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GARZON, CIUDADANO ILUSTRE DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
“Con un nudo en la garganta”

El magistrado español visitó ayer a los camaristas federales porteños y recibió el título de Ciudadano Ilustre de manos del jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra. Hoy se dedicará a pasear.

El jefe de Gobierno porteño,
Aníbal Ibarra, recibió a Garzón. Intercambiaron elogios.

Victoria Ginzberg

Después de disertar sobre la justicia universal, de recibir un doctorado honoris causa, de ser aplaudido de pie por tres mil personas y de encontrarse involuntariamente firmando autógrafos como si fuera un cantante popular, el juez español Baltasar Garzón disfrutó el jueves por la noche de una cena organizada por la Universidad Nacional de La Plata en el Rugby Club de la ciudad. Allí escuchó a Adriana Varela y pidió especialmente que cantara “Volver”, cuyo estribillo entonó desde su mesa. Entre las mujeres, ninguna se animó a sacar a bailar al juez que encerró al dictador Augusto Pinochet. Su esposa, Rosario “Yayo” Molina, aseguró que era “una osadía” arriesgarse con el tango en Buenos Aires. Ayer, Garzón visitó la Cámara Federal porteña y fue homenajeado por el gobierno de la ciudad. “Estoy agradecido y emocionado, pero siento el dolor por un pasado injusto y hablar a espaldas de la Plaza de Mayo me produce un nudo en la garganta”, dijo luego de que lo nombraran huésped de honor.
En el quincho del Rugby Club se sentaron a la mesa principal el matrimonio Garzón, el juez chileno Juan Guzmán –que heredó los procesos que a raíz del juicio de Madrid se abrieron en Santiago contra Pinochet– el fiscal de Bahía Blanca Hugo Cañón, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y de la Comisión provincial por la Memoria, Estela Carlotto; el presidente de la Universidad de La Plata, Alberto Dibbern, y la cantante Mercedes Sosa. La tucumana se fue temprano pero al salir dijo que haber estado junto a Garzón había sido “un gusto, un honor que nunca pensé que iba a tener”. “Es una persona tan derechita”, graficó La Negra. Guzmán también estaba encantado de haber conocido a Garzón, con quien antes sólo había hablado por teléfono. El chileno, en cambio, estaba algo desencantado con el rumbo de las causas que involucran a Pinochet luego de que la Corte Suprema lo sobreseyera temporariamente por “demencia” en el expediente por los fusilamientos en la Caravana de la Muerte.
También de Chile, Viviana Díaz, de Familiares de las víctimas de la dictadura, le entregó a Garzón un libro con imágenes de la agrupación. Las actrices Valentina Bassi y Diana Lamas, de Teatro por la Identidad, le llevaron un ejemplar con la recopilación de los textos de todas las obras que participaron en el ciclo.
A las once de la noche un apagón de un par de minutos intranquilizó a la custodia del magistrado, que corrió inmediatamente al lado del juez. Los ventiladores, las luces y el equipo de sonido habían provocado una sobrecarga. Los guardaespaldas se alarmaron cuando poco tiempo después el incidente se repitió, pero a costa de los ventiladores, todo volvió a la normalidad. A pesar del cansancio, Garzón conservó la sonrisa aún cuando después de la carne algunos invitados pidieron sacarse fotos con él en el patio.
Entre los asistentes también estuvieron los ex ministros Rodolfo Terragno y Federico Storani, la subsecretaria de Derechos Humanos, Diana Conti, el legislador y miembro de la Comisión por la Memoria Alejandro Mosquera, el cantante Víctor Heredia, Cipe Lincovsky, el director de cine David Blaustein; el gerente de producción de Canal 7, Emilio Cartoy Díaz; el camarista platense Julio Reboredo; Laura Conte, del Centro de Estudios Legales y Sociales; Rosa Roisinblit, de Abuelas de Plaza de Mayo y Gabriela Cerruti, coordinadora de la Comisión Provincial por la Memoria.
La posición de Garzón sobre los juicios por la verdad –”Buscar la verdad siempre es loable pero no debe buscarse como sinónimo de impunidad o de impedimento de la vía judicial. Debe ser el camino para empezar a hacer justicia”, dijo el jueves en la conferencia de prensa– y la crítica a los ataques norteamericanos sobre Afganistán en base a una supuesta “legítima defensa” que hizo en su exposición, fueron temas de conversación durante la velada. Ayer, el juez que lleva adelante el proceso contra los militares argentinos por genocidio terrorismo y torturas se entrevistó con los miembros de la Cámara Federal porteña (ver aparte) y luego fue conducido al Salón Blanco del Palacio Municipal, donde recibió el diploma y la medalla que lo consagraron como huésped ilustre de Buenos Aires. “Entrego con respeto, emoción y admiración esta distinción. A pesar de las leyes de impunidad y de las decisiones que tienden a que todo quede solamente en la memoria y en la historia no todo está perdido. Hay quienes han peleado y han logrado que a la indignación no se sume la impotencia uno de ellos está aquí con nosotros”, expresó el jefe de Gobierno.
Garzón respondió los halagos recordando que, como fiscal, Ibarra se opuso a los indultos. “El devenir de los hechos dio lugar a que afrontara investigaciones en España y hoy podemos decir que la Justicia, la que debería aplicarse siempre está un poco más cerca. Parece que finalmente nos hemos ido dando cuenta de que no es suficiente un sólo país, un sólo sistema para hacer frente a crímenes que traspasan todo lo imaginable”, aseguró el magistrado.
Como última actividad pública y oficial, el juez visitó el Parque de la Memoria, ubicado en la Costanera Norte. Allí se cruzó con el artista Dennis Oppenheim que estaba montando su escultura, compuesta por tres celdas de detención hechas de hormigón y superpuestas entre sí, que será inaugurada mañana en un acto. Oppenheim explicó al juez y su mujer que con su obra intentaba revertir el concepto de prisión por el de libertad. Garzón quiso saber si se refería a que las prisiones no deberían existir, a lo que el escultor respondió que la obra estaba inspirada en los centros clandestinos de la última dictadura.
Luego de dos días agitados, Garzón espera pasar un fin de semana con perfil bajo en Buenos Aires. Ayer por la noche tenía previsto ir a una tanguería de la zona del Abasto, tal vez a animarse a bailar la pieza que le quedó pendiente en el Rugby Club de La Plata.

 

Ocupado por el fotógrafo

Garzón se entrevistó con todos los miembros de la Cámara Federal porteña, Martín Irurzun, Eduardo Luraschi y Horacio Cattani, de la Sala II –que ratificó la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final– Luisa Riva Aramayo, Horacio Vigliani y Gabriel Cavallo –que dictó la inconstitucionalidad de las normas cuando era juez–. Durante la reunión, que duró casi una hora, Cattani habló sobre las distintas instancias en las que el tribunal intervino en casos relacionados con violaciones a los derechos humanos y Riva Aramayo quiso saber cómo era la composición femenina del poder judicial español. Fuera del protocolo, Garzón le preguntó a Cavallo por su madre, ya que el camarista no pudo asistir a la conferencia que dio el español en La Plata porque su mamá tuvo un problema de salud. Garzón también se preocupó por otra persona. Al salir de tribunales, el magistrado hizo detener su auto al ver al fotógrafo Enrique García Medina –colaborador de Página/12– quien se había caído al piso al cubrir en Ezeiza el arribo del magistrado al país. El juez se asomó por la ventanilla y le preguntó cómo estaba.

 

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