Yasser Arafat busca salir de
su involuntaria reclusión. Su posible participación en la
Organización de la Conferencia Islámica (OCI) que
agrupa 52 países mañana en Doha sería un paso
en este sentido. Pero para ello Arafat tendrá que pedir permiso
al gobierno israelí para salir de ese territorio: Todo pedido
de desplazamiento de Arafat será examinado y nos reservamos el
derecho de rechazarlo o de aceptarlo en función de la situación
en el terreno, sostuvieron fuentes israelíes. Ayer, en otro
día de violencia, Israel penetró con tanques en sectores
autónomos en la Franja de Gaza y sus helicópteros bombardearan
edificios de seguridad palestina luego de que activistas dispararan obuses
de mortero contra una colonia israelí. Un portavoz de Sharon dijo
que sus ataques eran una advertencia para mostrar a Arafat
que Israel está decidido a poner fin a los ataques palestinos.
La Autoridad Palestina respondió: El jefe del gobierno israelí
sabotea los esfuerzos regionales e internacionales, en particular los
del emisario norteamericano Anthony Zinni, para poner fin a la violencia,
los asesinatos, el bloqueo y otros crímenes cometidos contra el
pueblo palestino. De cualquier manera, ayer se reunieron los responsables
de seguridad de ambas partes y hoy podrían reunirse nuevamente.
El Ejército israelí continuará sus operaciones
contra los terroristas y sus infraestructuras mientras Yasser Arafat no
se decida a hacerlo y se limite a efectuar detenciones ficticias.
Con esto, un alto funcionario israelí que prefirió el anonimato
expresó la postura del gobierno de Sharon. También aseguró
que los servicios de seguridad palestinos pusieron al amparo en
apartamentos de Ramalá, Nablus y Jenín (Cisjordania) a terroristas
buscados, a la espera de que el emisario norteamericano Anthony Zinni
concluya su misión y abandone la región. En realidad,
un signo relevante de cuál será la actitud de Israel ante
Arafat será saber si permitirán su viaje a Doha, ya que
éste supondría el primer desplazamiento al extranjero del
líder palestino, que permanece en sus oficinas de Ramalá,
Cisjordania desde los bombardeos israelíes en los territorios palestinos
del lunes pasado. En la reunión de la OCI se tratarán los
acontecimientos en los territorios palestinos y el modo de obtener el
cese de las agresiones y de los bombardeos israelíes contra las
instalaciones y las infraestructuras palestinas, según un
portavoz oficial de Qatar en Doha. Próximamente habría una
reunión de la Liga Arabe, integrada por 22 países.
Respecto de la reunión que mantuvieron ayer el ministro de Defensa
israelí Benjamin Ben Eliezer y jefes de seguridad palestinos, Radio
Israel informó que ambas partes expresaron sus posturas respecto
al actual desarrollo de los acontecimientos en los territorios palestinos
y las posibilidades de que la situación se calme. Por su parte,
un vocero de Sharon dijo que los ataques responden a un objetivo, que
no es desestabilizar la región, sino enviar un mensaje de advertencia.
Arafat no entiende que somos serios en nuestra búsqueda de mantener
un cese el fuego. Un dirigente palestino indicó que israelíes
y palestinos hoy mantendrán una nueva reunión sobre seguridad,
que continuaría la ya mantenida el viernes en Tel Aviv, en presencia
del emisario norteamericano Anthony Zinni.
QUIEN
CUSTODIA AL LIDER PALESTINO
Espaldas bien guardadas
Mustafa Issa Liftawi, de 53
años, gobernador de Ramala, es hoy el máximo responsable
de la seguridad del presidente Yasir Arafat, quien desde hace siete días
se encuentra enclaustrado en el complejo Al Mokata, en pleno
centro de la ciudad de Ramalá, asediado por las tropas y tanques
israelíes, como castigo por los ataques suicidas de Jerusalén
y Haifa que el pasado fin de semana se cobraron treinta vidas y más
de dos centenares de heridos.
Todas las fuerzas de seguridad de la zona, de las que soy su máximo
responsable, están en situación de alerta para defender
la vida del presidente, que es imprescindible y vital para todos los palestinos.
Pero además le puedo asegurar que todo el pueblo de Ramala está
preparado para defender la vida de Arafat si fuera necesario, asegura
este antiguo guerrillero, curtido en las campañas de Líbano,
convertido desde la instauración de la autonomía en el hombre
fuerte de Ramala, la capital administrativa palestina en Cisjordania.
Liftawi, en la ya casi olvidada clandestinidad Abu Firash, le preocupan
también las vidas de sus otros 213.581 vecinos de su provincia,
de los que 47.000 viven en el núcleo urbano central de Ramala-El
Bireh, parcialmente reocupada desde hace tres días por los tanques
y las fuerzas especiales israelíes, las mismas fuerzas que hace
poco más de una semana protagonizaron una ocupación que
duró más de un mes y medio. La posici{on de Liftawi, sin
embargo, dista de representar el conjunto del mosaico palestino.
OPINION
Por Claudio Uriarte
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Guerra civil o supresión
En los últimos días, el forzamiento por Ariel Sharon
y Estados Unidos a una actitud más decidida de Yasser Arafat
contra los terroristas islámicos bajo su reino ha evocado
a muchos la alarma de una guerra civil interpalestina. Pero esto
no representaría para nada el comienzo del desmadre final
de la situación, sino la reposición en escena del
núcleo motivacional constitutivo de los acuerdos de Oslo.
En otras palabras, a Arafat no lo eligieron Israel y Estados Unidos
para que librara una guerra de liberación nacional para su
pueblo, sino más bien para que se constituyera en el Jefe
de Policía de Cisjordania y Gaza entregadas, eso sí,
en condición de maquetas de un aparato de Estado palestino.
La idea era que un Estado palestino laico y limitado era mejor que
tener tropas iraquíes, iraníes o sirias en una imprevisible
frontera caliente con Israel. Se trataba de crear una especie de
Estado tapón como hasta cierto punto lo
fue el Líbano.
En este momento y por lo tanto dos horizontes poco agradables
compiten por la prioridad política de los israelíes:
uno, el de la guerra civil interpalestina que los palestinos
sean policías de sí mismos, como dijo inequívocamente
el hoy canciller laborista Shimon Peres en la época de los
acuerdos de Oslo, en 1994, y el de la reocupación por
tiempo indefinido de Cisjordania y Gaza para extirpar de raíz
a las redes terroristas de Hamas y Jihad Islámica, en un
plan parecido al que está desarrollando Estados Unidos con
la organización Al-Qaida en Afganistán. Ese es el
núcleo de la pelea entre la paloma Peres y el halcón
Sharon, y no otro: el primero quiere que los palestinos hagan el
trabajo sucio y recompensarlos a cambio con un Estado, para lo cual
tiene el argumento teórico fuerte de que el Estado les dará
el incentivo para cesar el terrorismo; el segundo, resolver la situación
manu militari y postergar el Estado para el infinito, para lo cual
tiene el argumento fáctico de que el terror era mucho menor
cuando no había proceso de paz.
De algún modo, esta disyuntiva nacida de las necesidades
de conservar el frágil consenso de unidad nacional
del gobierno israelí vuelve a situar la pelota en el
campo de Arafat, y en su capacidad y/o voluntad de contener al terrorismo
fundamentalista que ha saboteado los últimos esfuerzos de
sus simpatizantes norteamericanos, el superpetrolero secretario
de Estado Colin Powell y su frustrado enviado a la región,
el ex general retirado Anthony Zinni. Por eso el halcón Sharon
mantiene por ahora una cautela agazapada.
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