Por
Silvina Friera
Mientras
las noticias sobre el derrumbe inexorable de la economía argentina
invadían los noticieros y diarios españoles, el fin de semana
pasado, la actriz catalana Ana Pérez, del grupo Legaleón-teatro,
se sorprendió por la resignificación que adquiría
Bancarrota, pieza del filósofo y artista plástico francés
Roberto Filliou y los dramaturgos Oskar Gómez y Esperanza López,
que se presentará el próximo jueves en el marco de la cuarta
edición del Festival Experimenta (Rosario). En una entrevista con
Página/12, Pérez comenta que el disparador de la obra fue
un fracaso personal de Filliou, quien intentó montar una galería
en un pequeño poblado de Francia (Villefranche-sur-Mer) con la
idea de vender su producción artística. Lo que comenzó
como un emprendimiento prometedor pronto se desbarrancó.
Sin cuadros vendidos, azorado por la situación, el filósofo
colocó una pizarra gigante que decía: Siempre hay
alguien que se enriquece y alguien que está en bancarrota. Nosotros
en particular, pero la fiesta continúa. El texto, según
Pérez, reflexiona sobre la vida y la muerte. A pesar del
ahogo y el sufrimiento es posible encontrar un espacio para el humor.
Existen circunstancias en que el pensamiento te permite la posibilidad
de pequeñas fugas que alivian el dolor, sugiere la actriz,
formada en París y Ginebra por el docente Serge Martín.
Ironías del destino mediante, resulta inevitable vincular la serie
de pequeños apocalipsis cotidianos que propone Bancarrota (estrenada
en abril pasado en la ciudad de San Sebastián) con la crisis económica,
social y política que padece el país. Se percibe la
desolación en la cara de los argentinos confiesa Pérez.
La incertidumbre y la amargura late en las calles. Sin embargo,
la actriz aclara que la pieza no tiene un tratamiento oscuro. Es
como abrir un álbum de fotos en la que cada instantánea
narra una historia. El individuo se siente obstruido por la sociedad,
afectado por una acumulación de acontecimientos en los que siente
que muere o lo matan demasiadas veces, apunta Pérez. Hay
un desdoblamiento esquizofrénico con respecto a la cuestión
de la explotación. Abordamos el mundo de la esclavitud, inspirados
en un texto de Filliou que sostiene que el hombre vive para buscar su
propia libertad y en realidad lo que encuentra es su propia esclavitud.
El grupo independiente Legaleón surgió en 1986 con el objetivo
de interrelacionar teatro, movimiento, gestos y palabras. Desde entonces,
la compañía realizó más de 500 representaciones
y montaron 11 espectáculos, entre los que se destacan La esclusa
(1991), un trabajo inspirado en la situación de las presas políticas
españolas y Canción desde la Isla Mariana (1992), basado
en la idea del suicidio a partir de un tema de Pixies, una de las bandas
norteamericanas alternativas más importantes de los 80. Con El
silencio de las xigulas (1994), de Reixas Antón, cantante y letrista
gallego de Os Resentidos, Legaleón mostró la obsesión
que generan los personajes famosos para el hombre medio. Entre las últimas
puestas de la compañía, en 1996 presentaron Ubú,
una adaptación del texto de Alfred Jarry (Ubú Rey) en torno
de la cuestión vasca.
Los actores pasamos por diferentes estilos de actuación que
van desde un tratamiento clownesco de las secuencias a un límite
en el que se desvanece la diferencia entre el personaje y el actor de
carne y hueso. Esto crea una dualidad muy interesante con el público.
Apuntamos a provocar los sentidos por el tipo de gestualidad y el ritmo
frenético que manejamos en nuestros montajes. Hay un juego que
se apoya en ese espacio de comunicación entre el público
y los actores, subraya Pérez. Para graficar la provocación
que Legaleón quiere generar, Pérez apela al dilema que plantea
un accidente: Al principio dudas si debés mirar o no, pero
como no puedes evitar hacerlo, por morbo o curiosidad, tienes que tomar
una posición.
En Bancarrota, parodia a una pitonisa banal, incapaz de sostener una conversación
filosófica sobre la cuestión del tiempo o la profundidad
del alma. Cuando investigaba el mundo de mi personaje pensé
en una mujer española muy famosa, Ana Obregón, una actriz
de cine y TV, que lleva muchos años como presentadora", cuenta.
Hace shows gracias a su belleza, pero es una mujer muy hueca. Algunas
de las escenas exploran fenómenos universales de las sociedades
de consumo. Con distintas imágenes de publicidades de supermercado
de fondo, proyectadas en video, uno de los personajes se encuentra a si
mismo en una de las cajitas de la góndola, precisa Pérez.
¿El tema del crecimiento de los inmigrantes en España
y el modo en que viven está presente en la obra?
Sí, enfocado desde un aspecto trágico-cómico.
En un momento uno de los personajes observa a un repartidor de pizza y
dice: El ecuatoriano de abajo de mi casa se pregunta cuándo
se come aquí. Mientras se proyecta sobre una pantalla la
imagen estremecedora de una matanza, los personajes se dirigen al público
y preguntan sobre las guerras y la perversión de los políticos.
¿Aznar subiría al cielo?, se interroga uno de
los personajes. ¿Cómo va a subir al cielo?, No,
responde otro. Esta escena la adaptamos al país en donde representamos
la obra.
¿Van a preguntar aquí si Cavallo o De la Rúa
van al cielo?
Sí. Creo que la reacción del público argentino
frente a estos nombres será rotunda: sospecho que el ¡¡no!!
que saldrá de las gargantas de los espectadores será como
un fallo inapelable.
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