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“Un repertorio en el que nunca es
gratuito el mayor refinamiento”

Andrés Gerszenzon
dirige hoy su versión de
�El descenso de Orfeo a los infiernos�, la "operita" de Marc-Antoine Charpentier.

Andrés Gerszenzon
(izq.) es el director musical.
Alejandro Ullúa (derecha) hizo la régie de “El descenso...”.

Por Diego Fischerman

Hay dos fenómenos relativamente nuevos en la escena de la música clásica de Buenos Aires. Uno es la profusión de grupos independientes que programan y representan ópera por afuera de la estructura oficial del Colón. Otro es el auge de los grupos y solistas dedicados a la interpretación de música del barroco, de acuerdo con normas estilísticas de esa época. En el trabajo de Andrés Gerszenzon se juntan ambos. Compositor, director de su grupo –Selva Vocal e Instrumental– y colaborador de Gabriel Garrido, tanto en sus cursos en el Camping Musical Bariloche como en la preparación musical del coro que tuvo a su cargo el Orfeo de Monteverdi que se hizo este año en el Colón, condujo para la asociación Juventus Lyrica una puesta de la ópera breve El descenso de Orfeo a los infiernos, de Marc-Antoine Charpentier. Hoy, mañana y el domingo, a las 20.30, se repondrá, con régie de Alejandro Ullúa y realización de máscaras de Elizabeth Tarasewicz, en una producción de La Scala de San Telmo presentada en el Auditorio Florentino Ameghino de la Sociedad Científica (Santa Fe 1145).
Con un elenco notable, encabezado por Pablo Pollitzer, Ana María Moraitis y Alejandro Meerapfel, esta operita en dos actos (no se sabe si el tercero, en que Euridice vuelve al Infierno, se perdió o es que Charpentier no quiso apesadumbrar a su patrona Marie de Lorraine, duquesa de Guise) es una de las obras maestras del barroco francés, un subestilo dentro de la música de los siglos XVII al XVIII que funciona, para Gerszenzon, como “un desafío extra”. Para el director “el encanto empieza por la lengua, por la necesidad de trabajar en francés antiguo ya que si se pronunciara como en la actualidad faltarían o sobrarían sílabas, según el caso, con respecto a la música. La preparación en ese aspecto es de Beatriz Moruja, que es una especialista, y una de las grandes satisfacciones que hemos tenido es que nos escucharan personas de habla francesa y nos dijeran que se entendía todo. En la ópera en general pero particularmente en el barroco, el texto es fundamental y muchas veces no se le da la importancia necesaria. Por otra parte, este es un estilo en el que la ornamentación, el refinamiento para la elección de los compases, los matices entre lo declamado y lo cantado, llevan a un trabajo en el que es fundamental el detalle. Lo refinado no es inútil; se escucha permanentemente y tiene trascendencia en el nivel formal”.
Además de los protagonistas, en esta puesta de El descenso de Orfeo a los infiernos participarán Ana Santorelli, Beatriz Moruja, Mariana Nigro, Adriana Sansone, Gustavo Villena, David Neto, Pablo Travaglino y Sebastián Barros, junto a una orquesta conformada por Rodolfo Marchesini y Paula Weihmuller en violines, María Jesús Olondriz en violoncello, Irene Chaina e Ileana Beade en violas da gamba, Mercedes Blanco Mengoni y Eugenia Montalto en flautas dulces, Hernán Vives en tiorba y Federico Ciancio en clave. “En Argentina hay un movimiento importantísimo, que se nota también fuera del país. Entre los intérpretes, tanto vocales como instrumentales, que en este momento están en la primera línea del mundo, hay una proporción asombrosa de argentinos. Y algunos de ellos viven aquí, viajan permanentemente, van y vienen pero están en Argentina. Aquí hay muchos cantantes, sobre todo entre la gente joven, que incorporan la práctica de música barroca como parte de su aprendizaje. Hay una conciencia que antes no existía acerca de que no todo se canta igual, una cultura del detalle y la diferenciación de estilos. Lo que espero es que cada vez más empiece a romperse esta cápsula de músicos barrocos y de ciclos especializados y que esto forme parte de las programaciones de las sociedades de conciertos y de las salas de ópera normales. El Orfeo que dirigió Garrido este año fue una prueba no sólo de que una ópera barroca puede hacerse con artistas argentinos casi en su totalidad sino que, además de haber un público propio, hay una parte importante del público corriente en los espectáculos de ópera que está interesado en conocer esta parte del repertorio quehasta no hace mucho era considerada un exotismo y a la que se caracterizaba, apenas, como antecedente de la música en serio. De hecho, había un repertorio central, que era el alemán del siglo XIX y lo otro estaba en el margen. Lo posterior era ‘música contemporánea’ y lo anterior ‘música antigua’”.

 

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