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PAGINA/12 OFRECE A SUS LECTORES UNA COLECCION IMPERDIBLE DE LEON GIECO
Las canciones que inauguraron la leyenda

La serie comprende los primeros seis discos de Gieco, un recuento exhaustivo de las canciones que lo convirtieron en una figura central de la música popular argentina. Además de versiones antes censuradas y bonus tracks, se incluye �Porsuigieco�, un encuentro entre grandes.

Por Eduardo Fabregat

Hace un par de semanas, en el suplemento Radar de este diario, León Gieco relativizaba esa ética que lo hace tan querido por tanta gente: “Ojo que además están las canciones. Uno es lo que hace y lo que hago son canciones en el marco de un compromiso social. Si mis canciones no le importasen y gustasen a la gente, yo no existiría”, dijo. Gieco canta, luego existe. Y la mejor comprobación de que a la gente le importan y le gustan sus canciones comenzará a tomar forma mañana, con el primer volumen de la serie que Página/12 ofrece a sus lectores a un precio especial: una rápida revisión de las listas de temas permite contabilizar un generoso puñado de canciones que un público de todas las edades reconoce de inmediato, y en más de un caso convirtió en algo parecido a un himno. Un compendio de cómo León Gieco llegó a ser León Gieco, y por qué.
La colección de siete discos, con sonido remasterizado y su arte de tapa original, comprende los primeros seis títulos del hijo dilecto de Cañada Rosquín más Porsuigieco, el notable experimento que llevó adelante junto a Sui Generis, María Rosa Yorio y Raúl Porchetto. Ese trayecto musical retrata el pasaje del joven recién llegado con susto a Buenos Aires, al artista de masas que eriza la piel con su versión live de “Sólo le pido a Dios” (en 7 años). Pero también permite entender que el concepto de coherencia, tan afín a toda explicación o análisis sobre Gieco, no tiene que ver exclusivamente con su ideología o su militancia por las buenas causas. Volver a escuchar el primer tramo de su carrera, casi treinta años después, dibuja un mapa de coherencia musical que define al artista más allá de su significado como ídolo de los quemados.
Un mapa, además, no exento de sorpresas e interrogantes. Escuchando atentamente letra y música de León Gieco (1973) y León Gieco y su banda de caballos cansados (1974), cabe preguntarse por qué títulos como “Dime que estás llorando”, “Si ves a mi padre”, “Ahora caete aquí” (“Quién pudiera curar un corazón desgarrado por la violencia/ y andar/ (...) A todos los hombres que nacieron para salvar un país/ los mataron”) o “Seamos todos caballos” no alcanzaron también el status de las legendarias “Hombres de hierro” y “En el país de la libertad”. Sorpresas, porque de Gieco suele formarse de inmediato la imagen del guitarrista acústico, el folklorista que se empeñó en llevar adelante De Ushuaia a La Quiaca, pero canciones como “Algo fuerte, amigo”, “Todos los caballos blancos”, “Dime que estás llorando” y “John, el cowboy” (canción que con su frase “Y John mató al sheriff y el pueblo gritó libertad” le valió uno de tantos interrogatorios policiales) exhiben un pulso rockero envidiable para la época.
León Gieco, el disco que abre mañana la colección, muestra cómo comenzó la larga y fructífera relación de Gieco con Gustavo Santaolalla. Mucho antes de ser el gurú de los latinos, el entonces líder de Arco Iris comprendió de inmediato el valor de esas canciones que cantaba el pibe santafesino. Por eso y por el aporte de una banda ya armada y en funciones (todo Arco Iris, más Miguel y Eugenio y el Dúo Psiglo), el debut de León tiene la potencia de lo que se advierte perdurable desde el primer acorde. Para el segundo disco ya tenía su propia banda –los “caballos cansados” Rodolfo Gorosito, Rubén Batán y Vicente Buzzo–, una línea lírica propia dentro de su admiración por Dylan (“Un día Baltazar”, o un Bob de la pampa llamando a la reforma agraria) y una resonancia y conducta que le traerían infinidad de dolores de cabeza para registrar su tercer disco.
El fantasma de Canterville, que saldrá el domingo 22, puede ser hermanado con Instituciones: al igual que Sui Generis, León tuvo que entrenar la cintura para evitar la sombras largas de la dictadura, que se ensañaron con el disco, obligaron a modificar la letra de “El fantasma...” (la línea “Ay si pudiera matarlos...” se convirtió en “odiarlos”; “He muerto muchas veces acribillado en la ciudad” se grabó como “rodando sobre la ciudad”) y la de “Los chacareros de dragones”, dedicada a Víctor Jara, que incluso fue mezclada con la voz bien atrás, para que no se terminara de entender eso de “Allá donde mil poesías gritaron/ cuando le cortaron al poeta sus manos”. “Canción de amor para Francisca” y “Tema de los mosquitos” corrieron peor suerte, y tuvieron que esperar otra oportunidad. De cualquier manera, a la tijera se le escaparon cosas como el cierre del disco, con León cantando “A la luz del día le hace falta un guardián/ muchas cosas ocurren sin ser vistas/ manchas que quedan para siempre...”
El 4º LP puede ser entendido como la explosión de Gieco, la bisagra. y No solo por su apertura con “Sólo le pido a Dios”, que en ese 1978 tendría su primera gran resonancia con el conflicto que el gobierno militar alimentó por el Canal de Beagle. Tras sus episodios con la censura y amenazas varias, León venía de un largo viaje que era también huida, y la lejanía estimuló su necesidad de cantar cosas como “Ya soy croto”, el hit “Cachito, campeón de Corrientes” y “Un poco de comprensión” (“Las dulces promesas sufren el viejo pretexto/ de que mañana se darán porque ahora no hay tiempo/ todo se posterga, dice la vieja historia”), e incluir en el disco tres momentos de sus ya habituales shows por Latinoamérica. “La historia ésta”, “Canción de amor para Francisca” (una dulcísima canción a una prostituta de pueblo) y el “Tema de los mosquitos” ya podían sonar, simplemente porque Gieco ya era Gieco.
Los dos discos que cierran el tramo solista forman parte de una carrera consolidada, pero no por ello menos inquieta. En 1980/81, Santaolalla ya vivía en Los Angeles y encarnaba una modernidad que supo trasladar a Pensar en nada sin convertir a Gieco en otra cosa. Porque, si “Vino algo y lo arrasó” tiene un aire inédito para el “cantautor” de acústica y armónica, y “Pensar en nada” podría ser una participación de León en el primer solista de Santaolalla, allí están los arranques old style de “Soy un pobre agujero” o “Canto dorado”, la percusiva “Cumbia de la ciudad” y el rescate de “Aquí, allá, hoy o mañana”. Y en estos tiempos de planes y más planes económicos, es imposible no sonreír ante los veinte años de antigüedad y a la vez vigencia de la frase “Justo ayer me di cuenta que solo en cuestión de plata/ mientras diez ventanillas cobran, una sola es la que paga”. La recopilación 7 años, en tanto, sirve para apreciar la grabación de estudio de “Francisca”, una emotiva versión en vivo de “La colina de la vida” en Obras y “La Navidad de Luis”, nunca antes incluida en un álbum, con el plus de dos bonus track exclusivos para esta colección: “La rata Laly” y la festiva “La cuca del hombre”. Como cierre del estuche, Porsuigieco (1976) retrata un encuentro de grandes, en el que León tuvo suficiente protagonismo como para abrir el disco –con otro hit, “La mamá de Jimmy”– y cerrarlo con “La colina de la vida”. Canciones y más canciones, razones para entender por qué León Gieco es León Gieco. A la gente le importa. Y le gusta.

 

La fiesta de Montevideo

La ciudad de Montevideo será hoy escenario de un masivo encuentro cultural multidisciplinario, que se propone como una forma de despedir con una fiesta un año complicado, para buena parte del mundo. La tercera edición de La Fiesta Final, que empieza hoy a las doce del mediodía y se extenderá hasta mañana a las 8, contará con unos 2000 artistas de 150 espectáculos diferentes. En la zona del faro de Punta Carretas, a través de 25 mil metros cuadrados, el Festival convocará a unas 30 mil personas, según el cálculo de los organizadores, en base a las experiencias previas. Participarán, entre otros, Jaime Roos, Rubén Rada, el Cuarteto Zitarrosa, el Trío Fattoruso, Pepe Guerra, La Vela Puerca, Abuela Coca, Buitres, Elefantes, Supersónicos y la Filarmónica de Montevideo. Se montarán diversos escenarios, carpas, auditorios, seis pantallas gigantes y pequeñas salas de teatro y cine. Habrá unos 17 fogones, funcionarán las discotecas uruguayas más importantes y habrá sedes de restaurantes y pubs de todo el país. Se trata de la tercera edición de un encuentro organizado por la agrupación Juventud y 100.3 X FM. Con la consigna “Paz, respeto, tolerancia y diversidad” al frente de todo, La Fiesta Final surgió en 1999, año en que reunió a 8 mil espectadores, y se repitió el año pasado, cuando 25 mil personas vieron, entre otros, a los argentinos Nito Mestre y los Ratones Paranoicos.

 

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