Por Eduardo Fabregat
Hace un par de semanas, en
el suplemento Radar de este diario, León Gieco relativizaba esa
ética que lo hace tan querido por tanta gente: Ojo que además
están las canciones. Uno es lo que hace y lo que hago son canciones
en el marco de un compromiso social. Si mis canciones no le importasen
y gustasen a la gente, yo no existiría, dijo. Gieco canta,
luego existe. Y la mejor comprobación de que a la gente le importan
y le gustan sus canciones comenzará a tomar forma mañana,
con el primer volumen de la serie que Página/12 ofrece a sus lectores
a un precio especial: una rápida revisión de las listas
de temas permite contabilizar un generoso puñado de canciones que
un público de todas las edades reconoce de inmediato, y en más
de un caso convirtió en algo parecido a un himno. Un compendio
de cómo León Gieco llegó a ser León Gieco,
y por qué.
La colección de siete discos, con sonido remasterizado y su arte
de tapa original, comprende los primeros seis títulos del hijo
dilecto de Cañada Rosquín más Porsuigieco, el notable
experimento que llevó adelante junto a Sui Generis, María
Rosa Yorio y Raúl Porchetto. Ese trayecto musical retrata el pasaje
del joven recién llegado con susto a Buenos Aires, al artista de
masas que eriza la piel con su versión live de Sólo
le pido a Dios (en 7 años). Pero también permite entender
que el concepto de coherencia, tan afín a toda explicación
o análisis sobre Gieco, no tiene que ver exclusivamente con su
ideología o su militancia por las buenas causas. Volver a escuchar
el primer tramo de su carrera, casi treinta años después,
dibuja un mapa de coherencia musical que define al artista más
allá de su significado como ídolo de los quemados.
Un mapa, además, no exento de sorpresas e interrogantes. Escuchando
atentamente letra y música de León Gieco (1973) y León
Gieco y su banda de caballos cansados (1974), cabe preguntarse por qué
títulos como Dime que estás llorando, Si
ves a mi padre, Ahora caete aquí (Quién
pudiera curar un corazón desgarrado por la violencia/ y andar/
(...) A todos los hombres que nacieron para salvar un país/ los
mataron) o Seamos todos caballos no alcanzaron también
el status de las legendarias Hombres de hierro y En
el país de la libertad. Sorpresas, porque de Gieco suele
formarse de inmediato la imagen del guitarrista acústico, el folklorista
que se empeñó en llevar adelante De Ushuaia a La Quiaca,
pero canciones como Algo fuerte, amigo, Todos los caballos
blancos, Dime que estás llorando y John,
el cowboy (canción que con su frase Y John mató
al sheriff y el pueblo gritó libertad le valió uno
de tantos interrogatorios policiales) exhiben un pulso rockero envidiable
para la época.
León Gieco, el disco que abre mañana la colección,
muestra cómo comenzó la larga y fructífera relación
de Gieco con Gustavo Santaolalla. Mucho antes de ser el gurú de
los latinos, el entonces líder de Arco Iris comprendió de
inmediato el valor de esas canciones que cantaba el pibe santafesino.
Por eso y por el aporte de una banda ya armada y en funciones (todo Arco
Iris, más Miguel y Eugenio y el Dúo Psiglo), el debut de
León tiene la potencia de lo que se advierte perdurable desde el
primer acorde. Para el segundo disco ya tenía su propia banda los
caballos cansados Rodolfo Gorosito, Rubén Batán
y Vicente Buzzo, una línea lírica propia dentro de
su admiración por Dylan (Un día Baltazar, o
un Bob de la pampa llamando a la reforma agraria) y una resonancia y conducta
que le traerían infinidad de dolores de cabeza para registrar su
tercer disco.
El fantasma de Canterville, que saldrá el domingo 22, puede ser
hermanado con Instituciones: al igual que Sui Generis, León tuvo
que entrenar la cintura para evitar la sombras largas de la dictadura,
que se ensañaron con el disco, obligaron a modificar la letra de
El fantasma... (la línea Ay si pudiera matarlos...
se convirtió en odiarlos; He muerto muchas veces
acribillado en la ciudad se grabó como rodando sobre
la ciudad) y la de Los chacareros de dragones, dedicada
a Víctor Jara, que incluso fue mezclada con la voz bien atrás,
para que no se terminara de entender eso de Allá donde mil
poesías gritaron/ cuando le cortaron al poeta sus manos.
Canción de amor para Francisca y Tema de los
mosquitos corrieron peor suerte, y tuvieron que esperar otra oportunidad.
De cualquier manera, a la tijera se le escaparon cosas como el cierre
del disco, con León cantando A la luz del día le hace
falta un guardián/ muchas cosas ocurren sin ser vistas/ manchas
que quedan para siempre...
El 4º LP puede ser entendido como la explosión de Gieco, la
bisagra. y No solo por su apertura con Sólo le pido a Dios,
que en ese 1978 tendría su primera gran resonancia con el conflicto
que el gobierno militar alimentó por el Canal de Beagle. Tras sus
episodios con la censura y amenazas varias, León venía de
un largo viaje que era también huida, y la lejanía estimuló
su necesidad de cantar cosas como Ya soy croto, el hit Cachito,
campeón de Corrientes y Un poco de comprensión
(Las dulces promesas sufren el viejo pretexto/ de que mañana
se darán porque ahora no hay tiempo/ todo se posterga, dice la
vieja historia), e incluir en el disco tres momentos de sus ya habituales
shows por Latinoamérica. La historia ésta, Canción
de amor para Francisca (una dulcísima canción a una
prostituta de pueblo) y el Tema de los mosquitos ya podían
sonar, simplemente porque Gieco ya era Gieco.
Los dos discos que cierran el tramo solista forman parte de una carrera
consolidada, pero no por ello menos inquieta. En 1980/81, Santaolalla
ya vivía en Los Angeles y encarnaba una modernidad que supo trasladar
a Pensar en nada sin convertir a Gieco en otra cosa. Porque, si Vino
algo y lo arrasó tiene un aire inédito para el cantautor
de acústica y armónica, y Pensar en nada podría
ser una participación de León en el primer solista de Santaolalla,
allí están los arranques old style de Soy un pobre
agujero o Canto dorado, la percusiva Cumbia de
la ciudad y el rescate de Aquí, allá, hoy o
mañana. Y en estos tiempos de planes y más planes
económicos, es imposible no sonreír ante los veinte años
de antigüedad y a la vez vigencia de la frase Justo ayer me
di cuenta que solo en cuestión de plata/ mientras diez ventanillas
cobran, una sola es la que paga. La recopilación 7 años,
en tanto, sirve para apreciar la grabación de estudio de Francisca,
una emotiva versión en vivo de La colina de la vida
en Obras y La Navidad de Luis, nunca antes incluida en un
álbum, con el plus de dos bonus track exclusivos para esta colección:
La rata Laly y la festiva La cuca del hombre.
Como cierre del estuche, Porsuigieco (1976) retrata un encuentro de grandes,
en el que León tuvo suficiente protagonismo como para abrir el
disco con otro hit, La mamá de Jimmy y
cerrarlo con La colina de la vida. Canciones y más
canciones, razones para entender por qué León Gieco es León
Gieco. A la gente le importa. Y le gusta.
La fiesta de Montevideo
La ciudad de Montevideo será hoy escenario de un masivo
encuentro cultural multidisciplinario, que se propone como una forma
de despedir con una fiesta un año complicado, para buena
parte del mundo. La tercera edición de La Fiesta Final, que
empieza hoy a las doce del mediodía y se extenderá
hasta mañana a las 8, contará con unos 2000 artistas
de 150 espectáculos diferentes. En la zona del faro de Punta
Carretas, a través de 25 mil metros cuadrados, el Festival
convocará a unas 30 mil personas, según el cálculo
de los organizadores, en base a las experiencias previas. Participarán,
entre otros, Jaime Roos, Rubén Rada, el Cuarteto Zitarrosa,
el Trío Fattoruso, Pepe Guerra, La Vela Puerca, Abuela Coca,
Buitres, Elefantes, Supersónicos y la Filarmónica
de Montevideo. Se montarán diversos escenarios, carpas, auditorios,
seis pantallas gigantes y pequeñas salas de teatro y cine.
Habrá unos 17 fogones, funcionarán las discotecas
uruguayas más importantes y habrá sedes de restaurantes
y pubs de todo el país. Se trata de la tercera edición
de un encuentro organizado por la agrupación Juventud y 100.3
X FM. Con la consigna Paz, respeto, tolerancia y diversidad
al frente de todo, La Fiesta Final surgió en 1999, año
en que reunió a 8 mil espectadores, y se repitió el
año pasado, cuando 25 mil personas vieron, entre otros, a
los argentinos Nito Mestre y los Ratones Paranoicos.
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