Usted está en Afganistán,
y en el frente. A ver si se acostumbra. Quien tuvo esta impresión
no fue nada menos que un gerente de seguridad del Banco Central. Y este
dato basta para explicar el caos que generó en el país la
desorganización en las redes electrónicas. No es que no
funciona lo nuevo. Ahora no funciona lo que antes funcionaba. Por lo tanto,
no funciona nada o nadie sabe a qué atenerse. El error por el aluvión
de datos mal cargados en los sistemas bancarios potenció la desorientación
y la desazón de la gente. Hubo problemas con cajeros, supermercados
y hasta con las tarjetas que aparecieron chupadas y clonadas.
Lo cierto es que ninguno de los bancos tiene el sistema informático
preparado para recibir el cúmulo de información que está
entrando. El 70 por ciento de los errores que aparecen se debe a esto.
Y no es para menos. Sólo como ejemplo, el Banco Provincia habitualmente
abre unas 500 cuentas semanales. Esta semana abrió 91 mil. Argencard
y Postnet están haciendo en un día la misma cantidad de
operaciones que hacían en un mes.
No hace falta moverse demasiado: todas las historias de estos días
son descabelladas. Los cajeros se han vuelto locos, y en esto hay pleno
consenso. Hasta ayer algunos daban saldos distintos sin intervención
del titular de la cuenta. Los clientes del Banco Francés podían
encontrar diferencias en sus cuentas comparando la información
de la red interna con la extraída en el Banelco. En los cajeros,
en el lapso de una hora la opción para sacar los mil pesos prometidos
por el ministro de Economía desde el martes aparecía y desaparecía
como por arte de magia.
Pero todo esto tiene una explicación. Los datos de los bancos se
cargaron mal: ninguno de los bancos tenía los sistemas preparados
para acumular la cantidad de registros que aparecieron en estos días.
Gustavo Talabán, un especialista en seguridad informática,
asegura que el 70 por ciento de todos los errores son producto de la sobrecarga
de información de las máquinas. Es como un almacén
de barrio que un día le ponen una edificio enfrente: el almacenero
no tiene cómo abastecer esa demanda. En este caso no son
panes lo que falta si no tiempo. Las bases de datos no están listas:
Acá dice Talabán no existió un
ingreso paulatino de información y se hubiese requerido por lo
menos entre 15 y 21 días para adecuar los espacios del sistema
a esta cantidad de registros.
En este marco, en buena parte de los cajeros automáticos, introducir
una tarjeta Link supone esperar que giren y giren las manecillas del reloj
que aparece en la pantalla. Pasan los segundos e incluso minutos para
que, al final, aparezca la leyenda donde anuncian que expiró el
tiempo. O sea: el sistema no da abasto ni para contestar las consultas
de saldo.
En los supermercados, a la hora de pagar, se repitieron los males. Allí
el sistema POS que hasta ahora venía haciendo mil operaciones mensuales
quedó saturado. Las tarjetas de débito no sirven porque
el sistema no da abasto: o se rechaza la consulta, o la respuesta es que
no hay fondos suficientes en la cuenta del cliente que, en realidad, sí
tiene fondos. Después de esta respuesta, se sacan la operación
de encima. En el supermercado Disco, por ejemplo, informaban que el sistema
se cayó y por lo tanto no aceptaban las tarjetas de
débito tan ponderadas por el ministro Domingo Cavallo.
De acuerdo con el ministro, nunca sería tan fácil transferir
dinero de la cuenta de un banco a la cuenta de otro como en estos días.
Ayer, viernes, había transferencias del lunes que no se habían
acreditado. Los mismo bancos que a principio de la semana decían
que transferir al dinero era instantáneo, en el mismo día,
ayer informaban que el movimiento de dinero puede tardar 48, 72 e incluso
96 horas. El ministro también aseguró que podía obtenerse
por ventanilla y fácilmente cheques de transferencia. Ayer al mediodía,
el Banco Sudameris no los entregaba: La imprenta todavía
no tuvo tiempo de imprimirlos, respondía el gerente de la
filial de 9 de Julio y Belgrano.
Hasta hace una semana, comprar con tarjeta de crédito era sencillo.
La operación era rápida y la autorización tardaba
segundos. En los últimos días todo cambió: las autorizaciones,
por ejemplo de American Express, tardan minutos e incluso el sistema rechaza
operaciones porque se corta automáticamente la comunicación.
A veces, hasta salen tickets diciéndole al comerciante que pida
la autorización llamando a la central, algo casi imposible: Nuestros
agentes están todos ocupados, dice.
La llegada de decenas de miles de nuevos clientes a los cajeros automáticos
aumenta el caos y produce el otro 30 por ciento de errores que existen
en los sistemas. Pero esto es natural. Personas inexpertas o de avanzada
edad no saben cómo usar el cajero ni qué tecla apretar.
Por lo tanto tardan minutos en las operaciones más sencillas y
no faltan los casos en los que el cajero, tras cansarse de las incoherencias,
terminan chupándose las tarjetas para desesperación del
cliente novato.
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