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CAPITULA KANDAHAR, ULTIMA PLAZA FUERTE DEL REGIMEN
Caída final de la Talibania afgana

Las negociaciones finales para la entrega de Kandahar abrían ayer el camino para lo que queda de la campaña afgana de Estados Unidos: la captura de Osama bin Laden y la destrucción de su red terrorista Al-Qaida. Ayer, con el apoyo de fuerzas especiales guiando a los bombarderos B-52, varias cavernas de la región de Tora Bora fueron tomadas por los ejércitos tribales del área, en la etapa más peligrosa del conflicto.

Por Simon Tisdall
Desde Washington

La administración Bush reaccionó cautelosamente ayer a los hechos en rápido desarrollo dentro y fuera de Kandahan, rehusándose a formular un comentario oficial sobre los detalles de un acuerdo que se habría logrado para la capitulación de la última plaza fuerte talibana, al tiempo que expresó preocupación por la posibilidad de que líderes talibanes miembros de alto nivel de la organización Al-Qaida de Osama bin Laden puedan escapar de la redada norteamericana. Pero pese a las reservas de la Casa Blanca y el Pentágono, parecía haber pocas dudas de que el presidente George Bush tenía motivos para celebrar una victoria en Afganistán, lograda en sólo dos meses, y estará libre ahora para concentrar todas las energías norteamericanas, militares y de otro tipo, en atrapar a Osama bin Laden y luego ampliar su “guerra contra el terrorismo”.
Funcionarios estadounidenses dijeron que, al menos en términos generales, el acuerdo en perspectiva en Kandahar estaba en línea con sus objetivos y representaba un importante paso adelante. Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, dijo en una conferencia de prensa rápidamente improvisada en el Pentágono que el gobierno estadounidense daría la bienvenida a un desenlace pacífico del asedio a la ciudad. “No pienso que vaya a haber un final negociado a la situación que sea inaceptable para Estados Unidos”, dijo Rumsfeld. Ese mensaje fue reforzado por el portavoz presidencial Ari Fleisher, quien deliberadamente evitó usar un tono celebratorio. “El presidente cree muy fuertemente que aquellos que dan santuario a terroristas deben ser llevados a la justicia”, dijo Fleisher. La administración ha insistido previamente en que no puede haber perdones, amnistías o acuerdos cuando se trata de altos talibanes o de líderes de Al-Qaida. Pero, en una situación descrita como altamente “fluida”, había señales de que Estados Unidos puede mostrar cierto grado de flexibilidad para ayudar a asegurar una resolución pacífica del sitio a Kandahar.
Funcionarios del gobierno siguen enfatizando que mientras la caída de Kandahar es bienvenida, los objetivos primarios de Estados Unidos –la captura o eliminación de Osama bin Laden y la destrucción de todas las bases y organización de Al-Qaida ligadas a los ataques del 11 de setiembre– estaban todavía por lograrse. En una entrevista televisada nacionalmente que fue puesta en el aire el miércoles por la noche, Bush se comprometió a no cesar en su campaña, y pareció ampliar más aún sus objetivos. “No me estoy moviendo de esta posición, porque entiendo que estamos en una lucha por la civilización misma –dijo–. Y la llamada es ahora, ahora es el momento en que los líderes deben ponerse de pie y combatir al terror dondequiera que lo encontremos... Sé que esto es lo correcto. Es la llamada de nuestra época. Puede sonarles cursi a ustedes, pero lo es. Y debemos tener éxito si queremos garantizar la vigencia de las libertades que ahora damos por sentadas”.
Los éxitos de esta semana en el sur de Afganistán y el estrechamiento continuo del cerco en torno al presunto escondite de Bin Laden en Tora Bora, en las Montañas Blancas al sudeste de Jalalabad, han alentado especulaciones en Washington sobre cuál puede ser la próxima etapa de la guerra contra el terror. Bush mismo dio aliento a esas especulaciones la semana pasada cuando pareció amenazar a Saddam Hussein con un ataque estadounidense si Irak seguía rehusándose a permitir el retorno de los inspectores de desarme de la ONU. Interrogado sobre cuáles serían las consecuencias para Saddam de continuar su intransigencia, Bush dijo contundentemente: “El las va a descubrir”. El miércoles, también hizo flotar la idea de usar fuerzas militares en teatros diferentes de Afganistán.
Como parte de la creciente presión sobre Irak, 10 congresistas de primera línea escribieron ayer a Bush urgiéndolo a actuar si lasresoluciones de la ONU eran incumplidas. “Creemos que debemos confrontar directamente a Saddam, más pronto que más tarde”, dijeron en un pedido bipartidario senadores republicanos como John McCain y Jesse Helms y demócratas como Joseph Lieberman, candidato a la vicepresidencia con Al Gore en 2000.

 

Claves

A dos meses del inicio de la campaña militar norteamericana, los talibanes decidieron entregar su último bastión, la ciudad de Kandahar.
Fue el molá Mohammed Omar, autoridad máxima de los talibanes y aliado de Osama bin Laden, quien tomó la decisión. Así puso fin al movimiento que gobernó Afganistán en los últimos cinco años.
La rendición militar fue obtenida por el futuro jefe del gobierno interino de Kabul, el pashtún Hamid Karzai tras varios días de negociaciones. En declaraciones a la CNN, Karzai ofreció a los “talibanes comunes” una amnistía general.
En adelante, la campaña norteamericana se va a centrar en localizar a Osama bin Laden y terminar con la red terrorista Al-Qaida.
Washington descartó cualquier arreglo que permita que el molá Omar viva en Kandahar o en cualquier parte de Afganistán. Desde Pakistán el ex embajador talibán Abdul Salam Saef dijo que “está fuera de lugar juzgar al molá Omar que “no ha hecho nada contra el pueblo de Afganistán”.

 

UN PODEROSO LIDER DEL NORTE SE OPONE AL ACUERDO
El comandante de la discordia

Por Luke Harding y Nicholas Watt
Desde Kabul y Londres

El histórico gobierno de poder compartido de Afganistán enfrentó ayer su primer traspié cuando un poderoso señor de la guerra de la Alianza del Norte anunció que boicotearía la nueva administración y bloquearía el acceso a grandes extensiones del norte del país que están bajo su control. El día después que las partes rivales acordaran en Bonn la formación del gobierno, el general Abdul Rashid Dostum dijo que no iría a Kabul hasta que se tratara de modo justo a las facciones uzbecas bajo su mando.
“Estamos muy tristes”, dijo el general Dostum antes a advertir a los funcionarios del nuevo gobierno que les negaría la entrada al norte, donde se encuentran las fuentes de gas y petróleo en Afganistán. Asimismo afirmó que “hacemos anuncio de nuestro boicot a este gobierno y no iremos a Kabul hasta que en su lugar haya un gobierno adecuado”. El general dijo que la facción Junbish-i-Milli, predominantemente uzbeca, pidió la Cancillería del nuevo gobierno, pero en su lugar les dieron los ministerios menores de Agricultura, Minería e Industria, lo que calificó de “una humillación para nosotros”.
Los comentarios del general Dostum, conocido por su reputación de hombre implacable que alternativamente fue aliado y enemigo de los bandos que se disputaron el poder de Kabul tras la caída del gobierno comunista, seguramente mantendrán preocupados a los miembros del nuevo gobierno. Sus fuerzas fueron las responsables de la matanza de cientos de talibanes, ocurrida la semana pasada en su fortaleza fuera de la ciudad de Mazar-iSharif. Antes de la actual crisis, las fuerzas del general Dostum jugaron el papel principal en devastar Kabul luego de los intentos de formar una coalición de gobierno poscomunista que colapsó en 1992. Las críticas del señor de la guerra tuvieron eco en el lado opuesto del espectro en el líder espiritual pashtún Sayed Ahmad Gailani, quien declaró que los 30 puestos de ministros fueron injustamente distribuidos. Gailani dijo en Islamabad que se “cometieron injusticias en la distribución de los ministerios”. Las críticas podrían provocar un aumento del temor de que el nuevo gobierno fracasará en unir a facciones rivales en Afganistán que han arruinado cinco acuerdos de paz desde 1989.
Sin embargo, el rol clave lo jugó el nuevo líder, Ahmed Karzai, en asegurar que la redención talibán de ayer en Kandahar sería usada por los seguidores del acuerdo de Bonn como signo de un papel positivo de los miembros de la nueva administración. Al acuerdo se llegó el miércoles temprano, luego de nueve días de conversaciones en Bonn. Karzai, un líder pashtún, será la cabeza del Consejo Ejecutivo de 30 miembros, que funcionará como gobierno durante seis meses hasta que se convoque a la “loya jirga” o Asamblea tradicional. La asamblea, que será abierta por el ex rey Zahir Shah, elegirá otro gobierno interino, el que establecerá una Constitución para elecciones a celebrarse en dos años.
Se espera que Naciones Unidas envíe fuerzas de paz para Afganistán. Kofi Annan, el secretario general de Naciones Unidas, ayer llamó a los cuatro principales grupos étnicos afganos a que se unan al nuevo gobierno en Afganistán, que asume el 22 de diciembre, ya que “ahora que ellos han acordado en un gobierno de transición –dijo Annan–, espero que vuelvan a Kabul y trabajen muy, muy de cerca”. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reunido ayer, votó por unanimidad su aval al acuerdo de Bonn sobre el gobierno interino asiático, aunque difirió una decisión para autorizar el despliegue de fuerza militar internacional en suelo afgano para respaldarlo, tal como pidieron las cuatro partes que firmaron el acuerdo. Un asistente del ex rey pidió paciencia a las facciones. Abdul Wali dijo a Reuters que “es de obligación nacional de todos los afganos encontrar soluciones a sus problemas”.

 


 

Cierran el lazo en torno al hombre de las cavernas

Por Rory McCarthy *
Desde la línea del frente, en Tora Bora

La lucha por Tora Bora parece ser la última etapa militar en la cacería de Osama bin Laden y sus partidarios después que el molá Mohammad Omar, el líder de los talibanes, ofreciera entregar Kandahar. Pero hay otra tarea incompleta. Tienen que tomarse decisiones sobre la provisión de facilidades para que los hombres de Al-Qaida se rindan. Estados Unidos va a querer interrogarlos, aunque esto debe ser coordinado con el nuevo gobierno afgano.
La reconstrucción debe avanzar rápidamente, particularmente en el área de Jalalabad, donde los sentimientos antinorteamericanos son fuertes después de que decenas de civiles fueran muertos por bombas estadounidenses. También es una prioridad la remoción de minas y de miles de kilogramos de bombas sin explotar. Se necesita reimponer la seguridad sobre los rivales señores de la guerra y bandidos que están explotando la partida de los talibanes. Anoche, en Jalalabad, la organización francesa Médicos sin Fronteras (MSF) dijo que había retirado a tres de sus trabajadores extranjeros en medio de una preocupación creciente por los sentimientos antioccidentales. MSF dijo que sus equipos habían recuperado 80 cadáveres de civiles muertos durante los bombardeos de esta semana.
En Tora Bora, soldados mujaidines afganos se abrieron violentamente camino ayer a la parte inferior de la base de Al-Qaida en las montañas. Bajo masivas descargas de tanques, fuerte fuego de ametralladoras y bombardeos de un avión norteamericano B-52, tomaron control de dos cavernas en las colinas inferiores del complejo. Al menos 22 combatientes árabes y cuatro soldados mujaidines fueron muertos en las batallas armadas. Varios más fueron heridos.
Alrededor de 2000 hombres, leales a dos influyentes comandantes pashtunes basados en Jalalabad, han sido enviados al frente en Tora Bora, en las Montañas Blancas, 47 kilómetros al sur de la ciudad. Fuerzas especiales norteamericanas también han sido aerotransportadas a Jalalabad y se cree que están coordinando los ataques aéreos con la operación terrestre. Tropas especiales británicas SAS también están activas allí.
Ayer, nubes de humo negro ascendieron de las montañas en torno a Tora Bora al tiempo que un bombardero B-52 apuntaba al complejo de cavernas. Tropas mujaidines en camionetas avanzaron rápidamente después del amanecer. “Atacamos a las 7 am y tomamos posiciones árabes. Entonces ellos nos atacaron y perdimos algo de territorio. Alrededor de las 11.30 am contraatacamos con alrededor de 2000 hombres y tomamos control del área”, dijo Lala Khan, un comandante en la línea del frente. Se cree que al menos 1000 combatientes están defendiendo las cavernas. La mayor parte son árabes, aunque hay chechenos y pakistaníes en sus filas. Desde el comienzo de la crisis, esta “Legión Extranjera” de Bin Laden fue considerada como el núcleo de más alta peligrosidad del frente talibán, lo que se confirmó con la violenta revuelta de tres días que protagonizaron en la prisión de Mazar-i-Sharif después de entregarse –armados hasta los dientes– en la ciudad norteña de Kunduz.
Dos cavernas en Malawa, un área próxima a Tora Bora, fueron tomadas. “La entrada a las cavernas es tan angosta que sólo una persona puede entrar por vez, pero una vez que estás adentro es una zona grande”, dijo el comandante Khan. Varios comandantes dijeron ayer que sólo vieron a combatientes árabes y no a talibanes afganos. Uno dijo que jóvenes árabes estaban disparando rifles Kalashnikov a medida que los mujaidines avanzaban.
Bin Laden mismo fue visto en Tora Bora al final de la semana pasada, según el comandante Hazarat Ali. Anoche no era claro si todavía estaba escondido en el complejo de cavernas. Desde su base en la montaña en Tora Bora podría cruzar a Pakistán o girar hacia el oeste, para dirigirse más profundamente a Afganistán central.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

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