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ENTREVISTA CON EL DIRECTOR JUAN JOSE CAMPANELLA
“Todavía podemos mejorar”

El realizador de �El hijo
de la novia� cuenta que quedó maravillado por la respuesta del público cubano a su exitosa película y, pese a la desesperanza argentina, piensa que un cambio aún es posible.

Campanella dice que el día que Menem salió fue �uno de los más negros de la historia argentina�.

Por Esteban Pintos
Desde La Habana

Sentado a una mesa en la espectacular terraza natural del Hotel Nacional, frente al Malecón, con músicos que trabajan de músicos cubanos sonando de fondo, Juan José Campanella apura el primer mojito al que se haya atrevido en sus tres días en La Habana –ya regresó a Nueva York, a su departamento de la calle 4– y comenta: “Hago un tipo de cine cuidado y formal. Hay un sector de la crítica que dice que el nuevo cine argentino tiene que ser desprolijo y fuera de foco, por eso no le gusta lo mío. Pero creo que es una tontería pensar que el cine argentino tiene que ser de un estilo único. Cada película debería ser juzgada dentro de su género, no comparar manzanas con naranjas. De lo contrario, entramos en una actitud caníbal”. Campanella llegó a La Habana para acompañar a El hijo de la novia, su criatura más preciada y exitosa de todas las que haya alumbrado. Estuvo el primer día de exhibición en el viejo cine Payret y tanto se molestó con el deficiente sonido como se maravilló con la respuesta del público. Los diálogos entre escenas, las carcajadas, los comentarios que su eventual vecino de butaca le hacía sobre Darín, el aplauso y ovación que cerraron la proyección.
Regreso al Nacional. El director argentino que vivió buena parte de la década pasada en EE. UU. y que ahora, tal como el personaje que Ricardo Darín interpreta en El hijo..., está regresando (“ahora vivo más en Buenos Aires que en Nueva York. Y me gusta. Amo la ciudad”). Claro, Belvedere hijo (Darín) regresa a su familia, a su vida de barrio, a los momentos compartidos con sus afectos. Campanella, en cambio, regresa de su experiencia en el Norte y piensa que algunas cosas, las más importantes tal vez, todavía son posibles en Argentina. Dice que el día que el ex presidente Menem salió excarcelado, fue “uno de los más negros de la historia argentina”. Ese día, cuenta más tarde en un restaurante semiprivado de los que abundan ahora en la capital cubana, fue invitado a un programa de radio. Estaba tan indignado que su proclama hizo eco en los oyentes y éstos lo postularon como columnista del programa. Pasado el momento, cuenta, volvió a creer que se puede. Su nuevo proyecto busca respuestas a la pregunta ¿Qué hacemos entonces?. “¿Seguimos haciendo historias en donde todo es una mierda?”, se pregunta y en la pregunta está implícita la respuesta negativa. No, dice Campanella. Por eso apunta a encontrar las historias que ayuden a creer. “La nueva película es sobre la clase media venida a menos, sobre los nuevos remiseros. Tipos que no se han quebrado moralmente”.
–¿Concuerda con las miradas macro que tuvo su película, sobre la relación entre la historia de la familia y la historia del país?
–Me sorprendió que se diga que había una visión conservadora de la familia, me pregunto entonces ¿cuál es la visión “progre” de la familia? Tal vez tenga que ver con una actitud positiva que tiene el final. Si bien no se soluciona ningún problema, el tipo encuentra una manera de empezar a cambiar su vida.
–Lo paradójico es que ese mensaje emerge en un momento crítico del ánimo colectivo argentino.
–Para mí la crisis económica existe desde que soy chico. Creo que todo se solucionaría en la medida que tengamos confianza en la justicia, en los que gobiernan y en las reglas del juego. Lo de Menem me desalentó, pensé por un momento que no había salida. Pero pasaron dos cosas que me llevaron a pensar que todavía es posible mejorar. Una amiga que trabaja gratis para chicos carenciados, haciendo obras de teatro y otras actividades, subió a un taxi ese día. El tachero, claro, también estaba indignado y no paraba de quejarse. Le preguntó a ella qué hacía. Ella lecontó. Cuando llegaron al destino del viaje, el tipo no le quiso cobrar. Le dijo “Si vos ponés todo ese trabajo para hacer felices a unos pibes, esto es lo mínimo que yo puedo aportar”.
La descripción de la anécdota entusiasma a Campanella, un hombre campechano y entrador, un perfecto personaje posible para su propia película. Campanella podría haber sido uno de los amigos de Ricardo Darín en la ficción. Desde ese lado de la vida, el cineasta continua su pequeña teoría sobre la salvación de la Argentina, desde la gente. “Estos tipos merecen ser celebrados. Como Darín en la película, no está quebrado moralmente, puede volver de eso. Hagamos una historia que relate ese regreso. ¿Las películas que son buenas son las que muestran la decadencia de una familia, un tipo al que abandonan todos los amigos, en donde los pobres son todos ladrones o putas? No creo que sea así, creo que la mayoría de los argentinos viven otra vida. Entonces prefiero hacer historias sobre la mayoría argentina.
–¿Vive pendiente de las nominaciones del Oscar?
–De más está decir que me encantaría que suceda. Porque nos permitiría mostrar la película en muchos más países del mundo y también por lo que el Oscar significa: es un símbolo. Me gustaría estar esa noche, realmente no tengo ninguna expectativa de ganarlo. Hay películas muy fuertes compitiendo, tanques que vienen con mucho apoyo. Sería un milagro ganar el Oscar. Pero tengo expectativas por la nominación. No estoy pendiente cada día, trato de olvidarme y recién me pondré nervioso otra vez el 8, 9 de febrero.
–¿Cuándo terminó de convencerse de la buena estrella que tendría su película?
–Recuerdo un momento en la filmación, cuando hicimos la escena en que Alterio recuerda cómo era el restaurante cuando trabajaba Norma. Ahí tuvimos la idea certera de que la película iba a ser algo potente. Era una escena simple, apenas de explicación, pero cuando Héctor la interpretó nos emocionó a todos. Pedí corte con la voz quebrada.

 

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