Por Julio Nudler
El veloz retorno de Domingo
Cavallo, Daniel Marx (vice) y Jorge Baldrich (Hacienda) de Washington
a Buenos Aires, donde aterrizarán esta mañana, tras 48 horas
de negociaciones con el Fondo Monetario, implica el esbozo de un principio
de acuerdo para convenir un nuevo programa económico, que sería
respaldado con recursos del FMI, que a su vez destrabarán la llegada
de préstamos prometidos por otras fuentes. El hermetismo de todos
los integrantes de la desesperada misión que partió hacia
el Norte en la noche del jueves deja sin respuesta las preguntas sobre
los compromisos concretos que asumió esta vez Cavallo, cuyo trabajo
consistirá ahora en conseguir el respaldo político necesario
para aplicar el nuevo esquema. Respecto de los programas anteriores habrá,
como mínimo, una diferencia esencial: éste se impondrá
en una economía rodeada por una alambrada de púas, con los
depósitos pisados y reimplantado el control de cambios. Aun en
el más optimista de los supuestos respecto del apoyo multilateral
que logre la Argentina, la economía no podrá normalizarse,
manteniéndose la vigencia de todas las restricciones anunciadas
el sábado 1º de diciembre. Estas sellaron diversas salidas
para la fuga de capitales, pero la desconfianza no cesará, impidiendo
que el sistema bancario sea liberado de su cepo. En tales condiciones,
y con la profundización del ajuste, ningún economista sueña
siquiera con el retorno al crecimiento. Y éste ha sido precisamente
el primer nudo a cortar en la discusión con el Fondo: su staff
no acepta que Cavallo dibuje números ilusorios e increíbles
para el Presupuesto 2002, colgados de una hipótesis delirante de
expansión económica.
(viene de págins 2) De hecho, este contratiempo con la Argentina
ha sorprendido al FMI en medio de un debate no resuelto sobre la manera
de prevenir o afrontar las crisis de los países subdesarrollados.
Un economista local con experiencia en negociaciones con enviados del
Fondo, pero que pidió reserva de su nombre, indicó anoche
a este diario que es muy difícil tratar hoy con ellos porque
no saben lo que quieren, y no lo saben porque no tienen un diagnóstico
sobre qué fue lo que falló con la Argentina ni cómo
se sale de esta encrucijada. Algunos como Anne Krüger,
la número dos del organismo piensan que no puede evitarse
una devaluación del peso, pero el staff y los técnicos de
las misiones, como Tomás Reichmann, ven las cosas de otro modo.
Finalmente, todo se resuelve de manera convencional, con el Fondo diciéndole
a los argentinos: tráigannos un programa fiscal creíble
y les aprobamos el programa. Pero la credibilidad del programa no prejuzga
su cumplimiento. Varios planes se cayeron a pesar de su apariencia razonable.
Esto explica la poca predisposición de Krüger hacia el país,
ya que no quiere repetir la historia, esta vez con su prestigio en juego.
En un reciente debate, ella indicó que es preciso definir qué
se busca: si solo sortear crisis en el corto y mediano plazo, o bien cambiar
estructuralmente una economía para que nunca se repita una crisis.
La respuesta sugirió depende en parte de cuán
a menudo ha requerido ayuda un país en el pasado. La conclusión
es que a la Argentina, que va de una crisis en otra, hay que imponerle
reformas muy profundas (según su visión, en el sector público
y el sistema financiero).
Para Miguel Bein, que fue secretario de Programación del equipo
de José Luis Machinea, Cavallo logró circunscribir
la discusión con el Fondo a la cuestión fiscal, que deberá
pasar aquí por un acuerdo político. Ya bajó la cuenta
de intereses de la deuda todo lo que hace falta. Por los 50.000 millones
de dólares en bonos que resta canjear (tramo global) no pagará
nada de intereses el primer año, y después irá subiendo
la tasa gradualmente. Y si hay problemas con las provincias, emitirá
2000 millones en Lecop. (Al respecto, Bein propone ante todo que
a la tercera moneda se le quite ese nombre imposible, sugiriendo el que
le gusta: puma. Habrá que ver si muerde.)
Cualquiera sea el diseño final de este nuevo acuerdo con el FMI,
si es que realmente llega a plasmarse, su contexto será abiertamente
heterodoxo: la renegociación forzosa de la deuda (default), obstáculos
al movimiento de capitales y cerrojo sobre la banca. Fuera de esto, se
mantendrá la depresión económica, mientras crece
el superávit comercial, resultante de aquella. Los dólares
que genere ese excedente y que ahora deben ser traídos al
país por los exportadores, obligación que había sido
abolida en 1991 facilitarán los pagos de la deuda externa,
sin que se sacrifiquen reservas. Pero para esto habrá que mantener
en pie la restricción al retiro de fondos, ya que de otro modo
el superávit alimentaría la fuga de capitales.
Además de la pelea política que le espera a Cavallo, si
es cierto que acordó algo con el FMI, como afirmó ayer en
Washington, también lo aguarda la guerra por sostener el 1 a 1,
para lo cual debe romperle la crisma al incipiente mercado paralelo. Para
vencer deberá vender, vía banca oficial, todos los dólares
que demande la gente. Bajo instrucciones precisas, el BCRA tendrá
que entregar los fajos, esperando que la demostración calme al
público, que al mismo tiempo tiene limitado su acceso a pesos físicos.
Pero más allá del Central, ahora se juega la actitud de
la banca internacional que opera en esta plaza: en qué medida está
dispuesta a respaldar a sus sucursales de la Argentina.
Krüger ha dicho que un asunto a decidir es hasta dónde aprovechar
las ocasiones que brinda una crisis para imponer reformas de largo aliento,
como la del sistema bancario. Este tema está en el centro de la
conflagración que estalló la semana pasada en la city porteña.
Para unos, antes de que pueda quitársele el candado al sistema
financiero será preciso que el Gobierno negocie con los bancos
internacionales con redes en el país un acuerdo por el cual se
comprometan a respaldar con su patrimonio global a sus filiales argentinas.
De esta suerte, los argendólares de los ahorristas, que hasta hoy
sólo tienen de verde la esperanza de disponer de ellos alguna vez,
devendrían dólares verdaderos.
Pero ese pacto tendría un precio: la entrega de todo (o casi todo)
lo que resta del sistema a manos extranjeras, asegurándoles a los
bancos internacionales un status de extraterritorialidad. Estarían
tomando los depósitos bajo otra ley, diferente de la argentina,
y podrían mantener los encajes en el exterior. Se supone que sólo
en ese caso habría alguna chance de que los argentinos vuelvan
a llevar plata fresca a los bancos. Además, sólo la liberación
de los depósitos hoy cautivos (los argendólares) permitiría
restablecer las imprescindibles señales de precios en la economía,
porque hoy se desconoce la verdadera relación de valor entre un
argendólar y un dólar. Por tanto, nadie sabe qué
precio cobrar por lo que vende.
De esta forma, el modelo vuelve a reclamar, para subsistir, más
concentración y extranjerización, como vino ocurriendo desde
el primer día. Dentro del modelo no hay alternativa. Si existe,
está fuera de él.
EXITO
DE LA MISION AL NORTE, SEGUN CAVALLO
Milagroso acuerdo completo
Domingo Cavallo declaró
anoche en Washington que llegó a un acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional sobre los números del Presupuesto para
el año próximo. Ahora el ministro deberá negociar
con los gobernadores y la oposición el apoyo político a
un nuevo ajuste. Sin embargo, según pudo saber Página/12,
todavía resta acordar algunos números que están en
la base de un nuevo acuerdo. En el FMI consideran que tanto las perspectivas
de crecimiento para el 2002 presentadas por el equipo económico
1,4 por ciento como las previsiones de ahorro a lograr con
el canje de deuda son excesivamente optimistas. Estas dos magnitudes son
clave para determinar la brecha fiscal, y por lo tanto, los números
para el año próximo.
Estuvimos de acuerdo completamente con el personal del Fondo en
los números, así que ahora debemos adoptar decisiones en
Argentina, señaló Cavallo poco antes de emprender
el regreso al país. Tenemos que adoptar decisiones sobre
las políticas que serán implementadas, particularmente para
el año 2002, y también tenemos que mostrar que hay apoyo
político para el presupuesto 2002, y (para) la ley de reparto de
impuestos, y todo lo que sea necesario no sólo para convencer al
Fondo, sino a la comunidad financiera internacional, de que tenemos un
programa sostenible, reseñó.
El ministro dijo que un nuevo programa con el FMI es fundamental para
persuadir a los acreedores internacionales de que acepten canjear sus
bonos. Además amenazó con no iniciar el tramo internacional
del canje mientras la Argentina no cuente con un programa que (nos)
certifique tanto en el sentido fiscal como de la dinámica de la
deuda.
Las declaraciones fueron formuladas tras la reunión que Cavallo,
los secretarios de Finanzas, Daniel Marx, y de Hacienda, Jorge Baldrich,
y el vicepresidente del Banco Central (y ex funcionario del FMI), Mario
Blejer, mantuvieron con Claudio Loser, director del FMI para el Hemisferio
Occidental, y Tomás Reichman, jefe de la misión del Fondo
para Argentina.
Cavallo dijo que para negociar se quitó el sombrero de ministro
para ponerse el de un técnico y trabajar con el staff
del organismo para que no haya ninguna diferencia entre los números
con que se maneja el Fondo, los números con que nos manejamos nosotros,
los supuestos involucrados en esos números, el impacto que podrían
tener políticas específicas en materia presupuestaria y
las características de la futura reestructuración de deuda,
enumeró.
Según pudo saber este diario de fuentes que participaron de las
reuniones en Washington, entre los supuestos divergentes manejados por
las partes se encuentra el del crecimiento para el 2002. Mientras Cavallo
insistió en que Argentina crecerá un 1,4 por ciento, en
el Fondo creen que el número estará, en el mejor de los
casos, alrededor de cero. También hubo diferencias sobre el ahorro
que permitirá lograr el canje de deuda. Ambas cifras son indispensables
para conocer la brecha fiscal y, por lo tanto, los números
del presupuesto 2002. Es comprensible, entonces, que Cavallo no
haya querido revelar los guarismos negociados para el año próximo
ni adelantar las medidas antes de que, según dijo, sean tratadas
con el presidente Fernando de la Rúa, los gobernadores y la oposición,
labor que comenzará hoy mismo. Tal vez aquí, en el apoyo
político a un nuevo ajuste que se estima en 4000 millones entre
Nación y provincias, se encuentren los resultados que Cavallo necesite
para convencer al FMI. Si no se destraban los 1264 millones de dólares
previstos para este mes, la Argentina no podrá evitar un default
abierto. Al margen del optimismo de Cavallo, por ahora ninguna misión
del FMI volverá a la Argentina.
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