Por Fernando DAddario
Caetano Veloso se vistió
de riguroso negro para su primera presentación en el teatro Gran
Rex. La elección cromática, sin dudas compatible con el
panorama del país que está visitando, podría entenderse
como una rúbrica de sobriedad para su fina estampa, o como un guiño
para aproximarse a la lectura de la negritud que el bahiano propuso en
sus últimos trabajos y más explícitamente en Noites
do Norte. Pero tratándose de Caetano, la realidad siempre esquiva
las presunciones, del mismo modo que su figura, de gacela, parece deslizarse
por el escenario como si estuviese huyendo hacia un nuevo rumbo. Sin embargo,
no huye, ni desmiente las sospechas: elige un territorio de ambigüedad,
en el que todo puede ser posible, sin subrayar ninguna certeza.
Es extraña la manera en que, año tras año, se solidifica
su condición de clásico. El autor de Tropicalia
sostiene su relación con el público en la imprevisibilidad,
y no necesita poblar de hits su set de poco más de hora y media
para sumar votos a su canonización. En esa dirección, Noites
do Norte se manifestó en vivo como un derroche de concepto, más
que como un puñado de canciones desparramadas en función
de su impacto emocional. Acaso por eso, el show atravesó con sutileza
la idea germinal del disco: excavar en las contradicciones más
sensibles de Brasil, ligadas profundamente con las consecuencias de la
esclavitud. Caetano tradujo musicalmente (en rigor, viene haciéndolo,
inconscientemente, en los últimos 35 años) el ideario de
Joaquim Nabuco, un líder abolicionista del siglo XIX, que escribió:
La esclavitud permanecerá por mucho tiempo como la característica
nacional del Brasil. (...) Ella lo pobló como si fuese una religión
natural y viva, con sus mitos, sus leyendas, sus encantamientos; insufló
allí su alma infantil, su tristeza sin pesar, sus lágrimas
sin amargura, su silencio sin concentración, sus alegrías
sin causa, sus felicidades sin día siguiente.... El bahiano
se valió de algunas canciones del disco, (Noites do Norte,
13 de Maio, Rockn Raul, Zumbi,
Zera Reza), buscó perlitas perdidas en su dilatada
trayectoria y musicalizó integralmente su versión de la
historia. Que es su propia historia: conflictos de identidad, fracturas,
dolores estetizados, alegrías que no cierran, africanismo blanco,
cultura occidental tamizada por el candomblé, Luiz Gonzaga con
Bob Dylan, Michael Jackson con Pessoa, blanco, negro, culto, popular,
vanguardista amante de la tradición.
Caetano mostró una banda renovada, menos pretenciosa en términos
formales, pero subida a las cercanías de la perfección en
buena medida gracias al talento del gran Jacques Morelenbaum. Su criterio
orquestal le permitió al músico bahiano sumarles a sus canciones
distintas armaduras rítmicas y entramados armónicos, como
si se tratara de capas geológicas que se superponen sin molestarse
jamás. Así, temas de distintas épocas (desde los
setentistas Araca azul y Leaozinho hasta el bellísimo
Lingua, de 1984, o el hermoso Desde que o samba é
samba, que pertenece a Tropicalia 2, de los 90) formaron parte del
mismo concepto, aunque unos eligieran el intimismo acústico, y
otros dispararan la explosión percusiva con reminiscencias afro,
aunque la guitarra distorsionada de Davi Morais se acoplara a una base
funky, y la voz de Caetano oscilara entre el susurro melódico y
el rap. Aunque destruyeran la versión original. En
25 canciones Caetano repasó su modo de entender el arte. En su
tiempo, en su país, en el mundo. Casi no habló. En un momento
se fue, de negro, después de haber exorcizado la noche con su viejo
Tropicalia, que como siempre (cuando del músico bahiano
se trata), sonó como si lo hubiera escrito mañana.
No se salvó
del corralito
Si no hay una solución a corto plazo, Caetano tendrá
que esperar para cobrar los cinco espectáculos que tiene
programados en Buenos Aires, debido a las restricciones financieras
dispuestas por el Gobierno. Caetano vino a tocar porque nos
conoce y nos tiene confianza, pero va a tener que esperar para cobrar,
porque todavía no están hechas las normas y reglamentaciones
que le permitan sacar esa plata del país, dijo Lucio
Alfiz, el productor de los espectáculos que el músico
brasileño está desarrollando en el Teatro Gran Rex.
En principio, las presentaciones de Noites do Norte, estaban pautadas
sólo para este fin de semana, pero luego se añadió
una nueva función para el viernes próximo, en vista
de la demanda del público. En la semana, la cartelera del
Gran Rex exhibía un cartel que decía solo efectivo.
Pero ahora, aceptamos efectivo, cheques, tarjeta, patacones,
lo que sea..., concluyó Alfiz. El dinero de la recaudación
será depositado en un banco, hasta que se resuelva
la situación financiera.
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