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La gran mentira
Por Alicia Oliveira *

El Poder Ejecutivo Nacional en la voz de su ministro de Economía miente, miente y miente, esperando –como afirmaba Goebbels– que “algo sucede”. Ya se sabe cómo terminó Goebbels. Después de la derrota nazi, mató a su familia y se suicidó en el bunker de Hitler.
Hoy los argentinos asistimos a la gran mentira: el nuevo paquete económico.
Las medidas económicas implementadas no sólo no reactivarán la economía, sino que sumirán en una mayor pobreza a la ya empobrecida clase media. Y a los más pobres se les robarán no sólo los pocos bienes materiales. También la esperanza.
El ministro de Economía tiene íntegras sus funciones perceptivas y mentales e informa a los argentinos sobre supuestos “beneficios” de las tarjetas POS (point of sale). Sin embargo, si analizamos los supuestos beneficios que anuncia queda demostrado que el señor ministro tiene patológicamente alterada su conducta social.
La implementación de las terminales POS, en la forma en la que se hace, sólo produce daño. De allí que las características psicosociales de Cavallo hubieran sido calificadas con precisión por Freud; yo sólo las describo porque carezco de conocimientos suficientes para encasillarlas.
Llegar a esta conclusión no requiere ser un experto en economía, sino simplemente verificar los datos que el ministro envía en forma masiva y advertir –al analizarlos– que son falsos.
En la actualidad, según datos de la agencia Posnet, hay sólo 30 mil máquinas POS en todo el país y la gran mayoría está en manos de supermercados o grandes cadenas comerciales, es decir en manos de los grandes comerciantes. En este momento, hay sólo 15 mil terminales disponibles. O sea que habría que fabricar 385 mil para satisfacer la demanda de toda la actividad comercial. Por esta razón, el POS sólo conducirá al enriquecimiento de los grandes comercios. Pero allí no termina la cosa. Esas máquinas no se fabrican en la Argentina y habrá que importarlas de dos grandes productores: Estados Unidos y Francia.
Supongo que en poco o largo tiempo, de acuerdo a los intereses de sus dueños, las tarjetas proveerán de máquinas a los pequeños comerciantes. Todas han informado que no las venderán sino que las alquilarán, y ya ellas y el gobierno fijaron que el alquiler mensual será de treinta pesos más IVA, es decir que no hay libre competencia sino cartelización. Pero aquí no termina el problema: estas generosas empresas cobrarán al comerciante un 3 por ciento por cada transacción de débito (por las compras con tarjeta de crédito se cobra actualmente un 5 por ciento). Además, la autorización en el momento de la compra se realiza necesariamente a través de la línea telefónica. Unos pesitos más para las empresas de servicios que más depredan nuestro sistema económico. Esto implica que muchos comerciantes deberán consumir obligadamente –asumiendo ellos el costo– dos servicios que hasta ahora no necesitaban.
En conferencia de prensa, el ministro “tranquilizó” a los comerciantes diciendo que el costo del alquiler del aparato se les deduciría de impuestos. Lo que el señor ministro no dice es que la gran mayoría de los pequeños comerciantes son monotributistas y que ellos no gozarán de ese supuesto beneficio.
Así, el POS sólo trae perjuicios para los pequeños comerciantes, perjudica en forma especial a los monotributistas, aumenta los intereses que las empresas de tarjetas de crédito cobrarán a sus víctimas (los comerciantes), da mayor ganancia a las telefónicas, carteliza el sistema y sigue enriqueciendo a los más ricos.
Queda claro que la imposición del POS como casi única alternativa para hacer compras (dada la escasez de efectivo) crea un mercado cautivo a ser explotado por un oligopolio en perjuicio de la ciudadanía. Precisamente, una característica que las privatizaciones le dieron a los serviciospúblicos en la Argentina en la última década. Esta experiencia permite afirmar que la transformación del POS en un servicio público no sólo garantizará nuevamente ganancias extraordinarias al sector financiero, sino que generará una nueva burocracia estatal –a la que se denominará pomposamente “organismo de control”– cuya única utilidad será la convalidación de los abusos de las empresas y de los incumplimientos de los deberes del Estado.
La descripción de los hechos advierte sobre la mentira y el daño. Cómo habría calificado esta conducta Freud no lo sabemos. De lo que sí estamos convencidos es de que somos sus víctimas.

* Defensora del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

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