Por Roque Casciero
Para Flavio Cianciarullo, el
presente es un tiempo de cambios. Cambio de aspecto: ya no luce la barba
y el pelo largos, y volvió a aparentar algo menos de los 37 años
que tiene (aunque por ahora deba apoyarse en un bastón cargado
de calcomanías tipo Cartoon Network, que debe usar por un mal movimiento
durante un partido de fútbol). Cambio de residencia: está
programando radicarse por un tiempo en Monterrey, México, la ciudad
de la que es oriunda su esposa. ¿Cambio de banda? El bajista y
compositor ha sido el primer integrante de Los Fabulosos Cadillacs en
firmar un disco solista, Flavio solo, viejo y peludo, en el que se da
el gusto de hacer versiones de temas de Eduardo Mateo, Luis Alberto Spinetta
y el Cuchi Leguizamón, además de algunos propios, con sabores
que fluctúan entre el jazz, el folklore y la música uruguaya.
Además, anoche debutó con su Flavio Calaveralma Trío
en La Fiesta Final, en Montevideo, y hoy toca con esa formación
(con la que grabó un cd, El marplatense, que será editado
el año próximo) en el Festival Tribulaciones Avant Music,
en La Trastienda.
Sin embargo, hay que insistir con una frase que ya es una muletilla en
las notas a los integrantes principales de LFC en los últimos dos
años: los Cadillacs no se separan. Van a cambiar los tiempos
y las formas de la banda, pero no da para decir que nos vamos a separar,
afirma Cianciarullo, en la entrevista con Página/12. La verdad
es que no tenemos ninguna razón sustancial como para separarnos.
Lo haríamos si no nos bancáramos, pero nos bancamos todos.
Digo que van a variar los tiempos porque, como me voy a México,
todo lo operativo va a cambiar. Pero eso hasta puede ser una ayuda. Voy
a hacer una comparación muy fuerte: los Rolling Stones no viven
uno al lado del otro, pero se juntan, graban y tocan. Eso me parece interesante,
vamos a ver si nos pasa a nosotros.
¿Habrá pronto un nuevo disco de los Cadillacs?
Estamos pensando en grabar un disco, pero por ahora nos concentramos
en los shows para terminar el año (el sábado tocan en Hangar).
A mí me gusta grabar cuando el aire está especial por los
cambios. Muchos podrán pensar: Bueno, no tenemos compañía
(la banda terminó su contrato con BMG), uno se va, mejor esperemos.
Esperemos, un carajo: grabemos, a ver qué sale de todo eso. Capaz
que soy un demente, pero me gusta la idea.
Usted ha dicho que estaba harto de salir de gira...
Sí, me cansan mucho y eso ha influido para que quiera cambiar
el modo de trabajar. En un punto, la vida pop me rompe las pelotas.
¿Qué es la vida pop?
Esa frase la leí en una nota de Andrés Calamaro y
me encantó. Vida pop son las giras y los hoteles de cinco estrellas,
que al principio te obnubilan, pero que después ves asquerosos.
Levantás el teléfono y siempre es la misma voz que te dice:
Room service, pero vos no querés room service, querés
estar en tu casa, con tus nenes, viendo a los Teletubbies (risas). Por
otra parte, uno piensa en que no debe escupir al cielo, que tiene que
mantener lo que logró. Lo que me rompe las bolas es extrañar,
no me lo banco. Ahora encontré un gran antídoto, porque
Astor (su hijo mayor), que ya tiene cuatro años, me acompaña
en algunas giras. Con él me siento más contenido, entonces
zafo un poco más. El se banca los ritmos de la gira, porque soy
muy tranquilo: cuando termino de tocar, me voy a dormir. Por otra parte,
no me gustan los aviones: sufro, me siento mal. No llego a un estado de
desesperación, pero subo como con tristeza, depresión, no
sé qué hago ahí arriba. Por ahora sigo condenado
a viajar.
¿Los nuevos tiempos con los Cadillacs implican que le va
a dedicar más energías a su trío?
Sí, bueno, trato de dedicarle más tiempo a la música.
Quiero ocupar todos los lugares en los que haya música en mí,
desde estudiar hasta irme de gira o tocar con el trío. Gustavo
(Liamgot, tecladista) y José (Balé, baterista) no son dos
tipos que me acompañan a mí, somos un grupo, el Flavio Calaveralma
Trío. De hecho, tocamos temas de Gustavo y hacemos la música
que nos gusta a los tres.
Hace poco, Vicentico dijo en Página/12 que no estaba aburrido
de cantar los clásicos de los Cadillacs. ¿Y usted?
Tampoco. No me cansan, para nada. Tal vez me cansan más las
giras y ciertas cosas operativas de una forma de vida que me gustaría
cambiar en algún momento. Y creo que no hay que separarse de una
banda para poder hacerlo. Por otra parte, no me gustaría enfrentar
una etapa de decadencia. Preferiría retirarme campeón, como
Carlitos Monzón... aunque sin hacer lo que él hizo después
(se ríe).
¿Cómo concibió su disco solista?
Fue una tarea fácil, porque lo grabé en mi casa. Ojo,
no tengo un estudio ni a palos, apenas lo mínimo. Nunca me puse
las pilas para tener un estudio propio, siempre preferí gastar
la plata en otras estupideces. Y el chiste del disco es que fue grabado
así, en casa, con una porta, haciendo las canciones que me gustan
e incluso grabándome a mí mismo, porque ni siquiera llamé
a un técnico. Obviamente, cuando canto estoy lleno de imperfecciones,
pero ése soy yo. Si me pongo a arreglar cada palabra, se me va
a escuchar mejor pero, ¿soy yo? Prefiero que la gente me escuche
cantar así, entre bien y un perro (risas). Me gustaría hacerlo
como Joni Mitchell o como Atahualpa, pero...
¿Cuándo fue que empezó a interesarle estudiar
música?
De grande. Cuando era más joven lo intenté varias
veces, pero era negligente con mi instrumento y vago. Iba a un profesor,
pero estudiaba como en el colegio, en los recreos. Mi negligencia era
tal que durante buena parte de la carrera de los Cadillacs no tuve un
bajo en mi casa; tocaba cuando ensayábamos, nada más. Y
de grande empecé a tenerle amor a levantarme a las nueve, hacerme
unos mates y ponerme a estudiar hasta las dos de la tarde. Adquirí
un método, una gimnasia de estudio, y llegó un momento en
que eso empezó a darme placer. Después sentí que
daba siempre vueltas sobre lo mismo, así que necesitaba una guía
y acudí a Javier Malosetti. Entonces me puse a estudiar en serio,
de corazón y con ganas. Y sigo haciéndolo: soy un estudiante
de música. Eso me curó muchos males. Cuando a uno le va
bien con una banda de pop rock o rock pop no sé bien cómo
carajo se le llama a los Cadillacs, se puede pensar que no se necesita
aprender nada. El estudio baja mucho el copete, es como una buena terapia.
Y me sirvió como un antídoto ante mis inseguridades. Por
ejemplo, cuando sale una mala crítica, me duele mucho. Y lo curo
con el estudio.
En los últimos tiempos, los cambios de formación de
LFC siempre parecieron obedecer a una búsqueda de mejores instrumentistas.
Como usted es el que estudia música, se lo ve como el motor de
esos cambios.
Sí, soy uno de los que motorizaron eso. Y me parece sano
querer tocar mejor y que los que están en la banda también
lo hagan. Otros podrán verlo como algo muy careta o muy tiránico,
pero creo que así deben ser las cosas. No es por el hecho de ver
quién toca mejor, sino a ver hasta qué punto estamos comprometidos
con la música. No se trata de tener más o menos talento,
sino de ponerse el overol para mejorar. A mí me hizo bien estudiar,
pero tampoco voy a ponerme en músico virtuoso que descarta a los
que no estudian por salvajes.
A los Cadillacs, el salvajismo les dio buenos resultados.
Más vale. Tampoco puedo compararme con tipos que estudian
música desde chicos. De hecho, sigo pensando que menos es más
y que la complejidad en sí misma no sirve de nada. Creo que estudiar
me hizo bien al alma, básicamente. Se me convirtió en un
vicio y no quiero dejarlo. Además, tengo la suerte de estudiar
con un tremendo maestro como Malosetti, cuyo ser entero es música.
Creo que mi mayor mérito, últimamente, es haberle hecho
caso a él y a Norberto Minichilo (baterista de jazz, invitado en
el disco solista de Flavio).
Algo que muchos fans de los Cadillacs podrían discutirle.
Sí, quizás esto que digo a ellos les parezca un horror.
Y bueno, viejo, lo veo así. El que me acompañe, será
bienvenido.
En los últimos shows de los Cadillacs hizo varios solos de
contrabajo.
Eso me encanta. Capaz que queda fuera de contexto...
Bueno, cuando tocan a las cuatro de la mañana al aire libre,
sí.
Es verdad, es algo egoísta de mi parte, pero lo necesito.
Preciso salir, en el medio de una lista de temas, a tocar La pomeña.
Me hace bien y me gusta. Aunque sí, a las cuatro de la mañana
(se ríe)... seguro que me debe haber salido como el orto, porque
a esa hora nada sale bien.
¿Esos proyectos forman parte de la necesidad de tocar otras
cosas?
De esa necesidad y de mucho más. No quiero que parezca que
estoy apresado en el pop. La ecuación es más simple: hago
lo que me gusta.
Un relax a la mexicana
La mudanza transitoria de Flavio Cianciarullo y familia a México
no será tan inmediata como se anunció en algunos medios.
Tampoco tiene que ver con la situación del país, aunque
eso ayude al bajista a tomar la decisión. Hace rato
que tenemos ganas de irnos un tiempo, porque mi esposa es de Monterrey.
Todavía estoy viendo cómo hacer todo y no sé
cuándo nos iremos, confiesa el autor de Matador.
¿Tiene algún proyecto musical en vista en México?
No, no. El viaje sería para relajarme allá y,
lógicamente, hacer todo lo que pueda musicalmente. Pero no
es que alguien me dijo: Flavio, vení que hay tal cosa.
Es obvio que no voy a ir a armar una banda de rock para salir a
tocar. Eso no me interesa; para eso tengo los Cadillacs. Iré
a estar un rato ahí, a producir bandas y después volveré.
Pero todavía falta, porque tengo que dejar la casa en orden
y eso no es fácil. Por lo pronto, voy a ir en febrero a producir
a Panteón Rococó, que nos abrieron algunos shows en
la última gira mexicana, y voy a aprovechar para ver cómo
está la historia allá. Ese será un viaje de
observación, con fecha de vuelta pautada. Ahora volví
a tener ganas de producir. En una época sentía que
me sacaba mi tiempo, por eso dije que no a algunas cosas. Igual,
trabajaré en México, más que nada, porque acá
no me llama nadie.
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Las
idas y vueltas de un brasileño de San Telmo
Por R. C.
Víctor Biglione bien
podría decir toco con todos, como León Gieco
en Orozco. Realmente impresiona repasar el currículum
de este guitarrista nacido en San Telmo (Estados Unidos y Defensa,
precisa) y radicado desde los seis años en Río de Janeiro:
han contado con su música Gal Costa, Chico Buarque, Lee Konitz,
Steve Hackett, Eumir Deodato, Sergio Mendes, John Patittucci, Manhattan
Transfer, Caetano Veloso, Djavan, Maria Bethania y Milton Nascimento.
También hizo un disco a dúo con Andy Summers (The Police),
que presentaron en la Argentina, y trabajó con Litto Nebbia en
Buenos Aires. Ahora Biglione está a punto de volver para tocar
a pocas cuadras de donde nació: el domingo próximo se presentará
al frente de su trío en el Festival Tribulaciones Avant Music,
en La Trastienda.
Aunque muchas biografías lo cuenten como brasileño, el guitarrista
dice estar muy orgulloso de su origen argentino. Y, en conversación
telefónica con Página/12, lamenta su poco contacto con la
música de su país natal: Domino la bossa nova y tengo
experiencia en rock, jazz y blues, pero no viví el tango como para
poder tocarlo. Porque, por más nociones teóricas que tenga,
al tango hay que transpirarlo y yo no lo hice. Obviamente, me encantan
Piazzolla, Gardel, Troilo, Julio Sosa, Néstor Marconi... Lástima
que el tango no esté en mi amague, en mi gambeta.
¿En su casa no se escuchaba tango?
Sí, claro. También sonaban Tom Jobim, Led Zeppelin,
Chico Buarque, Charlie Parker... Mi viejo era más tanguero tradicional;
mi vieja, en cambio, me llevaba a ver a Piazzolla. En Brasil se mean por
Piazzolla.
¿Tocar con Gal Costa fue el despegue de su carrera?
Claro. En ese momento tenía 22 años y Gal estaba en
un momento excepcional, así que era un trabajo difícil,
porque había que tocar de todo. Después grabé con
Chico Buarque y comencé a tocar con él, así que se
me abrieron muchas puertas como acompañante. Pero hace cinco años
decidí no salir más de gira con cantores, aunque sigo con
las sesiones. Paré porque quería desarrollar más
mi carrera personal. De todos modos, ese primer trabajo con Gal Costa
fue como debutar en la Primera de River.
Ya que menciona el fútbol, se le deben complicar los sentimientos
cuando juegan Argentina y Brasil.
Mire, voy a hablar bajito porque acá hay gente: en esos casos,
hincho por la Argentina. Me enloquece el fútbol argentino, es el
más lindo. Desde chico, mi vieja me hizo leer a Cortázar,
Borges y Sabato, pero mi viejo me pasaba El Gráfico. Ya llevo más
de veinte años leyendo esa revista casi todas las semanas. Acá
dan el campeonato argentino, por eso sigo mucho a DAlessandro, que
me encanta. Lo descubrí en el Juvenil y me enloqueció cómo
la pisa. Y me quedé tristísimo con lo que pasó con
Boca: no entiendo por qué se colgaron de los palos, como se dice
en la Argentina.
¿Cómo será su show en Buenos Aires?
Iré desde lo acústico, con temas que grabé
con Andy Summers, hasta la electricidad más fuerte. Pasaré
por el jazz brasileño, el jazz de fusión, y llegaré
a Hendrix a través del blues. Siempre con la preocupación
de armar frases, que es lo que me diferencia de la mayoría de los
guitarristas actuales. No estoy cerca de esa cosa circense, repleta de
efectos, de músicos como Steve Vai. Las frases son mucho más
consistentes culturalmente, porque remiten a otros lugares y situaciones.
Las frases de una guitarra pueden contar historias.
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