Por Diego Fischerman
Hay dos fenómenos relativamente
nuevos en la escena de la música clásica de Buenos Aires.
Uno es la profusión de grupos independientes que programan y representan
ópera por afuera de la estructura oficial del Colón. Otro
es el auge de los grupos y solistas dedicados a la interpretación
de música del barroco, de acuerdo con normas estilísticas
de esa época. En el trabajo de Andrés Gerszenzon se juntan
ambos. Compositor, director de su grupo Selva Vocal e Instrumental
y colaborador de Gabriel Garrido, tanto en sus cursos en el Camping Musical
Bariloche como en la preparación musical del coro que tuvo a su
cargo el Orfeo de Monteverdi que se hizo este año en el Colón,
condujo para la asociación Juventus Lyrica una puesta de la ópera
breve El descenso de Orfeo a los infiernos, de Marc-Antoine Charpentier.
Hoy, mañana y el domingo, a las 20.30, se repondrá, con
régie de Alejandro Ullúa y realización de máscaras
de Elizabeth Tarasewicz, en una producción de La Scala de San Telmo
presentada en el Auditorio Florentino Ameghino de la Sociedad Científica
(Santa Fe 1145).
Con un elenco notable, encabezado por Pablo Pollitzer, Ana María
Moraitis y Alejandro Meerapfel, esta operita en dos actos (no se sabe
si el tercero, en que Euridice vuelve al Infierno, se perdió o
es que Charpentier no quiso apesadumbrar a su patrona Marie de Lorraine,
duquesa de Guise) es una de las obras maestras del barroco francés,
un subestilo dentro de la música de los siglos XVII al XVIII que
funciona, para Gerszenzon, como un desafío extra. Para
el director el encanto empieza por la lengua, por la necesidad de
trabajar en francés antiguo ya que si se pronunciara como en la
actualidad faltarían o sobrarían sílabas, según
el caso, con respecto a la música. La preparación en ese
aspecto es de Beatriz Moruja, que es una especialista, y una de las grandes
satisfacciones que hemos tenido es que nos escucharan personas de habla
francesa y nos dijeran que se entendía todo. En la ópera
en general pero particularmente en el barroco, el texto es fundamental
y muchas veces no se le da la importancia necesaria. Por otra parte, este
es un estilo en el que la ornamentación, el refinamiento para la
elección de los compases, los matices entre lo declamado y lo cantado,
llevan a un trabajo en el que es fundamental el detalle. Lo refinado no
es inútil; se escucha permanentemente y tiene trascendencia en
el nivel formal.
Además de los protagonistas, en esta puesta de El descenso de Orfeo
a los infiernos participarán Ana Santorelli, Beatriz Moruja, Mariana
Nigro, Adriana Sansone, Gustavo Villena, David Neto, Pablo Travaglino
y Sebastián Barros, junto a una orquesta conformada por Rodolfo
Marchesini y Paula Weihmuller en violines, María Jesús Olondriz
en violoncello, Irene Chaina e Ileana Beade en violas da gamba, Mercedes
Blanco Mengoni y Eugenia Montalto en flautas dulces, Hernán Vives
en tiorba y Federico Ciancio en clave. En Argentina hay un movimiento
importantísimo, que se nota también fuera del país.
Entre los intérpretes, tanto vocales como instrumentales, que en
este momento están en la primera línea del mundo, hay una
proporción asombrosa de argentinos. Y algunos de ellos viven aquí,
viajan permanentemente, van y vienen pero están en Argentina. Aquí
hay muchos cantantes, sobre todo entre la gente joven, que incorporan
la práctica de música barroca como parte de su aprendizaje.
Hay una conciencia que antes no existía acerca de que no todo se
canta igual, una cultura del detalle y la diferenciación de estilos.
Lo que espero es que cada vez más empiece a romperse esta cápsula
de músicos barrocos y de ciclos especializados y que esto forme
parte de las programaciones de las sociedades de conciertos y de las salas
de ópera normales. El Orfeo que dirigió Garrido este año
fue una prueba no sólo de que una ópera barroca puede hacerse
con artistas argentinos casi en su totalidad sino que, además de
haber un público propio, hay una parte importante del público
corriente en los espectáculos de ópera que está interesado
en conocer esta parte del repertorio quehasta no hace mucho era considerada
un exotismo y a la que se caracterizaba, apenas, como antecedente de la
música en serio. De hecho, había un repertorio central,
que era el alemán del siglo XIX y lo otro estaba en el margen.
Lo posterior era música contemporánea y lo anterior
música antigua.
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