas y la Jihad sean los que dialoguen. Más bien parece un intento Sharon de que tomen el poder para que no haya diálogo posible.
–No es contradictorio. Porque esas dos organizaciones nos están atacando continuamente y después no se puede tocarlas, porque siempre aparecen voces que aconsejan no hacerlo para no debilitar a Arafat. Con Hamas y la Jihad todo el mundo sabrá con quién están tratando. Ellos no van a obtener ninguna simpatía internacional o apoyo. De modo que Israel conseguirá la legitimidad que necesita para combatirlos y eliminarlos.
–Es decir que Israel podría lanzar un ataque frontal.
–No sólo militar. Hay muchas maneras de combatirlos, como lo que está haciendo Estados Unidos al congelar sus cuentas bancarias. La cuestión es que no habrá una solución mientras los árabes no acepten que Israel está en el Medio Oriente y permanecerá allí.
–¿Ve posible una reocupación de la Franja de gaza y Cisjordania?
–Temporariamente sí. Unas semanas, meses. Pero Israel no quiere volver a ocupar los territorios. El problema cuando uno ocupa, es que después es muy difícil retirarse. Pero con ocupaciones temporarias, el problema es que si uno ocupa y después se retira, da lugar a que haya nuevos atentados y la necesidad de volver a ocupar. Es una situación interminable.
–¿Cómo ve el futuro entonces?
–Sombrío. Creo que habrá un enfrentamiento hasta que una de las dos partes se canse de la guerra. Una solución militar.

 

OPINION
Por M. A. Bastenier

Dos talibanes en acción

Con arreglo a la definición, recientemente acreditada por el presidente Bush, sobre qué es el terrorismo y quiénes son los terroristas, el líder de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, se clasifica sin duda como uno de ellos. En su guerra contra los talibanes de Afganistán, el mandatario norteamericano ha extendido el concepto desde los que practican el terrorismo a aquellos que lo amparan o lo facilitan. Y parece claro que el presidente palestino, porque no tiene margen de maniobra para otra cosa, mas que por propia voluntad, no hace lo que podría caber para combatir esa plaga, a consecuencia de la cual cerca de 30 personas fueron asesinadas el pasado fin de semana en Israel.
Pero, atendiendo a ese mismo criterio, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, es igual de terrorista que el rais palestino.
Primero, está el asunto de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en septiembre de 1982, donde las fuerzas israelíes, a las órdenes del ministro de Defensa general Sharon, no sólo contemplaron impertérritas la masacre de al menos 1.500 palestinos indefensos, por parte de una fuerza de falangistas libaneses, sino que facilitaron a éstos los medios de transporte y el acceso a los campos, así como parte de los pertrechos para semejante carnicería. Y segundo, como jefe de gobierno, Sharon manda comúnmente a sus soldados a practicar el llamado asesinato selectivo de sus adversarios, cuando un Estado de Derecho se supone que debería tratar de apresar y juzgar a los presuntos terroristas y no decidir de antemano culpabilidad y pena sin apelación.
La diferencia entre una y otra forma de practicar y amparar el terrorismo consiste en que Arafat sufre las consecuencias de su misma impotencia, porque, cualesquiera que sean sus más íntimos sentimientos, los desmanes de Hamás, la principal organización palestina dedicada al terror, le perjudican gravemente poniéndole en la nada envidiable posición de verdugo, mientras que Sharon, en cambio, domina la situación en Israel y actúa descargando todo el peso de su propio terror sobre sus enemigos.
El encadenamiento de terrorismo-represión en ocasiones terrorista y más terror, puede hacer pensar que el conflicto es insoluble y que ambas partes son igual de responsables de la presente situación. Pero, eso no es cierto.
Si el terror de Al Qaida sólo es más o menos genéricamente vinculable al presunto mal trato que Occidente ha infligido al mundo islámico, y particularmente al mundo árabe, no cabe duda, en cambio, de que Hamás existe porque hay una ocupación del territorio palestino desde 1967, repetidamente condenada por la ONU, aunque eso no sirva para justificar ningún atentado terrorista. Pero, a causa de esa misma vinculación entre ocupación y terror, hay un planteamiento que, por lo menos, permitiría saber al mundo entero si tiene o no solución este embrollo sangriento de Palestina.
El gobierno israelí podría anunciar su voluntad de retirada –no del 95 por ciento, ni del 85 por ciento, ni del 75 por ciento, como si esto fuera una subasta– de la totalidad de los territorios ocupados y de Jerusalén- Este, así como la apertura de negociaciones para la solución del problema de los refugiados –aún dejando constancia de que Israel jamás aceptará el regreso de más que un número simbólico de los mismos–.
Y esa voluntad tendría un calendario que, sin embargo, se cumpliría sólo cuando cesara totalmente la violencia palestina. Entonces, Arafat sí que tendría algo que mostrar a su opinión, y cabe que hallara apoyo suficiente para proceder con toda la energía necesaria contra los terroristas. En esa tesitura, Sharon también podría exigir una semana, o tres meses de quietud absoluta antes de mover un solo soldado o un solo colono de Cisjordania y Jerusalén-Este –entre ellos, él mismo, puesto que con gran pompa se hizouna casa en la Jerusalén árabe hace unos años–. Pero, ni con Sharon, ni con gobierno alguno ha sido posible que Israel acatara los mandatos de la ONU y de un consenso casi universal que pide la evacuación de lo conquistado en 1967. Eso es lo que hay tras las carnicerías de Hamás, y de la guerra de estos dos presuntos talibanes que, equívocamente, amparan o dirigen su terror respectivo.

(De El País de Madrid, especial para Página/12).

 

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