Por
Rory McCarthy
Desde Tora Bora, Afganistán
Los
aviones norteamericanos B-52 comenzaron ayer con bombardeos de arrasamiento
sobre las cuevas de la organización Al-Qaida en Tora Bora, tratando
desesperadamente de lograr un avance en la cada vez más difícil
batalla con las fuerzas árabes leales a Osama bin Laden. Los comandantes
mujaidines en el frente están tratando de controlar a sus tropas
frustradas, pobremente armadas y desnutridas. El duro bombardeo norteamericano
sobre posiciones de Al-Qaida en las Montañas Blancas, que ya lleva
una semana, también tiene su precio. Ayer, tres soldados mujaidines
murieron el sábado por la noche cuando su puesto en lo alto de
una montaña fue destruido por error por los aviones norteamericanos.
Así, los muertos por los bombardeos en la zona ya son 18, más
que los que murieron combatiendo contra los árabes de Bin Laden.
El jefe del Estado Mayor norteamericano, general Richard Myers, dijo que
está seguro de que Bin Laden está en Afganistán.
Entretanto, en Kandahar, el futuro premier Hamid Karzai solucionó
el conflicto de intereses entre quienes quieren tomar control de lo que
fue el último bastión talibán.
Ayer, gran parte del terreno que los mujaidines fueron ganando a las fuerzas
de Al-Qaida durante la semana pasada fue atacado fuertemente con morteros
desde varias posiciones de la organización de Bin Laden. Este
combate no será fácil, declaró Mohammed Zamán,
jefe de defensa de la provincia de Jalalabad y uno de los dos comandantes
pashtunes que lideran el ataque. Empezamos a atacar las cuevas en
el frente de batalla y quería enviar más hombres, pero los
árabes están lanzando morteros detrás nuestro.
Según un comandante de la Alianza del Norte, el propio Bin Laden
está comandando la defensa de Tora Bora con la menos 1000 combatientes
árabes. Varios comandantes mujaidines dicen haberlo visto en el
área la semana pasada. En Pakistán, el consejo de ancianos
del grupo étnico Kuki Khel aprobó el envío del ejército
de miles de soldados a la frontera para frenar la huida de Bin Laden.
El jefe del grupo, Malik Inyat Khan, dijo que esta es la primera vez que
se le permite al ejército pakistaní entrar en estas áreas
semiautónomas. Si Bin Laden o cualquier persona está
haciendo algo en su país, es su problema, pero si intenta entrar
en nuestro país, debemos defender nuestro suelo.
En Tora Bora, el ataque mujaidín parece haber disminuido ostensiblemente.
Algunos comandantes dicen que no quieren seguir combatiendo hasta que
llegue el fin del mes sagrado musulmán de Ramadán. Otros
parecen esperar a que los bombardeos norteamericanos destruyan las posiciones
de Al Qaida. Estamos esperando más abastecimiento y estamos
llevando equipamiento al frente para cavar trincheras y colocar allí
nuestras armas pesadas, declaró el comandante Pahlawan Syed
Mohammad. Una vez que esté todo instalado, atacaremos de
nuevo. Pero necesitamos asegurarnos vías de control y abastecimiento
para nuestros soldados.
La resistencia árabe sugiere que los bombardeos norteamericanos
sólo causaron un daño limitado al laberinto de cuevas. Sólo
podemos derrotarlos si los estadounidenses continúan bombardeando,
declaró Malik Nazir, comandante local que se escondió en
esas cuevas durante la guerra contra la invasión soviética
en los 80. Dijo que los árabes estuvieron ocupando el área
por al menos cinco años, construyendo dentro de las cuevas. A
nadie le gusta ver que extranjeros gobiernan su país. No nos podemos
quejar de la tiranía de los talibanes porque en realidad le tenemos
miedo a los árabes, explicó. Cuando cayeron
los talibanes, enviamos una delegación a los árabes en Tora
Bora para decirles que se rindieran. Ni siquiera se tomaron la molestia
de responder.
Ayer por la mañana hubo una agria disputa entre dos comandantes
mujaidines y docenas de soldados apuntaron sus armas unos contra otros,
después de que un comandante de bajo rango fuera descubierto entregando
comida y municiones a los árabes. Hay pocas dudas de que muchos
en el áreade Jalalabad todavía guardan simpatía por
los talibanes y sus aliados árabes.
Las disputas entre antitalibanes también se extienden en Kandahar,
pero entre los comandantes. Gul Agha, ex gobernador de la provincia, y
el molá Naqibullah, que se resistió al dominio talibán
en la ciudad en 1994, tomaron cada uno una parte de la ciudad y se recriminaban
mutuamente por el pasado. El tercero en discordia era nada menos que Hamid
Karzai, futuro premier designado por el acuerdo interafgano alcanzado
la semana pasada en Bonn. En el marco de una shura (consejo islámico),
Karzai intercedió entre Agha y Naqibullah. El primero tendrá
a cargo la seguridad y los asuntos administrativos en la provincia hasta
que Karzai asuma en dos semanas el poder en Kabul. En Helmand, provincia
vecina de Kandahar, clanes rivales de la etnia pashtún combatieron
intensamente hasta que una de ellas, aliada de los antitalibanes, tomó
el control de la capital Lashkar Gah.
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De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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