Por Diego Fischerman
Para algunos, las primeras
noticias llegaron con las últimas grabaciones de Stan Getz. Para
otros, con la aparición en las encuestas de Down Beat de un grupo
hasta el momento casi desconocido en Argentina, bautizado con el segundo
nombre de Thelonious Sphere Monk. Unos y otros, más los que habían
escuchado sus extraordinarios dúos con el contrabajista Buster
Williams (también integrante de Sphere junto al saxofonista Charlie
Rouse y el baterista Ben Riley), coincidían en que Kenny Barron
era un gran pianista. Esas mismas encuestas de Down Beat hoy lo posicionan
como mejor pianista de jazz y en pocos días el público
de Buenos Aires podrá comprobarlo en directo. Los próximos
sábado y domingo a las 21, dentro del ciclo Contemporánea
programado por Oliverio en el Hotel Sheraton, tocará aquí
acompañado por el guitarrista Romero Lubambo, el bajista Nelson
Matta y el baterista Duduka Da Fonseca.
La conformación de este grupo entronca con una de las pasiones
de Barron: la música brasileña. En varios de sus discos
(por ejemplo en su última grabación, Free Fall, en dúo
con la violinista Regina Carter) hay temas que remiten al imaginario de
la bossa-nova. Pero en uno en particular, llamado Sambao, muestra hasta
dónde ese no es un lenguaje extraño para él. Lejos
del exotismo de postal, los ritmos y ciertos giros melódicos de
la música brasileña aparecen para este pianista como un
vehículo perfecto para su sentido de la aceleración y del
freno, para su notable sutileza de ataques y matices y para un lirismo
poco frecuente en pianistas ligados a la tradición del Bop. Nacido
en Filadelfia en 1943, reconoce como modelos al recientemente fallecido
Tommy Flanagan (tocó en dúo con él en un disco memorable),
a Hank Jones, a McCoy Tyner (con quien es capaz de confundirse convincentemente,
a pesar de que sus estilos son casi divergentes), a Teddy Wilson (de quien
toma esa suerte de delicadeza y precisión extrema a la hora de
desarrollar una línea melódica) y a Thelonious (con quien
comparte el sentido de la armonía y en particular de los
clusters o bloques de sonidos como elemento virtualmente percusivo.
Situado generacionalmente a mitad de camino entre la última camada
de veteranos y los jóvenes leones (ya no tan jóvenes y mucho
menos leones) surgidos a partir de los 80, Barron confiesa haber crecido
escuchando a Horace Silver (cuando tenía 12 años descubrió
en una jukebox el tema Señor Blues e iba todos los
días a escucharlo) y a Wayne Shorter, a quien admira como saxofonista
pero, sobre todo, como compositor. El mismo no separa demasiado entre
la figura del improvisador y la de quien compone por escrito. Composición
espontánea, dice este pianista que empezó su carrera
profesional tocando con Philly Joe Jones y que fue más tarde el
reemplazante de Lalo Schiffrin en el grupo de Dizzy Gillespie. Una de
las características salientes de Barron es, en realidad, su capacidad
casi camaleónica para adaptarse a los contextos más diversos.
De hecho, hasta llegó a tocar en un territorio cercano al free
(el jazz independizado de un pie rítmico regular y de las escalas
de un tema particular) en actuaciones junto al francés Daniel Humair
o al saxofonista Chico Freeman. Kenny Barron estuvo ya dos veces en el
Festival Internacional de Jazz de Lapataia y esta será la segunda
oportunidad en la que visitará Buenos Aires. La primera, hace dieciséis
años, fue con un atípico grupo liderado por el trompetista
John Faddis, del que también formaba parte el saxofonista Greg
Osby.
EL
ESTUDIO CORAL CUMPLE 20 AÑOS
Un trabajo amoroso
Carlos López Puccio irrumpió,
en los 70, con un coro de cámara que transformó definitivamente
los estándares locales. El 9 de Cámara era el nombre y alcanzó
para instalar, además de un repertorio que hasta el momento estaba
virtualmente virgen, una manera distinta de hacer música. En paralelo
a su carrera como integrante (y escritor de la mayoría de los pasajes
y orquestaciones clásicos) de Les Luthiers, López Puccio
continuó su tarea al frente de coros y fundó, en 1981, el
Estudio Coral de Buenos Aires. Reconocido como uno de los mejores grupos
en su clase, este coro festejará mañana a las 20.30 sus
veinte años de vida. En la Iglesia de la Merced (Reconquista y
Perón), el Estudio Coral presentará, tal como es habitual
en ellos, un programa sumamente interesante: Figure Humaine, de Francis
Poulenc (una obra célebre por incluir la nota más aguda
escrita para coro), Stabat Mater de Penderecki, el Magnificat y Nunc Dimitis,
de John Tavener, los Rechants I, II y III de Olivier Messiaen y la Missa
brevis de Leonard Bernstein. Actualmente director, también, del
Coro Polifónico Nacional, López Puccio defiende la especificidad
de sus dos caras (la seria y la humorística). Aunque reconoce la
paradoja de que muchas veces es más serio en los ensayos de Les
Luthiers, donde encarna al personaje docto, que en los de
su coro, donde todos son, en sus propias palabras, bastante amigotes
y suelen hacer chistes. En un reportaje publicado por Revista Clásica,
el director afirma que no descansa nunca.Lo único que me
descansa es cambiar de actividad. Como hago cosas tan diferentes, si tengo
un instante de reposo en una, me pongo a pensar en lo que va a pasar con
la otra, y eso me divierte enormemente. Licenciado en Dirección
Orquestal, López Puccio fue eligiendo, cada vez más, los
coros: Se hace música con más nexos, es un trabajo
más amoroso. Hacer música en coro es más cálido
y profundo, asegura.
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