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ALDO FERRER PROPONE PASAR A PESOS TODO EL SISTEMA FINANCIERO
“Colapsó la era iniciada en 1976”

Ruptura de todos los contratos, retorno al control de cambios, bloqueo de los depósitos bancarios. El modelo ya no es capaz de respetar ni sus propias reglas, como señala el desarrollista Aldo Ferrer a Página/12. No vislumbra una salida política al descalabro.

Por Claudio Scaletta

El agotamiento del modelo neoliberal llegó a un punto en el que “ya no es siquiera capaz de respetar sus propias reglas”, considera Aldo Ferrer. El ex ministro de Economía –que participó activamente en la elaboración del Plan Fénix, la propuesta económica alternativa que surgió en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires– dijo a Página/12 que “la convertibilidad es una ficción” y que “deben recuperarse cuanto antes los instrumentos de política monetaria y fiscal”. Y si bien el límite reside en “la gran dificultad de las mayorías para articular un poder viable”, la crisis social y el colapso del modelo pueden abrir un espacio para nuevas respuestas.
–¿Cuál es su evaluación de las recientes medidas económicas?
–Estas medidas ponen punto final a un período histórico de la economía argentina iniciado en 1976, cuando se instala por primera vez esta visión fundamentalista de la globalización, con desregulación financiera y apertura indiscriminada. Luego de los altibajos durante los 80, el modelo se consuma en la década pasada, cuando se dieron una serie de condiciones favorables para este tipo de políticas: inversiones externas, abundancia de créditos, empresas por vender, reformas previsionales, desfinanciamiento del Estado, etc. Este fenómeno culmina con un deterioro de la economía real muy profundo, con esta recesión interminable. Y, finalmente, una situación de insolvencia que acaba en el incumplimiento del sistema de contratos. Entonces, el modelo desemboca en esta intervención masiva del Estado para preservarlo.
–¿Por qué se dejó avanzar la situación hasta este límite?
–Creo que el modelo siguió su propia dinámica. Se trató de darle oxígeno con diversos instrumentos, como el blindaje, el megacanje y demás. Pero los desequilibrios son tan profundos que esto llegó al final en un contexto de grave deterioro de la economía real y de la situación social.
–¿Por qué no se advirtió antes el deterioro de la economía real?
–Claramente porque el modelo tiene sus beneficiarios. Este fue un esquema que se asentó en las privatizaciones y en el negocio financiero. Incluso haciendo operaciones sobre las finanzas públicas se han transferido rentas muy importantes, como con la reforma previsional. Todo esta manipulación de las riquezas del país en beneficio de grupos reducidos terminó generando una situación de inviabilidad. Incluso al punto de que el modelo no es capaz siquiera de respetar sus propias reglas.
–¿Cuál es el destino de la convertibilidad?
–Hoy la convertibilidad es una ficción, porque las reservas del BCRA representan entre el 10 y el 15 por ciento del total de activos convertibles en dólares que pueden salir del sistema. En semejante contexto, se sigue con las mismas políticas. En vez de revertir la situación se avanza en el sentido de la dolarización.
–¿Dolarización versus devaluación no es un dilema falso?
–La dolarización no es una solución porque no resuelve la crisis de confianza, a menos que entren ingentes recursos del exterior, algo que no es en absoluto previsible.
–¿Cuál es la alternativa?
–Acá hay que recuperar la capacidad de hacer política económica y para esto hay que reconocer que la convertibilidad ha generado una ficción. El titular de depósitos en dólares no va a poder transformarlos en dólares reales. Entonces, hay que pasar el sistema a pesos en el marco de una nueva política macroeconómica de ajuste con crecimiento. Así será posible recuperar la capacidad tributaria y flexibilizar la política cambiaria. Hay que volver a la realidad y salir de esta ficción del tipo de cambio fijo, que terminó generando esta sobrevaluación.
–¿Cuál sería el bloque social dispuesto a apoyar esta salida?
–La inmensa mayoría del país que está ligada al trabajo y a la producción y que no participa de los sectores especulativos vinculados a rentas extraordinarias. Pero éste es el viejo problema argentino: que mientras ciertos grupos hegemónicos, con una gran capacidad para manipular la realidad, detentan poder y capacidad operativa para orientar las cosas, las mayorías tienen gran dificultad en articular un poder viable. Ahora estamos en una situación similar. Frente a este descalabro provocado por el neoliberalismo y por estas maniobras especulativas, no se vislumbra cuál es la salida política. Y esto se presenta en una situación social crecientemente preocupante que genera incógnitas respecto de la paz social, porque ya las tensiones son realmente insoportables.
–Antes, el límite del modelo era la salida de depósitos. Ahora parece ser el estallido social.
–El modelo colapsaba por dos causas. Una es la que ya sucedió, que era la salida de depósitos y la fuga de capitales. Y la otra, como usted dice, es una conmoción social grave. Ya pagamos la primera y ahora corremos el riesgo de la segunda. Por la gran inquietud que se está generando no puede descartarse que se produzcan hechos preocupantes desde el punto de vista de la seguridad y la paz social. El modelo neoliberal colapsa estruendosamente y deja como herencia una situación que violenta todo el sistema de contratos y de relaciones de una sociedad organizada. La salida es su reemplazo por un nuevo régimen viable que permita la recuperación de la política económica. Porque en realidad el país está paralizado. No tiene política cambiaria ni fiscal: sólo tiene la política del déficit 0. El país está navegando en un mar turbulento, con una tormenta fenomenal y tiene el barco sin timón y sin instrumentos.
–Pero sigue faltando un sector de la clase dirigente con capacidad para impulsar este enfoque.
–La esperanza es que en circunstancias límite como las que estamos viviendo se pueden configurar nuevas situaciones que den nuevas respuestas. Lo que es claro es que el grueso de la clase empresaria y política en general estuvo acompañando esto. Incluso en la época de la protesta, protestan más sobre las consecuencias que sobre las causas.
–¿Cuál es su diagnóstico para el corto plazo?
–Tengo la impresión de que el sistema financiero no puede volver a operar. No hay día 91. En cuanto se levanten las restricciones empieza otra vez la fuga. En este contexto la dolarización es un paso inútil e inviable, un camino sin salida. Pero hay dos hechos de los que pueden surgir nuevas perspectivas. El primero es que, contra lo que decía el neoliberalismo, quedó demostrado que el Estado conserva un poder formidable, tanto poder como el que le permitió restablecer el control de cambios y tomar estas decisiones en el sistema financiero. El segundo es la caída del modelo en condiciones estrepitosas. Estos dos elementos pueden ser el punto de partida de una fórmula de solución.

 

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