Por Simon Tisdall
Desde
Washington
La administración Bush
reaccionó cautelosamente ayer a los hechos en rápido desarrollo
dentro y fuera de Kandahan, rehusándose a formular un comentario
oficial sobre los detalles de un acuerdo que se habría logrado
para la capitulación de la última plaza fuerte talibana,
al tiempo que expresó preocupación por la posibilidad de
que líderes talibanes miembros de alto nivel de la organización
Al-Qaida de Osama bin Laden puedan escapar de la redada norteamericana.
Pero pese a las reservas de la Casa Blanca y el Pentágono, parecía
haber pocas dudas de que el presidente George Bush tenía motivos
para celebrar una victoria en Afganistán, lograda en sólo
dos meses, y estará libre ahora para concentrar todas las energías
norteamericanas, militares y de otro tipo, en atrapar a Osama bin Laden
y luego ampliar su guerra contra el terrorismo.
Funcionarios estadounidenses dijeron que, al menos en términos
generales, el acuerdo en perspectiva en Kandahar estaba en línea
con sus objetivos y representaba un importante paso adelante. Donald Rumsfeld,
el secretario de Defensa, dijo en una conferencia de prensa rápidamente
improvisada en el Pentágono que el gobierno estadounidense daría
la bienvenida a un desenlace pacífico del asedio a la ciudad. No
pienso que vaya a haber un final negociado a la situación que sea
inaceptable para Estados Unidos, dijo Rumsfeld. Ese mensaje fue
reforzado por el portavoz presidencial Ari Fleisher, quien deliberadamente
evitó usar un tono celebratorio. El presidente cree muy fuertemente
que aquellos que dan santuario a terroristas deben ser llevados a la justicia,
dijo Fleisher. La administración ha insistido previamente en que
no puede haber perdones, amnistías o acuerdos cuando se trata de
altos talibanes o de líderes de Al-Qaida. Pero, en una situación
descrita como altamente fluida, había señales
de que Estados Unidos puede mostrar cierto grado de flexibilidad para
ayudar a asegurar una resolución pacífica del sitio a Kandahar.
Funcionarios del gobierno siguen enfatizando que mientras la caída
de Kandahar es bienvenida, los objetivos primarios de Estados Unidos la
captura o eliminación de Osama bin Laden y la destrucción
de todas las bases y organización de Al-Qaida ligadas a los ataques
del 11 de setiembre estaban todavía por lograrse. En una
entrevista televisada nacionalmente que fue puesta en el aire el miércoles
por la noche, Bush se comprometió a no cesar en su campaña,
y pareció ampliar más aún sus objetivos. No
me estoy moviendo de esta posición, porque entiendo que estamos
en una lucha por la civilización misma dijo. Y la llamada
es ahora, ahora es el momento en que los líderes deben ponerse
de pie y combatir al terror dondequiera que lo encontremos... Sé
que esto es lo correcto. Es la llamada de nuestra época. Puede
sonarles cursi a ustedes, pero lo es. Y debemos tener éxito si
queremos garantizar la vigencia de las libertades que ahora damos por
sentadas.
Los éxitos de esta semana en el sur de Afganistán y el estrechamiento
continuo del cerco en torno al presunto escondite de Bin Laden en Tora
Bora, en las Montañas Blancas al sudeste de Jalalabad, han alentado
especulaciones en Washington sobre cuál puede ser la próxima
etapa de la guerra contra el terror. Bush mismo dio aliento a esas especulaciones
la semana pasada cuando pareció amenazar a Saddam Hussein con un
ataque estadounidense si Irak seguía rehusándose a permitir
el retorno de los inspectores de desarme de la ONU. Interrogado sobre
cuáles serían las consecuencias para Saddam de continuar
su intransigencia, Bush dijo contundentemente: El las va a descubrir.
El miércoles, también hizo flotar la idea de usar fuerzas
militares en teatros diferentes de Afganistán.
Como parte de la creciente presión sobre Irak, 10 congresistas
de primera línea escribieron ayer a Bush urgiéndolo a actuar
si lasresoluciones de la ONU eran incumplidas. Creemos que debemos
confrontar directamente a Saddam, más pronto que más tarde,
dijeron en un pedido bipartidario senadores republicanos como John McCain
y Jesse Helms y demócratas como Joseph Lieberman, candidato a la
vicepresidencia con Al Gore en 2000.
UN
PODEROSO LIDER DEL NORTE SE OPONE AL ACUERDO
El comandante de la discordia
Por
Luke Harding y Nicholas Watt
Desde
Kabul y Londres
El histórico
gobierno de poder compartido de Afganistán enfrentó ayer
su primer traspié cuando un poderoso señor de la guerra
de la Alianza del Norte anunció que boicotearía la nueva
administración y bloquearía el acceso a grandes extensiones
del norte del país que están bajo su control. El día
después que las partes rivales acordaran en Bonn la formación
del gobierno, el general Abdul Rashid Dostum dijo que no iría a
Kabul hasta que se tratara de modo justo a las facciones uzbecas bajo
su mando.
Estamos muy tristes, dijo el general Dostum antes a advertir
a los funcionarios del nuevo gobierno que les negaría la entrada
al norte, donde se encuentran las fuentes de gas y petróleo en
Afganistán. Asimismo afirmó que hacemos anuncio de
nuestro boicot a este gobierno y no iremos a Kabul hasta que en su lugar
haya un gobierno adecuado. El general dijo que la facción
Junbish-i-Milli, predominantemente uzbeca, pidió la Cancillería
del nuevo gobierno, pero en su lugar les dieron los ministerios menores
de Agricultura, Minería e Industria, lo que calificó de
una humillación para nosotros.
Los comentarios del general Dostum, conocido por su reputación
de hombre implacable que alternativamente fue aliado y enemigo de los
bandos que se disputaron el poder de Kabul tras la caída del gobierno
comunista, seguramente mantendrán preocupados a los miembros del
nuevo gobierno. Sus fuerzas fueron las responsables de la matanza de cientos
de talibanes, ocurrida la semana pasada en su fortaleza fuera de la ciudad
de Mazar-iSharif. Antes de la actual crisis, las fuerzas del general Dostum
jugaron el papel principal en devastar Kabul luego de los intentos de
formar una coalición de gobierno poscomunista que colapsó
en 1992. Las críticas del señor de la guerra tuvieron eco
en el lado opuesto del espectro en el líder espiritual pashtún
Sayed Ahmad Gailani, quien declaró que los 30 puestos de ministros
fueron injustamente distribuidos. Gailani dijo en Islamabad que se cometieron
injusticias en la distribución de los ministerios. Las críticas
podrían provocar un aumento del temor de que el nuevo gobierno
fracasará en unir a facciones rivales en Afganistán que
han arruinado cinco acuerdos de paz desde 1989.
Sin embargo, el rol clave lo jugó el nuevo líder, Ahmed
Karzai, en asegurar que la redención talibán de ayer en
Kandahar sería usada por los seguidores del acuerdo de Bonn como
signo de un papel positivo de los miembros de la nueva administración.
Al acuerdo se llegó el miércoles temprano, luego de nueve
días de conversaciones en Bonn. Karzai, un líder pashtún,
será la cabeza del Consejo Ejecutivo de 30 miembros, que funcionará
como gobierno durante seis meses hasta que se convoque a la loya
jirga o Asamblea tradicional. La asamblea, que será abierta
por el ex rey Zahir Shah, elegirá otro gobierno interino, el que
establecerá una Constitución para elecciones a celebrarse
en dos años.
Se espera que Naciones Unidas envíe fuerzas de paz para Afganistán.
Kofi Annan, el secretario general de Naciones Unidas, ayer llamó
a los cuatro principales grupos étnicos afganos a que se unan al
nuevo gobierno en Afganistán, que asume el 22 de diciembre, ya
que ahora que ellos han acordado en un gobierno de transición
dijo Annan, espero que vuelvan a Kabul y trabajen muy, muy
de cerca. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reunido ayer,
votó por unanimidad su aval al acuerdo de Bonn sobre el gobierno
interino asiático, aunque difirió una decisión para
autorizar el despliegue de fuerza militar internacional en suelo afgano
para respaldarlo, tal como pidieron las cuatro partes que firmaron el
acuerdo. Un asistente del ex rey pidió paciencia a las facciones.
Abdul Wali dijo a Reuters que es de obligación nacional de
todos los afganos encontrar soluciones a sus problemas.
Cierran
el lazo en torno al hombre de las cavernas
Por
Rory McCarthy *
Desde
la línea del frente, en Tora Bora
La lucha por Tora
Bora parece ser la última etapa militar en la cacería de
Osama bin Laden y sus partidarios después que el molá Mohammad
Omar, el líder de los talibanes, ofreciera entregar Kandahar. Pero
hay otra tarea incompleta. Tienen que tomarse decisiones sobre la provisión
de facilidades para que los hombres de Al-Qaida se rindan. Estados Unidos
va a querer interrogarlos, aunque esto debe ser coordinado con el nuevo
gobierno afgano.
La reconstrucción debe avanzar rápidamente, particularmente
en el área de Jalalabad, donde los sentimientos antinorteamericanos
son fuertes después de que decenas de civiles fueran muertos por
bombas estadounidenses. También es una prioridad la remoción
de minas y de miles de kilogramos de bombas sin explotar. Se necesita
reimponer la seguridad sobre los rivales señores de la guerra y
bandidos que están explotando la partida de los talibanes. Anoche,
en Jalalabad, la organización francesa Médicos sin Fronteras
(MSF) dijo que había retirado a tres de sus trabajadores extranjeros
en medio de una preocupación creciente por los sentimientos antioccidentales.
MSF dijo que sus equipos habían recuperado 80 cadáveres
de civiles muertos durante los bombardeos de esta semana.
En Tora Bora, soldados mujaidines afganos se abrieron violentamente camino
ayer a la parte inferior de la base de Al-Qaida en las montañas.
Bajo masivas descargas de tanques, fuerte fuego de ametralladoras y bombardeos
de un avión norteamericano B-52, tomaron control de dos cavernas
en las colinas inferiores del complejo. Al menos 22 combatientes árabes
y cuatro soldados mujaidines fueron muertos en las batallas armadas. Varios
más fueron heridos.
Alrededor de 2000 hombres, leales a dos influyentes comandantes pashtunes
basados en Jalalabad, han sido enviados al frente en Tora Bora, en las
Montañas Blancas, 47 kilómetros al sur de la ciudad. Fuerzas
especiales norteamericanas también han sido aerotransportadas a
Jalalabad y se cree que están coordinando los ataques aéreos
con la operación terrestre. Tropas especiales británicas
SAS también están activas allí.
Ayer, nubes de humo negro ascendieron de las montañas en torno
a Tora Bora al tiempo que un bombardero B-52 apuntaba al complejo de cavernas.
Tropas mujaidines en camionetas avanzaron rápidamente después
del amanecer. Atacamos a las 7 am y tomamos posiciones árabes.
Entonces ellos nos atacaron y perdimos algo de territorio. Alrededor de
las 11.30 am contraatacamos con alrededor de 2000 hombres y tomamos control
del área, dijo Lala Khan, un comandante en la línea
del frente. Se cree que al menos 1000 combatientes están defendiendo
las cavernas. La mayor parte son árabes, aunque hay chechenos y
pakistaníes en sus filas. Desde el comienzo de la crisis, esta
Legión Extranjera de Bin Laden fue considerada como
el núcleo de más alta peligrosidad del frente talibán,
lo que se confirmó con la violenta revuelta de tres días
que protagonizaron en la prisión de Mazar-i-Sharif después
de entregarse armados hasta los dientes en la ciudad norteña
de Kunduz.
Dos cavernas en Malawa, un área próxima a Tora Bora, fueron
tomadas. La entrada a las cavernas es tan angosta que sólo
una persona puede entrar por vez, pero una vez que estás adentro
es una zona grande, dijo el comandante Khan. Varios comandantes
dijeron ayer que sólo vieron a combatientes árabes y no
a talibanes afganos. Uno dijo que jóvenes árabes estaban
disparando rifles Kalashnikov a medida que los mujaidines avanzaban.
Bin Laden mismo fue visto en Tora Bora al final de la semana pasada, según
el comandante Hazarat Ali. Anoche no era claro si todavía estaba
escondido en el complejo de cavernas. Desde su base en la montaña
en Tora Bora podría cruzar a Pakistán o girar hacia el oeste,
para dirigirse más profundamente a Afganistán central.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
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