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El BC intervino en la guerra de la city a favor de la banca nacional

Roque Maccarone ordenó inmovilizar los depósitos adicionales captados luego del congelamiento parcial. Busca desincentivar la competencia por plazos fijos.

Por Claudio Zlotnik

Domingo Cavallo armó un nuevo corralito para resguardar a los bancos. A diferencia de la primera versión, este último pasará prácticamente desapercibido para los ahorristas. Pero tendrá una importancia vital para el sistema financiero. El Banco Central obligará a los bancos que tengan más ingresos que salida de fondos a inmovilizar el 75 por ciento de ese saldo a favor en una cuenta especial del propio BC. Con la medida se buscan dos objetivos: desincentivar a los bancos más grandes a promocionarse y así sacarles clientes a los más chicos y, al mismo tiempo, engrosar las reservas del Central para salir en auxilio de aquellas entidades que tengan problemas de liquidez.
Después de que Roque Maccarone, presidente del Central, impusiera topes a la tasa de interés de los plazos fijos se produjo un efecto previsible aunque indeseado: como la mayoría de los bancos ofrecieron rentas similares, los inversores comenzaron a transferir sus fondos de las entidades financieras más pequeñas a las más grandes. Si bien el “corralito 1” puso severas restricciones a la fuga de dinero en efectivo, quedó liberado el traspaso de fondos entre los bancos. Más allá de las colas interminables en las sucursales, lo cierto es que la transferencia de dinero se efectúa con una simple operatoria en los cajeros automáticos.
Frente a la posibilidad de que, en medio de la crisis, se desate una cacería y que los grupos bancarios extranjeros salgan a comerse a los más pequeños, el Central tomó cartas en el asunto. Si bien la autoridad monetaria no puede restringir el traspaso de depósitos entre entidades, lo que sí pudo hacer fue desalentar una guerra abierta. Y obligar a los bancos que ganen clientes a inmovilizar la mayor parte de ese saldo favorable.
A su vez, existe un segundo efecto. El dinero que inmovilicen los bancos será depositado en una cuenta del BC. Y de esa manera se incrementarán las reservas, con las cuales Maccarone asistirá a los bancos con problemas. Justo en momentos en que el Central tiene los dólares justos para sostener la Convertibilidad y le quedaban pocos cartuchos para defender a los bancos. El Central ya auxilió a las entidades financieras con 7934 millones de dólares, entre pases activos y redescuentos. La tercera parte de esta ayuda tuvo lugar durante el último mes, lo que da cuenta del dramatismo de la crisis. Fuentes de la city dijeron a este diario que el organismo rector hará todo a su alcance para impedir alguna caída bancaria que agregue incertidumbre al delicado momento económico. La última medida le da aire a Maccarone para cumplir con este objetivo.
El operativo cerrojo sobre el sistema financiero no impidió que los ahorristas cancelaran sus plazos fijos. En los primeros cuatro días del mes cayeron en 1012 millones, que en su mayoría quedaron colocados en cajas de ahorro y cuentas corrientes. A su vez, los depósitos totales bajaron en 91 millones. Un monto pequeño, dadas las restricciones, pero que se magnifica si se tiene en cuenta que la semana pasada las empresas depositaron los salarios.
Tras la corrida del “viernes negro” y la posibilidad de que el Fondo Monetario no desembolse los 1260 millones necesarios para hacer frente a los vencimientos de la deuda, Economía trató por todos los medios de sentarse sobre las reservas del Central. Cavallo quiere asistir a los bancos y pagar la deuda sin que se desmadre la Convertibilidad. Por ese motivo está pateando para adelante las transferencias de dólares al extranjero, como los pagos que deben realizar los importadores, por ejemplo. Al respecto, el Banco Central comunicó que hay tiempo hasta mañana al mediodía para informar las operaciones realizadas en las primeras semanas del mes. A partir de ese momento, el Directorio del BC debe analizar y dar luz verde a cada desembolso.

CONFUSION Y MALTRATO
Bancos, 10 días después

Por Sandra Russo

Los primeros dos días de la semana pasada los medios reportaban que la gente había tomado las nuevas medidas económicas con “calma” y “resignación”. ¡No! ¡La gente todavía no había entendido nada! Las nuevas medidas económicas son tan increíblemente alienígenas, que a cualquier persona con dos dedos de frente le tomó más de setenta y dos horas entender que le estaban hablando en serio. Pero aunque seamos un pueblo duro de entendederas, finalmente este lunes todo el mundo pareció estar al tanto de su impotencia frente al poder financiero y su impericia frente a los cajeros automáticos. Y con esa conciencia llegó, para quedarse, el mal humor.
Ya el domingo, soleado y caluroso, en el cajero automático del Banco Superville de Medrano y Charcas había un hombre mayor, con su señora. En la puerta, una chica muy joven. El hombre mayor, bermudas y remera polo amarilla, no tenía aspecto de recién bancarizado pero probablemente estuviera haciendo algún depósito o algún pago de servicio al que no estaba acostumbrado. Tardaba. Su señora le daba indicaciones. Fracasaban. Llegó otro hombre, también en bermudas, y se ubicó atrás mío en la cola. Le pregunté a la chica, señalándole al hombre mayor: “¿Hace mucho que está?” La chica puso una cara de fastidio tal que hubiese podido suponerse que el hombre mayor y su señora llevaban encerrados en el cubículo del cajero automático por lo menos desde que renunció Sourrouille. Intervino el hombre recién llegado: “Vamos a golpearle el vidrio”, propuso. “¿Qué se cree? ¿Que es el dueño del banco?”, arengó. Le dije que era improbable que el hombre de remera amarilla y su señora se creyeran los dueños del banco, y que era más factible que no supieran hacer la operación en la que estaban embarcados. Fue inútil. El hombre, se ve, tenía ganas de golpear algo, lo que fuera, de modo que no paró hasta poner en fuga al matrimonio. Ayer, en Las Heras y Ortiz de Ocampo, a las 10.30 de la mañana la cola se estiraba una cuadra y daba la vuelta por Billinghurst. En la puerta del banco, ningún empleado: los empleados bancarios están muy estresados, de modo que los que daban indicaciones al público eran los guardias de seguridad. Cuando promediaba la cola los guardias preguntaban: “¿Caja de ahorro? ¿Transferencia? ¿Servicios?”, y subdividían a la gente. Muchos, ya preparados para la guerra de la paciencia infinita, llevaban diarios o libros. Otros se entretenían puteando a Cavallo, a De la Rúa o a Shakira. Allí, como en todos los demás bancos de esta ciudad tan europea, tan sofisticada, en la que el sushi se vende por delivery, nadie, ni los clientes ni los empleados, tenían la menor idea de cómo pagar la luz, cómo hacer una transferencia interbancaria o cómo girar dinero de una cuenta propia a otra. Cuando no faltaba el CBU, faltaba el endoso. Cuando no faltaba el endoso, estaba mal la fecha. Cuando la fecha estaba bien, a uno le daban ganas de ir al baño y en el bar de al lado del banco no dejaban pasar a nadie que no consumiera al menos un café, y si uno se tomaba un café perdía su turno en la cola.
Esto recién empieza. A medida que pasen los días y –¡oh, no!– se escuchen melodías navideñas y el estruendo de cañitas voladoras, veremos seguir inflamándose a la gente, en un país en el que los que piden trabajo son molestos, y los que quieren pagar sus cuentas son cargosos.

 

 

 

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