A los efectos políticos
del masivo paro del lunes encabezado por los empresarios venezolanos,
el presidente Hugo Chávez le opuso lo que había prometido:
Un contraataque revolucionario. O, por lo menos, ése
fue el gesto que ensayó. Ayer, Chávez promulgó en
la bahía de Pampatar, en la Isla de Margarita, la nueva Ley de
Pesca y Acuicultura que forma parte del polémico paquete de 49
decretos aprobados por el gobierno el 13 de noviembre que
aumentan sustancialmente las prerrogativas del Estado sobre la propiedad
privada y que fueron (y siguen siendo) el motivo central de la protesta
de los sectores patronales. Y, para hacer más grandilocuente la
ocasión, Chávez aprobó la norma escoltado por su
hermano y compañero revolucionario Fidel Castro, que
había llegado al país la noche anterior para asistir a la
III Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), que empezó
ayer.
Horas antes de la apertura de la III Cumbre de la AEC, Chávez desembarcó
de una fragata de la armada venezolana junto a Fidel Castro, ambos vestidos
de uniforme, en el muelle de la playa de Pampatar, situada en la Isla
Margarita. Allí celebró un acto donde aprobó una
de las conflictivas leyes, tildadas de intervencionistas y
confiscatorias por sus opositores. La Ley de la Pesca, entre
otras cosas, fija prohibiciones específicas para los barcos pesqueros
de las grandes compañías y para la pesca de sardinas, ostras,
moluscos, camarones y cangrejos, lo que los empresarios señalan
como un impedimento para sus actividades comerciales y que, suponen, se
traducirá en desabastecimiento. Con esta ley de pesca y con
el conjunto de leyes aprobadas conformamos un marco legal que proporciona
seguridad y espacio a todo el pueblo. Estamos rompiendo una tiranía
de muchos años con estas leyes, indicó Chávez.
Y aprovechó el acto para arremeter, como lo había hecho
durante todo el día anterior, contra quienes organizaron la huelga
del lunes, a los que calificó de oligarquía depredadora
que sólo ratifican que la revolución bolivariana va
por buen camino. Y anunció: Estas son leyes libertadoras
que rompen las cadenas que han oprimido al pueblo durante mucho tiempo.
Llegó la hora de la verdad, de comenzar a cambiar a fondo esta
situación, como manera de evidenciar su desacuerdo con la
agenda de rectificación que propone la asociación
de empresarios Fedecámaras para modificar las leyes ya promulgadas,
bajo amenaza de seguir con mayores medidas de fuerza. Está
en marcha una conspiración, denunció el presidente,
tras lo cual dijo que redoblará su apuesta. Vamos a acelerar
el cumplimiento de las leyes, adelantó Chávez antes
de insistir con su amenaza de que nada ni nadie lo apartará
del camino revolucionario.
Por la tarde, en medio de estrictas medidas de seguridad, los mandatarios
de los 28 países caribeños iniciaron la III Cumbre de la
AEC. Luego de degustar un jamón prensado en salsa de guayaba, una
ensalada de gallina y la típica hallaca navideña
un tamal de maíz envuelto en hojas de plátano con
carne y vegetales en su interior, todo acompañado con jugo
de mandarina y ron, los asistentes dijeron que buscarán definir
un nuevo Gran Caribe que, mediante el acercamiento con Centroamérica,
cree una zona de Turismo Sustentable y posibilite el financiamiento de
proyectos petroleros. Chávez se encargó, como anfitrión,
de ser el más enérgico opositor a la iniciativa de integración
regional impulsada por Estados Unidos: el ALCA. Por su parte, Fidel celebró
que los países caribeños hayan considerado incluir en la
declaración final de la cumbre -que termina hoy por la tarde
una condena al embargo comercial de Estados Unidos contra Cuba. Y dijo:
Los felicito porque están dándole los últimos
martillazos a lo que no puede sobrevivir. Les va a tocar ver el fin del
disparate. Sin embargo, la ministra de Relaciones Exteriores de
Barbados, Billie Miller, que preside el Consejo de Ministros de la AEC,
informó que el tema no sería incluido porque ya fue abordado
en la Organización de Naciones Unidas (ONU). Hasta ayer, el párrafo
condenatorio figuraba en un borrador que trascendió a la prensa.
Claves
Tras la gran huelga
del lunes contra sus políticas proestatales, Hugo Chávez
redobló la apuesta: ayer promulgó la Ley de Pesca,
una de las normativas más polémicas que el gobierno
aprobó por decreto el mes pasado. Mientras tanto, denunció
una conspiración en su contra.
En el acto, de efusiva
retórica revolucionaria, Chávez estuvo acompañado
por Fidel Castro, que llegó al país para participar
de la III Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC),
que empezó ayer y termina hoy.
La oposición al
régimen chavista, liderada por los empresarios, ya prepara
una contraofensiva: tras una favorable evaluación de la huelga,
anuncian nuevas movilizaciones.
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ANTES
Y DESPUES DEL PARO QUE DIVIDIO AGUAS EN VENEZUELA
De cara a una confrontación mayor
Por Juan Jesús
Aznárez *
Enviado
especial a Caracas
La sublevación civil
que secundó el paro empresarial del lunes contra las políticas
de Hugo Chávez acentuó la fractura registrada en una nación
que transita indefectiblemente hacia una colisión de mayores proporciones
de no imponerse la negociación y el consenso. El presidente venezolano
soportó la protesta más intensa desde su investidura en
febrero de 1999, pero, coherente con sus postulados revolucionarios, se
manifestó irreductible. La oposición cobró bríos
y prepara nuevas movilizaciones.
Ya no somos escuálidos, ahora somos una fuerza telúrica,
subrayó Pedro Carmona, presidente del principal sindicato de empresarios,
que instó a los poderes del Estado a distanciarse del jefe de gobierno.
Tienen que sacudirse, levantar su independencia, reivindicarse ante
la sociedad. Los poderes del Estado responden, en mayor o menor
medida, al proyecto concebido por el comandante de paracaidistas que anteayer
prometió no ceder un ápice ante los corruptos rescoldos,
dijo, del sistema bipartidista derrotado en las elecciones de diciembre
de 1998. Su cántico en el mitin de la Plaza de Caracas fue otra
vez belicoso: Temblad, oligarcas, temblad.
Habrá que buscar otros interlocutores que ayuden a reconstruir
un clima de convivencia nacional, reaccionó Carmona. Las
alusiones del gobernante a una posible revisión de contratos petroleros
con el sector privado, o de los depósitos oficiales en los bancos,
y su invocación al empleo de las leyes contra los medios de comunicación
y empresarios que, en su opinión, las vulneran, causaron zozobra.
La oposición teme el advenimiento de un período represivo.
Van a entrar en el gobierno los talibanes, aventuró
uno de sus portavoces. Según el ministro de Relaciones Exteriores,
Luis Dávila, militar retirado, el gobierno no es desestabilizable.
Tiene un apoyo extraordinario en el pueblo, y en la Fuerza Armada Nacional.
La promulgación de 49 decretos leyes sobre aspectos esenciales
de la vida económica y administrativa de un país con el
80 por ciento de sus 24 millones de habitantes en la pobreza fue la espoleta
del paro que prácticamente paralizó Venezuela, e insufló
ánimos a una oposición política todavía fragmentada.
La patronal acudirá a la Asamblea Nacional, controlada por el oficialismo,
y al Tribunal Supremo de Justicia para exigir cambios en las leyes que,
de acuerdo con sus juristas, vulneran la propiedad privada, y la libertad
de empresa. Las más conflictivas son: La Ley de Tierras y Desarrollo
Agrario, la Ley Orgánica de Hidrocarburos, y la Ley de Zonas Costeras.
Las descalificaciones y estridentes modos del presidente irritan sobremanera
a sus contrarios, a veces más que el contenido de sus políticas,
robustecen la creciente polarización, y, progresivamente, le restan
votos entre su electorado porque no se acompañan de resultados
tangibles. El golpe del lunes lo desequilibró. No estaba
en sus cabales, declaró Carlos Ortega, presidente de la Confederación
de Trabajadores de Venezuela (CTV), enfrentada al sindicalismo oficialista,
que fue vencido en las elecciones del pasado octubre. Aquí
no hay que esperar mucho tiempo para pensar en una huelga general.
Aludía a la reacción de Chávez llamando cobardes,
corruptos, e inmorales a los empresarios, políticos y sindicalistas
de la huelga.
El ministro de Defensa, José Vicente Rangel, se manifestó
convencido de que paro fue un pretexto de los sectores pudientes más
afectados por las políticas y reformas legales en curso. Tratan
de salir de Chávez como sea (...) Los latifundistas, que tienen
hasta 100.000 hectáreas sin cultivar saben que ahora sí
se va a aplicar la ley, no como en 1961. Detrás de la huelga,
agregó, aparece un cuadro verdaderamente sombrío,
donde se entrecruzan una serie de actividades desestabilizadoras, y movimientos
que tratan de ganar a las Fuerzas Armadas, sin éxito, para captarlos
para un golpe o cualquier tipo de aventuras.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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