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El cine “piquetero”, o cómo dar
cuenta de la resistencia popular

El Grupo de Cine Insurgente organizó una muestra dedicada a testimoniar los levantamientos piqueteros, en que se exhibirán veinte documentales. Los films se verán entre hoy y el miércoles que viene, en el cine Cosmos.

Empujados por la dura realidad, los piqueteros se han convertido en un fenómeno masivo.

Por Ana Bianco

Los llamados “piqueteros” irrumpieron en escena a finales de los ochenta, como respuesta al aumento inclemente de la desocupación. Hoy, empujados por la realidad y convertidos en un fenómeno masivo, tienen un lugar importante en la historia cotidiana del país. Organizado por el Grupo de Cine Insurgente, el “Primer ciclo de cine piquetero”, que se realizará desde hoy y hasta el próximo miércoles en el cine Cosmos, refleja esa forma de resistencia popular. Veinte documentales, con diferentes enfoques y registros, pero compartiendo un mismo compromiso con el movimiento piquetero, conforman la muestra, que tiene entre sus trabajos Salta 2001, sobre la represión en General Mosconi, Agua de fuego (1999-2001) que refleja la dura realidad de Cutral-Có, Un fantasma recorre la Argentina (2001) sobre el Congreso Nacional de Piqueteros realizado en julio en La Matanza y Piketeros 2000. Página/12 reunió a algunos de sus realizadores para reflexionar sobre el tema y dar cuenta de un cine hecho en los márgenes.
Según Fernando Kirchmar, integrante del Grupo Insurgente y realizador de La resistencia (1997) y Diablo, familia y propiedad (1999), “la muestra intenta ser lo más amplia y representativa posible. Conviven propuestas grupales, como la del grupo Ojo Obrero, que responde al Partido Obrero, y otras más personales como Matanza o Mosconi 1 y Mosconi 2, realización del El Cuarto Patio y que obtuvo el Martín Fierro como el mejor programa televisivo en el rubro documental. En los talleres de cine de la Universidad de las Madres, los piqueteros surgieron como tema por parte de los alumnos. Nos fuimos juntando con otros y nos dimos cuenta de una corriente que empezaba a tomar esta problemática desde una mirada distinta a la que aparece en los medios y de ahí surgió la necesidad de hacer este ciclo.”
Para Rubén Delgado, integrante del Grupo Documental 1º de Mayo y como tal uno de los realizadores de Matanza (1998-2001), “tomamos orientaciones del cine político argentino, de Raymundo Gleyzer, del Grupo Cine Liberación y de Fernando Birri, que simbolizan ejemplos de cine a seguir. Mi inquietud, como estudiante de cine, era que el grupo tuviera claridad sobre lo que ocurría en la Argentina de 1998, en el barrio María Elena en La Matanza, azotado por el hambre y la desocupación. El filmar en el barrio se resolvió por aprobación de la asamblea, allí tuve que explicar la necesidad del documental. A María Elena no podíamos ingresar sin el consentimiento de la CCC (Corriente Clasista y Combativa). En el documental uno de los protagonistas es Ramón, que es amigo de Juan Carlos Alderete de la CCC.”
Otro integrante del Grupo 1º de mayo, Emiliano Penelas, acota: “Matanza cuenta una realidad que excede el marco político. Nosotros nos centramos en la vida de una familia, cómo llegaron al barrio, cuáles eran sus problemas y cómo se van metiendo en la lucha de los piqueteros. En la película hay pocas escenas de piquetes, la relación está puesta más en lo humano”. Y Krichmar agrega: “Está, por ejemplo, la mina cansada de caminar tres kilómetros con sus nueve meses de embarazo para conseguir huevos rotos y unos pocos huesos; y un día se brota porque quiere comer milanesas. Finalmente, un vecino trabaja todo un día para poder comprarle las tan deseadas milanesas. Esto nos habla de la construcción de la subjetividad en torno a historias cotidianas que van más allá de las diferencias ideológicas. La historia de las milanesas da para hacer un largometraje”.
Pablo Navarro Espejo, realizador de Adoquín video, corrobora la singularidad de La Matanza: “Ahí uno encuentra una unidad política y de acción que no se da en otros lugares. Y el posicionamiento político del realizador es por la vinculación con el hecho social y no por disciplinapartidaria a la antigua. Nosotros contamos una historia de lucha y miseria. Hasta hace cuatro o cinco años los documentales eran sobre la dictadura. Ahora, el espectador del ciclo se va a encontrar con la lente de la cámara manchada con el humo de las gomas quemadas”. Y Penelas agrega: “Cuando uno ve la cámara tiznada de humo, es porque estuvimos ahí. El nuestro no es un cine de teleobjetivo, estos documentales son de gran angular. La elección de un lente es una cuestión ética: si yo me pongo con un teleobjetivo estoy contando una cosa totalmente distinta, desde otro lugar”.

 

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