El debate por la dolarización
o la devaluación como instrumentos potenciales para superar la
actual crisis continúa siendo el cuadrilátero en el que
se toman a golpes los distintos actores del poder económico. El
núcleo duro de quienes hasta hace poco propiciaban la dolarización
con Roque Fernández y Carlos Menem a la cabeza parece
haber tomado nota de la nueva línea que baja desde el Fondo Monetario
Internacional: ahora la proponen, pero con una devaluación previa.
En tanto, el Grupo Productivo y la CGT oficial suscribieron un documento
en el que descartan la adopción de la divisa estadounidense y demandan
el abandono del tipo de cambio fijo.
Roque Fernández dejó de lado su vieja prédica en
favor de la dolarización y afirmó que es perfectamente
posible salir de la rigidez de la convertibilidad sin que se provoque
una fuerte devaluación, sino solo algunas oscilaciones. El
último ministro económico de Carlos Menem dijo que no proponía
una tablita devaluatoria ni fijar una nueva paridad, sino
ir acomodando el tipo de cambio a la economía argentina.
Fernández se animó incluso a arriesgar la magnitud de la
sobrevaluación actual del peso: Con un acuerdo del Fondo,
solvencia fiscal y un Banco Central independiente, yo me animo a decir
que la fluctuación estaría en un 15 o un 20 por ciento,
pues el tipo de cambio real de la Argentina no está en un
desequilibrio fenomenal. Permite un cierto tipo de ajuste,
pero no se saldrá de cierto rango.
Su ex jefe, Carlos Menem, también cambió de parecer. Aunque
recordó que desde hace cuatro años viene hablando
de dolarizar, precisó que ahora hay que readecuar la
dolarización a lo que estamos viviendo. Una cosa era
dolarizar cuando el peso estaba uno a uno con el dólar, tal
cual lo fijó en 1991 la ley de Convertibilidad, y otra cuando el
peso se ha devaluado en los hechos, porque se está pagando
1,20 o 1,30 por dólar, explicó.
En tanto, el Grupo Productivo que reúne a la Unión
Industrial (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción
(CAC) y Confederaciones Rurales (CRA) suscribió junto a la
CGT oficial que conduce Rodolfo Daer un manifiesto contra la dolarización,
exhortando a no cometer el error de comprometer el presente y el
futuro de nuestra Nación con una medida de naturaleza colonial.
No tendríamos instrumentos para defendernos de las devaluaciones
competitivas del resto de un mundo que adoptó como regla los tipos
de cambio flexibles, sostuvieron los firmantes en el texto. La dolarización
significaría privarnos para siempre de instrumentos esenciales
de política económica, agregaron. De imponerse esa
posición abandonaríamos definitivamente la posibilidad
de tener política monetaria, con lo cual la Argentina
pasaría a importar definitiva y pasivamente la política
monetaria de los Estados Unidos, y a depender de su fase del ciclo económico
y de su aumento de productividad.
También se consolidarían los actuales altos niveles
tarifarios de los servicios públicos y los sectores monopólicos,
e implicaría un dramático ajuste de los gastos esenciales
del Estado, desprotegiendo a los más débiles. Además,
no contribuiría a resolver los problemas que presenta el
actual escenario de caída de empresas, de deterioro del salario
real, de altas tarifas de servicios y elevadas tasas de interés,
en definitiva de alta pérdida de competitividad, aseguraron.
Dolarizar es una medida de seguridad aparente. Es una falsa medicina
y nada curará. Sólo servirá para dejarnos sin los
instrumentos que necesita cualquier Nación en crisis para manejar
soberanamente su economía y preservar los intereses nacionales,
concluyeron.
Desde la óptica de las calificadoras internacionales de riesgo
crediticio, el economista de Moodys Mauro Leoz señaló
que en este momento dentro y fuera de la Argentina se discute por
primera vez y de manera muy seria si opera o no la convertibilidad a mediano
plazo. Para él, la dolarización es ciertamente
una opción. Hay que ver si existen los dólares como para
sostenerla a largo plazo. La situación argentina es diferente a
la de hace un par de años, cuando se planteó la dolarización
por primera vez.
Por otra parte, algunos economistas del sector bancario reseñaron
las dificultades. Fernando Losada, del ABM Amro, dijo que hay que
ser realistas: la convertibilidad tal como la conocíamos en 1991
yo no estoy seguro de que exista en estos momentos. Hay no sé cuántas
monedas circulando y no está claro que estas monedas sean convertibles
entre sí.
En cuanto a devaluar y después dolarizar, Carlos Heller, del Banco
Credicoop, señaló que sería gravísimo,
porque significaría que millones de pequeños ahorristas
terminarían haciéndose cargo de la refinanciación
de las deudas de los grandes grupos económicos, que tienen el 50
por ciento del total del crédito que distribuye el sistema. Si
se licua la deuda de esos grupos, los fondos que responden por esos créditos,
tendríamos a una enorme masa de depositantes financiando a un reducido
conjunto de beneficiarios de este modelo y esta política de ajuste.
Mantener el uno a uno para créditos y depósitos sería
una cosa razonable. Habría que trabajar sobre cómo flexibilizar
el tipo de cambio internacional. Pero lo que digo es lo contrario a lo
que van a hacer, concluyó. Por lo visto, Heller cree poco
en la atención que el Gobierno presta a posiciones como la suya.
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