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RECIBIERON ANTEOJOS GRATIS 1400 CHICOS QUE NUNCA LOS HABIAN USADO
La ilusión de abrir los ojos y ver

Un relevamiento en escuelas del sur porteño detectó a los alumnos con problemas visuales. Los testimonios de quienes volvieron a ver.

El programa de salud visual empezó en escuelas del sur, pero se irá extendiendo a toda la ciudad.

Por Mariana Carbajal

”Veía todo doblado y me agarraban puntadas en la cabeza”, cuenta Tatiana, de 8 años. Florencia, su hermana gemela, para leer “hacía fuerza con los ojos”, pero se equivocaba las letras. Carlitos, de 7, no divisaba los renglones y para ver la tele pegaba la nariz al monitor, pero ni así conseguía distinguir los dibujos animados; simplemente, los escuchaba. Ayer, los tres chicos estrenaron anteojos y descubrieron, con asombro, cómo es ver bien, igual que otros 1400 alumnos primarios de los barrios del sur de la ciudad con problemas en la vista que, en el marco de una campaña de salud visual del gobierno porteño, recibieron gratuitamente los lentes. Muchos de ellos ya los tenían recetados o sabían que los necesitaban, pero no podían pagarlos y vivían virtualmente entre la niebla.
Los testimonios comnueven. Algunos chicos no distinguían las letras, como las gemelas. Otros, como Carlitos, no diferenciaban ni siquiera los colores. O tuvieron graves problemas para aprender a leer hasta que la maestra detectó que tenían dificultades en la vista y empezó a escribir en el pizarrón las letras más grandes y a permitirles sentarse bien adelante en el aula. “Pensaba que no arrancaba, que no podía leer y resulta que no podía ver bien”, cuenta Susana Quiroga, la madre de Carlitos Giménez, el tercero de sus cuatro hijos. Hace tres años que sabe que Carlitos necesita anteojos, pero –sin obra social– no se los había podido comprar. Una meningitis a los 2 años lo dejó al chico sin reflejos ni estabilidad en la pierna izquierda. “Entre comprar el aparato que necesita para la pierna y los anteojos, preferí el aparato que le permite caminar”, aclara la mujer, que colabora voluntariamente en un comedor comunitario del asentamiento en el que viven en la zona de Villa Soldati, mientras su marido trabaja en un supermercado “chino”.
Carlitos recibió su par de anteojos ayer al mediodía, durante el acto de fin de curso de la escuela Nº 17, ubicada dentro del complejo habitacional de Soldati, al que concurrieron el jefe de gobierno Aníbal Ibarra y el secretario de Educación, Daniel Filmus. Junto a Carlitos, otros 33 alumnos de la misma escuela estrenaron lentes, en el marco del cierre del programa “¿A ver qué ves?”, coordinado en forma conjunta por las secretarías de Salud y Educación.
—¿Cómo veías sin los anteojos? –le preguntó este diario a Carlitos.
–Todo borroso. Tenía que mirar bajito –describe y achina los ojos, para mostrar cómo se esforzaba para poder leer–. La maestra me escribía en grande.
–¿Y qué fue lo primero que viste hoy?
–Los colores. Ahora veo re-bien –dice, con cierta timidez.
Carlitos miraba la televisión con la nariz pegada al monitor. Pero aun así no lograba diferenciar los dibujos animados.
–Me ponía para escuchar más que para ver –cuenta.
Norma Calvo de Zacarías, de 46 años, está feliz de que sus gemelas, las más pequeñas de sus 12 hijos, puedan ver bien. “Estoy tan contenta”, repite y se le nota. Tres años atrás había llevado a Tatiana y a Florencia, de 8 años, al oculista. A las dos niñas le recetaron lentes. “Pero no me alcanzaba la plata para comprarlos”. Ella no trabaja y su marido, que es carpintero, solo consigue changas. Viven en uno de los departamentos de Soldati. “Veía todo doblado y me agarraban puntadas en la cabeza”, cuenta Tatiana. “Cuando tenía que ver las letras hacía fuerza con los ojos y me las confundía”, dice Florencia.
El programa “¿A ver qué ves?” se puso en marcha en setiembre en la zona sur de la ciudad, donde se registran los mayores índices de pobreza. En dos meses y medio, a 15.000 alumnos de 42 escuelas de Lugano, Soldati, Nueva Pompeya, Liniers y Mataderos se les realizó un primer examen de agudeza visual. “Después de ese primer screening se detectaron 2.800 chicos que tenían algún tipo de anomalía y se los citó para un segundoexamen, al que concurrieron acompañados por sus padres. En la misma consulta se prescribieron los lentes correctores necesarios y un óptico se encargó de la prueba de armazones para los anteojos”, precisó Gabriel Muntaabski, director general de Atención Integral de la Salud del gobierno porteño. Los anteojos prescriptos, finalmente, fueron 1400. Miopía, astigmatismo, hipermetropía, estrabismo, fueron los cuadros más comunes encontrados. Los chicos con patologías complejas fueron derivados a los servicios especializados de hospitales porteños, con asignación de turno preferencial.
“La idea es continuar el año próximo con 50.000 alumnos más de otros barrios del sur y finalmente abarcar a toda la ciudad, para que se convierta en un programa estable”, aclaró Muntaabski.

 

Del problema a los lentes
Por M.C.

De los 760 alumnos de la escuela Nº 17 de Villa Soldati, a 81 se le detectaron anomalías en la vista; 24 de ellos fueron derivados a tratamiento en algún hospital con día y hora para la consulta. “Esta gente está tan acostumbrada a padecer, que una mamá que tenía que llevar a su hijo a las 10 de la mañana, se fue a las 5. Por supuesto, el médico no llegó hasta las 10, pero pensaba que tenía que sacar número y esperar, como les suele pasar siempre”, relató a Página/12 la directora de la escuela, Teresa Manfredi.
Los problemas en la vista no eran desconocidos para los docentes, pero la falta de recursos de los padres impedía que tuvieran acceso a los anteojos. “Era un problema serio. Los maestros detectan rápidamente si alguno de los chicos tiene dificultades para ver, pero después es muy difícil que puedan acceder a los lentes. Un grupo ni siquiera llega a ir a la consulta porque sus padres no tienen dinero para pagar el colectivo hasta el hospital. Otros, llegan a la consulta, tienen la receta, pero no pueden comprarlos”, señaló Manfredi. La población escolar de esta escuela proviene de familias donde la desocupación –dijo– “ya es endémica”.
La docente destacó varios aspectos del programa “¿A ver qué ves?”. Uno de ellos, la posibilidad que tuvieron los chicos de elegir los marcos de los anteojos. “Nos imaginábamos que iban a ser todos de carey con un marco negro y que iba a ser un lío, porque se podían confundir cuál era de quién. Pero como cada uno eligió el suyo, entre más de cuarenta modelos, solucionamos ese problema. Por otra parte, como todos los recibieron el mismo día, se evitó el problema de la estigmatización del ‘anteojudo’, al legitimarse el uso de los lentes.”

 

CUATRO PROCESADOS POR LAS MUERTES EN EL GERIATRICO
Los acusados tras la inundación

Después de pasado casi un año de aquel 24 de enero trágico en el que cinco ancianas murieron en el subsuelo de un geriátrico de Villa Urquiza, víctimas de las inundaciones ocurridas en la Capital, dos inspectores del gobierno porteño y los propietarios del lugar fueron procesados ayer por la Justicia porteña, acusados de los delitos de homicidio culposo. También les trabó embargo por 300 mil pesos. A los inspectores, además, se los inculpó por incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Enero de 2001 fue definitivamente un mes pasado por agua: el miércoles 24 llovió casi lo mismo que durante todo enero del año anterior. Aquel día, la caída del agua se concentró entre las 18.30 y las 20, el lapso en el que murieron cuatro de las cinco mujeres, Wenceslada González de Firpo, Delfina Castro, Elena Garibaldi y María Isabel Salazar; tres de ellas ahogadas y otra por un paro cardiorrespiratorio. Mientras que Cecilia Mariani falleció casi dos días después, luego de sufrir un cuadro de hipotermia producido por el tiempo que estuvo bajo el agua.
Como las normas municipales prohíben que los geriátricos alberguen en sótanos a sus ocupantes, unos días después de ocurrido el hecho, el juez de la causa, Juan Esteban Cicciaro, inició una investigación sobre Stella Maris Orbiscay y Luciano Gastón Astariz, los dueños de la residencia “Los Girasoles”; y sobre Daniel Jorge Domb y Alfredo Bergonzi, los inspectores que la habilitaron pasando por alto la existencia de aquella habitación.
Al mismo tiempo, el gobierno porteño dispuso la clausura del hogar para ancianos, que debía ser efectivizada una vez que los internados fueran derivados a otro lugar. Pero Horacio Spandonari, encargado de la Dirección de Verificaciones y Habilitaciones, finalmente renunció el mes pasado a su cargo luego de que una investigación periodística con cámaras ocultas mostrara que algunos de sus inspectores recibían coimas a cambio de habilitar geriátricos en malas condiciones. Al respecto, voceros de la Dirección actualmente intervenida admitieron sorpresivamente: “Creemos que el geriátrico no está funcionando, pero la información la tendremos mañana”.
Además, el abogado de familiares de una de las víctimas, Miguel Angel Pierri, adelantó que “se ha pedido el juicio político a un juez contravencional que en su momento ordenó la habilitación”.

 

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