Por Eduardo Tagliaferro
Desde
La Habana
Hace días que
estamos observando y analizando qué va a pasar con la Argentina.
Es inédito. Esa crisis es insostenible, dijo el presidente
cubano Fidel Castro ante miembros de los partidos de la izquierda latinoamericana
nucleados en el Foro de San Pablo. La situación de la Argentina
aparece constantemente en las principales intervenciones de los miembros
del Foro que en este décimo encuentro deliberan en La Habana. Es
presentada como el resultado al que conduce la aplicación de las
políticas neoliberales.
No sé si habrá un loco que quiera que le den la presidencia,
porque el país se vuelve ingobernable, añadió
el líder cubano sobre un eventual recambio en la Casa Rosada. Desconocía,
tal vez, que lejos de ser un producto escaso en la Argentina la locura
abunda.
Después de preguntarse si es qué habrá un loco que
quiera ser presidente de los argentinos, Fidel hizo una excepción.
Una condición casi imposible de cumplirse y que podría encontrar,
según su criterio, al personaje que se sienta atraído a
sentarse en el sillón de Rivadavia. A no ser que los amos
del mundo se olviden por 15 minutos de toda la aventura guerrera en la
que están envueltos y se acuerden de que la Argentina existe y
salgan corriendo y le digan a la tesorería que gire para allá
a toda velocidad 10 mil millones de dólares. Diez mil por ahora,
acotó.
La fuerte dependencia que tienen los gobernantes de las recomendaciones
de los organismos financieros internacionales lo llevó a disculpar
en cierta medida al gobierno de Fernando de la Rúa al que calificó,
utilizando una figura del derecho, como inimputable. Quien
nada puede, no puede ser considerado culpable, señaló
para graficar su definición. Esos hombres que dirigen los
Estados, nada pueden. Les han diseñado un sistema del cual es muy
difícil escapar. Un mundo en el que nada pueden.
En la mayoría de las conversaciones informales que se dan en el
Foro se analizaba que era poco probable que finalmente el Fondo Monetario
Internacional vuelva atrás y gire los 1260 millones de pesos que
el ministro de Economía Domingo Cavallo le reclamó al organismo
internacional.
Esos diez mil millones que Castro consideró que son la condición
necesaria para encontrar al loco que quiera ser presidente son transitorios
y así se encargó de precisarlo. Los definió como
un primer envío para evitar que su flamante neoliberalismo, su
luminosa teoría política y social, sufra la derrota de Waterloo.
Lejos de solazarse con esa situación, señaló que
tampoco hace falta ese Waterloo. La mención no fue
utilizada al pasar. Precisó que de acuerdo a los informes entregados
por la mayoría de los participantes y a la información que
él dispone, hay como 20 Waterloo en preparación.
Por si no había sido claro, dijo acentuando cada una de las sílabas
que la teoría del neoliberalismo ha sido derrotada. No hay
nadie, absolutamente nadie que crea en ella.
Sea precisa o no, en el plenario del Foro de San Pablo la definición
de neoliberalismo remite a la privatización de las empresas estatales,
al retiro del Estado y a la vieja teoría del derrame que beneficiaría
a los sectores bajos de la sociedad luego de que se colme la copa del
crecimiento económico.
Castro sostuvo que dentro de ese modelo, o fuera de él, no hay,
en este momento, respuestas a la realidad argentina. Por eso completó
sus definiciones diciendo: Ni hay tampoco nadie, absolutamente nadie,
que tenga la menor idea de cómo resolver la situación que
tienen. Conocedores de que detrás de la crisis argentina
hay un pueblo que sufre directamente las consecuencias de esas políticas,
la mayoría de quienes se refieren aeste tema lo hacen pidiendo
disculpas a los argentinos porque no quieren agregarle otro pesar.
No quiero ofender a nadie, acotó el presidente cubano
al referirse a la crisis argentina. Luego de esa mención explicó
la frase que originó un conflicto entre su gobierno y el de la
administración De la Rúa. Recientemente dije que estaba
apenadísimo de que en un país, que ustedes conocen perfectamente,
había un lamebotas, señaló ante un auditorio
que seguía sus palabras con la misma atención que los creyentes
le dan a la misa. Por las dudas remató su frase diciendo: Me
encargué también de aclarar que no me había arrepentido
de lo que dije.
Aunque no entregó nombres propios, hizo a su modo una diferencia
entre De la Rúa y Carlos Menem. Cosa aparte para las felonías,
afirmó en lo que fue una implícita diferenciación
entre los dos últimos presidentes argentinos. En las felonías
pareció no encasillar al gobierno de De la Rúa, sobre quien
ya había dicho que nada puede. Por las dudas redondeó la
frase señalando que otra cosa es ser impotente. En esa situación
están muchos jefes en el mundo. Condición de la que
responsabilizó a los Estados Unidos y a los centros económicos.
La situación se agrava por el vecino que tenemos. Tan aventajado,
tan poderoso. Capaz de crear el dinero con tan solo imprimirlo,
añadió para rematar su pintura de los actuales gobernantes.
Castro enmarcó sus opiniones sobre la Argentina en el contexto
de la economía mundial. Algo mucho peor que la crisis de
1929 tenía que venir. Y quizás está empezando a venir.
Pero no tiene solución. Ni siquiera para ellos (los Estados Unidos),
de quienes afirmó que en la actualidad cuentan con un porcentaje
de desocupados mayor al existente en Cuba.
Toda su disertación comenzó luego de que el delegado boliviano
dijera que el chuño es mejor comida que el tallarín
y el comandante le preguntara no creo que por tallarín te
refieras al spaghetti italiano. Ante la respuesta, incompleta por
cierto, Castro se vio obligado a afirmar que además de reconocer
el pasado, hay que integrar las nuevas culturas, las nuevas tecnologías.
Dos días de silencio dispararon en Castro una catarata incontenible.
La apelación de un delegado boliviano a la necesidad de preservar
idiomas autóctonos como el aymara o el quechua y la valoración
de las comidas regionales le generó una duda. Y esta dio cuerpo
a una pregunta. Una palabra trae la otra, y así el presidente cubano
habló durante casi una hora y media.
Maradona es
valiente
Por E. T. Desde La Habana
Ustedes son insaciables, dijo con su mejor sonrisa
Fidel Castro a todos los que le pedían una foto o una firma.
Aunque repetía que debía irse, él también
disfrutaba ese contacto. Su última sonrisa fue para el brasileño
que le criticó no darle a Pelé el mismo trato que
recibe Diego Maradona.
Maradona es un chico valiente, superinteligente y un amigo
espontáneo. Critica a los políticos de su país
mucho mejor de lo que puedo hacerlo yo le retrucó Fidel
al brasileño.
Pero usted vio qué arte entregaba Pelé al jugar....
Mira, chico, Maradona no va a Washington y Pelé si.
A Pelé lo recibo de mil amores pero me parece que si se lo
propones, te responderá: No me pongas en este compromiso.
Ante la insistencia de las comparaciones que quería establecer
el delegado brasileño, el presidente cubano remató
el diálogo diciéndole: Puedo entender a los
fanáticos. Como los que el 11 de setiembre se estrellaron
contra las Torres Gemelas. Tú eres un fanático. Un
Bin Laden del fútbol. Y se fue con su mejor sonrisa.
Llevaba cerca de 14 horas sobre el escenario del Foro de San Pablo,
incluyendo una acotación autocrítica sobre la revolución
cubana de una hora y media y una larga charla de otra hora y media
en semicírculo con algunos de los participantes tras bajar
del podio.
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