Por
Rory McCarthy*
Desde la línea de frente en Tora
Bora, al este de Afganistán.
Ayer, cientos de combatientes de AlQaida en las cavernas de Tora
Bora -al este de Afganistán parecían impertérritos
a pesar de más de una semana de intensos bombardeos norteamericanos
y tras repetidos ataques de los mujaidines. Desparramados al pie de las
colinas de las Montañas Blancas, los combatientes árabes
lanzaron una mortal barrera de fuego cuando 700 mujaidines, leales a los
tres diferentes comandantes opositores, trataron de iniciar una nueva
y coordinada ofensiva guerrillera. Entretanto, marines norteamericanos
desembarcaron en las ciudades de Kabul, donde ocuparon el edificio de
la embajada norteamericana, y Kandahar, para evitar la fuga de los talibanes.
En Washington, George W. Bush y sus funcionarios más cercanos debatían
si difundir o no un video en el que aparece Osama bin Laden festejando
la voladura de las Torres Gemelas; aunque, finalmente, Bush se inclinaba
por mostrarlo, no se haría en los próximos días.
Los soldados pashtunes debieron retroceder del valle de Melawa, que habían
ganado la semana pasada, y fueron forzados a defenderse con ametralladoras,
baterías antiaéreas y fuego de tanques. Después de
tapizar el lugar con bombas B-52 el pasado domingo, el Pentágono
dijo que había tirado una bomba corta margaritas de
6750 kilos en la entrada de una caverna en la que las fuerzas norteamericanas
creían que podía estar escondida la plana mayor de AlQaida,
incluyendo a Osama bin Laden. El subjefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano,
el contraalmirante John Stufflebeem, dijo que la enorme bomba la
tercera de este tipo que se utiliza en la campaña militar
buscaba matar a los que estaban en el interior de la caverna y dejarla
inutilizable para el futuro: Se creía que allí estarían
algunos de las fuerzas sustanciales de AlQaida y, posiblemente,
su líder máximo. Y agregó que fue imposible
chequear cuántas bajas había causado la voladura.
Los comandantes afganos admitieron que esperaban un progreso pequeño
pero rápido en la batalla contra AlQaida. Los combatientes
fueron enviados con comida para siete días pero la mayoría
disponía sólo de dos cargadores de cartucho para sus Kalashnikovs.
Ellos tienen tantas municiones como hace falta. Es una guerra. No
sabemos si ellos o nosotros seremos los derrotados, declaró
Hafta Gul, un comandante que coordinó el ataque desde una veterinaria
en desuso, cerca de la línea de frente. Gul dijo que las fuerzas
árabes tuvieron muchas reuniones la semana pasada para discutir
los planes de batalla y que muchos pobladores fueron instruidos para llevar
mensajes desde la línea de frente a los mujaidines.
Los árabes les dijeron a los lugareños que les informaran
a los mujaidines que ellos habían decidido no abandonar Tora Bora
hasta que no estuvieran muertos, informó Gul. Los combatientes
árabes también enviaron una carta a los mujaidines implorándoles
que se unan a ellos en la lucha contra las tropas de Estados Unidos. Ellos
dijeron que habían venido aquí para convertirse en mártires,
agregó Gul. El objetivo de la ofensiva terrestre a tres puntas
de ayer, que empezó al mediodía, era reconquistar el valle
de Melawa. Se enviaron a las montañas equipos de diez hombres para
tratar de rodear las posiciones árabes. Otros hombres ya habían
sido enviados a la boscosa cordillera donde, desde la semana pasada, están
sufriendo el frío y la falta de comida. Los comandantes mujaidines
dijeron que Osama bin Laden está cerca de las cavernas de Tora
Bora. Si la suerte está con él, es capaz de escapar;
de otra manera, será capturado por las fuerzas mujaidines,
señaló Zahir. También las tropas árabes de
Al Qaida tienen la opción de huir por las montañas cubiertos
de nieve, o quedarse y pelear. Sus cuevas en Tora Bora parecen estar provistas
con comida para meses enteros y están resguardadas por posiciones
de morteros y ametralladoras. Muchos comandantes creen que los combatientes
de Al-Qaida están reservando gran parte de su armamento más
pesado, incluyendo los poderosos morteros de 120 milímetros y los
lanzadores múltiples de cohetes.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Verónica Gago.
De
Somalia a Sudamérica
El
Pentágono planifica el uso de fuerzas especiales en operaciones
contra el terrorismo en otras partes del mundo, incluida América
del Sur, indicó ayer el diario The Washington Times, aunque
no amplió esta información. Un alto funcionario del
gobierno norteamericano dijo que los planes prevén el emplazamiento
de fuerzas especiales en varios países simultáneamente.
El Pentágono espera concluir la destrucción
de la red terrorista AlQaida de Osama bin Laden en Afganistán
en cuestión de semanas, no meses, dijo al diario el
funcionario no identificado. Necesitamos esas fuerzas en otras
partes del mundo, agregó. Todos tienen sus listas
de países: Irak, Somalia, las Filipinas, América del
Sur. Hay para elegir. Y parece que la elección ya se
está decantando. Según fuentes de la ONU, personal
militar norteamericano ya estuvo visitando Somalia, siete años
después de la fallida invasión de una unidad de marines,
tratando de identificar campamentos de AlQaida. Por otra parte,
Somalia es un refugio para cualquier seguidor de Bin Laden, incluido
él mismo.
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LAS
NEGOCIACIONES EN KANDAHAR, CONTADAS DESDE ADENTRO
El
difícil arte de contentar a todos
Por
Francisco Peregil*
Desde Kandahar
Hasta
ayer, en la ciudad de Kandahar había dos poderes. A un lado, como
en un ring, el jefe pashtún Gul Agha, hombre de cuerpo pesado,
que sólo sabe decir thank you en inglés y good morning.
Llegó a Kandahar el sábado, un día después
de que los talibanes abandonaran la ciudad. Y lo primero que hizo fue
ocupar el inmenso edificio que ya ocupaba como gobernador de Kandahar
antes de que llegaran los talibanes y donde según sus detractores
se ganó fama de corrupto. En la otra esquina de la ciudad, como
en un ring, permanece aún a la espera de marcharse a Kabul mañana,
el primer ministro de Afganistán, Hamid Karzai, hombre de inglés
diáfano y porte delgado. Se hospeda en la antigua casa del molá
Mohammad Omar.
De árbitro actúan cuarenta jefes pashtunes, con los norteamericanos
al fondo como directores de escena. Y como espectador de lujo, el molá
Naqibullah, a quien los talibanes se habían rendido y a quien Karzai
quería ver como gobernador de la ciudad. El problema es que Gul
Agha quería ser gobernador. Ayer Karzai, Naqibullah y Gul Agha
se reunieron junto a otros jefes pashtunes en la casa del gobernador de
Kandahar, para ver si por fin llegaban a un acuerdo, nacía la paz
entre ellos y en el resto del país. Estaban abocados a entenderse
porque a ambos los apoyaban los norteamericanos. Pero en Kandahar todo
era posible. Gul Agha y yo somos amigos. Nunca ha habido peleas,
aseguró Karzai.
No había cámaras de por medio. Y sólo este diario
y el Atlanta Journal Constitution presenciaron la escena. Hamid Karzai
entró en casa del gobernador. Y uno de sus guardias sacó
la pistola y empujó a los hombres de Gul Agha para guardarle la
espalda a su jefe. Los de Gul Agha se echaron los rifles al hombro apuntando
a los de Karzai. El primer ministro afgano tuvo que poner paz, acceder
a que su escolta entrara sin pistola. Pero la tensión continuaba
mientras los jefes tribales deliberaban el futuro de la provincia adentro.
La salida no fue menos espectacular. Gul Agha acompañó hacia
el coche a Karzai. Allí le dio dos besos. Y le dije que quedaba
invitado a cenar oficialmente, declaró a este periódico.
Después, Gul Agha, con un escudo redondo de quince hombres suyos
que le acompañaban, caminó delante del coche todoterreno
de Karzai hasta la cancela de la casa del Gobernador. Y allí le
volvió a decir adiós.
Ahora todos sus hombres se apelotonaron alrededor. Querían saber
si iban a tener que seguir pegando tiros o no. Entonces se colocó
a la puerta de la casa y fue indicando quién entraba y quién
no. En principio sólo dejó a unos cuarenta. Pero al final,
entraron unos cien. Primero atendió a seis pashtunes que se pusieron
de cuclillas delante de él y le dijeron que habían estado
luchando contra los talibanes ese mismo día y que tenían
dos heridos. ¿Quién los mandó a luchar?,
les dijo en voz alta, como si fueran niños. Los talibanes
y los árabes no son más que terroristas. Si respondemos
a cada una de sus provocaciones, ¿qué nos distinguirá
de ellos?. Después se dirigió al resto: En tres
o cuatro días llegará el dinero de los americanos. Pero
hay que dejar claro que no quiero desorden. Nada de robo. Hay que construir
una nación en paz.
Todos querían darle cartas en las que le pedían cosas, todos
querían un último abrazo. Pero ahora ya solo quería
reunirse con los líderes más importantes para que ellos
presenciaran la entrevista con este diario. En total, unos quince. Mire:
estos señores de edad son molás. La lucha contra los talibanes
no ha sido sólo política. Sino religiosa. Casi todos
los reunidos llevaban en la mano izquierda un rosario. Y a las ocho y
media, la entrevista se suspendió para oír la emisora radial
pashtún de la BBC, que comentaba el acuerdo.
Después de ella, el portavoz de Gul Agha, Khalid Yousuf, explicó
las claves secretas del acuerdo que se acababa de firmar con el primer
ministro afgano. Naqibullah no sólo ha renunciado a ser gobernador,
sino segundo comandante de la región. Ha dicho que está
demasiado viejo. Karzaino ha podido meter a su hombre porque sabe que
en realidad, Gul Agha es el único que tiene la legitimidad para
serlo. La realidad es que Karzai es un hombre de la Alianza del Norte.
Ellos controlan a casi todo Afganistán, pero nunca nos van a controlar
a los pashtunes. Eligieron a un premier pashtún, pero no a nuestro
pashtún. Nosotros preferíamos un uzbeko. Entonces,
¿por qué tantos besos en la despedida entre Gul Agha y Karzai?
Sólo por el bien de nuestro país, respondió
el portavoz de Gul Agha. Y por el bien de nuestro país nos
tragamos los insultos de la gente de Karzai, que había cientos
de ellos ahí fuera insultándonos.
A la mañana siguiente, de nuevo la casa del gobernador se llenó
de comerciantes y jefes pashtunes. La bronca mayor se la llevó
un hombre de poco más de veinte años que llegó con
un cargamento de trigo.
¿Quién te mandó a tomar ese trigo? le
preguntó Gul Agha.
Es que se los capturé a los talibanes, después de
luchar con ellos.
Si ha sido así, que lo dudo, mal hecho. Si te hace falta
trigo, vienes aquí y me lo pides. Pero no quiero ladrones.
* De El País de Madrid. Especial Página/12.
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