Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


Dejarlo salir o no, el dilema que
definirá qué hace Israel con Arafat

Yasser Arafat, titular de la Autoridad Palestina, es
un virtual prisionero de las autoridades israelíes después de los atentados del fin de semana pasado. Ahora, la interna israelí debe empezar a definirse.

Un manifestante palestino dispara su honda contra un tanque israelí en Cisjordania.

Yasser Arafat busca salir de su involuntaria reclusión. Su posible participación en la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) –que agrupa 52 países– mañana en Doha sería un paso en este sentido. Pero para ello Arafat tendrá que pedir permiso al gobierno israelí para salir de ese territorio: “Todo pedido de desplazamiento de Arafat será examinado y nos reservamos el derecho de rechazarlo o de aceptarlo en función de la situación en el terreno”, sostuvieron fuentes israelíes. Ayer, en otro día de violencia, Israel penetró con tanques en sectores autónomos en la Franja de Gaza y sus helicópteros bombardearan edificios de seguridad palestina luego de que activistas dispararan obuses de mortero contra una colonia israelí. Un portavoz de Sharon dijo que sus ataques eran una “advertencia” para mostrar a Arafat que Israel está decidido a poner fin a los ataques palestinos. La Autoridad Palestina respondió: “El jefe del gobierno israelí sabotea los esfuerzos regionales e internacionales, en particular los del emisario norteamericano Anthony Zinni, para poner fin a la violencia, los asesinatos, el bloqueo y otros crímenes cometidos contra el pueblo palestino”. De cualquier manera, ayer se reunieron los responsables de seguridad de ambas partes y hoy podrían reunirse nuevamente.
“El Ejército israelí continuará sus operaciones contra los terroristas y sus infraestructuras mientras Yasser Arafat no se decida a hacerlo y se limite a efectuar detenciones ficticias”. Con esto, un alto funcionario israelí que prefirió el anonimato expresó la postura del gobierno de Sharon. También aseguró que los servicios de seguridad palestinos “pusieron al amparo en apartamentos de Ramalá, Nablus y Jenín (Cisjordania) a terroristas buscados, a la espera de que el emisario norteamericano Anthony Zinni concluya su misión y abandone la región”. En realidad, un signo relevante de cuál será la actitud de Israel ante Arafat será saber si permitirán su viaje a Doha, ya que éste supondría el primer desplazamiento al extranjero del líder palestino, que permanece en sus oficinas de Ramalá, Cisjordania desde los bombardeos israelíes en los territorios palestinos del lunes pasado. En la reunión de la OCI se tratarán “los acontecimientos en los territorios palestinos y el modo de obtener el cese de las agresiones y de los bombardeos israelíes contra las instalaciones y las infraestructuras palestinas”, según un portavoz oficial de Qatar en Doha. Próximamente habría una reunión de la Liga Arabe, integrada por 22 países.
Respecto de la reunión que mantuvieron ayer el ministro de Defensa israelí Benjamin Ben Eliezer y jefes de seguridad palestinos, Radio Israel informó que ambas partes expresaron sus posturas respecto al actual desarrollo de los acontecimientos en los territorios palestinos y las posibilidades de que la situación se calme. Por su parte, un vocero de Sharon dijo que los ataques responden a un objetivo, “que no es desestabilizar la región, sino enviar un mensaje de advertencia. Arafat no entiende que somos serios en nuestra búsqueda de mantener un cese el fuego”. Un dirigente palestino indicó que israelíes y palestinos hoy mantendrán una nueva reunión sobre seguridad, que continuaría la ya mantenida el viernes en Tel Aviv, en presencia del emisario norteamericano Anthony Zinni.

 


 

QUIEN CUSTODIA AL LIDER PALESTINO
Espaldas bien guardadas

Mustafa Issa Liftawi, de 53 años, gobernador de Ramala, es hoy el máximo responsable de la seguridad del presidente Yasir Arafat, quien desde hace siete días se encuentra “enclaustrado” en el complejo Al Mokata, en pleno centro de la ciudad de Ramalá, asediado por las tropas y tanques israelíes, como castigo por los ataques suicidas de Jerusalén y Haifa que el pasado fin de semana se cobraron treinta vidas y más de dos centenares de heridos.
“Todas las fuerzas de seguridad de la zona, de las que soy su máximo responsable, están en situación de alerta para defender la vida del presidente, que es imprescindible y vital para todos los palestinos. Pero además le puedo asegurar que todo el pueblo de Ramala está preparado para defender la vida de Arafat si fuera necesario”, asegura este antiguo guerrillero, curtido en las campañas de Líbano, convertido desde la instauración de la autonomía en el hombre fuerte de Ramala, la capital administrativa palestina en Cisjordania.
Liftawi, en la ya casi olvidada clandestinidad Abu Firash, le preocupan también las vidas de sus otros 213.581 vecinos de su provincia, de los que 47.000 viven en el núcleo urbano central de Ramala-El Bireh, parcialmente reocupada desde hace tres días por los tanques y las fuerzas especiales israelíes, las mismas fuerzas que hace poco más de una semana protagonizaron una ocupación que duró más de un mes y medio. La posici{on de Liftawi, sin embargo, dista de representar el conjunto del mosaico palestino.

 

OPINION
Por Claudio Uriarte

Guerra civil o supresión

En los últimos días, el forzamiento por Ariel Sharon y Estados Unidos a una actitud más decidida de Yasser Arafat contra los terroristas islámicos bajo su reino ha evocado a muchos la alarma de una guerra civil interpalestina. Pero esto no representaría para nada el comienzo del desmadre final de la situación, sino la reposición en escena del núcleo motivacional constitutivo de los acuerdos de Oslo. En otras palabras, a Arafat no lo eligieron Israel y Estados Unidos para que librara una guerra de liberación nacional para su pueblo, sino más bien para que se constituyera en el Jefe de Policía de Cisjordania y Gaza –entregadas, eso sí, en condición de maquetas de un aparato de Estado palestino–. La idea era que un Estado palestino laico y limitado era mejor que tener tropas iraquíes, iraníes o sirias en una imprevisible frontera caliente con Israel. Se trataba de crear una especie de “Estado tapón” –como hasta cierto punto lo fue el Líbano–.
En este momento –y por lo tanto– dos horizontes poco agradables compiten por la prioridad política de los israelíes: uno, el de la guerra civil interpalestina –que “los palestinos sean policías de sí mismos”, como dijo inequívocamente el hoy canciller laborista Shimon Peres en la época de los acuerdos de Oslo, en 1994–, y el de la reocupación por tiempo indefinido de Cisjordania y Gaza para extirpar de raíz a las redes terroristas de Hamas y Jihad Islámica, en un plan parecido al que está desarrollando Estados Unidos con la organización Al-Qaida en Afganistán. Ese es el núcleo de la pelea entre la paloma Peres y el halcón Sharon, y no otro: el primero quiere que los palestinos hagan el trabajo sucio y recompensarlos a cambio con un Estado, para lo cual tiene el argumento teórico fuerte de que el Estado les dará el incentivo para cesar el terrorismo; el segundo, resolver la situación manu militari y postergar el Estado para el infinito, para lo cual tiene el argumento fáctico de que el terror era mucho menor cuando no había proceso de paz.
De algún modo, esta disyuntiva –nacida de las necesidades de conservar el frágil consenso de “unidad nacional” del gobierno israelí– vuelve a situar la pelota en el campo de Arafat, y en su capacidad y/o voluntad de contener al terrorismo fundamentalista que ha saboteado los últimos esfuerzos de sus simpatizantes norteamericanos, el superpetrolero secretario de Estado Colin Powell y su frustrado enviado a la región, el ex general retirado Anthony Zinni. Por eso el halcón Sharon mantiene –por ahora– una cautela agazapada.

 

PRINCIPAL