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EL PROYECTO DE PRESUPUESTO 2002 QUE EL FONDO BOCHO
Horas antes de la rendición

Por Julio Nudler

Pretender que se ahorrarán durante el próximo año 4517,2 millones de pesos de gasto público mediante un rubro denominado “Economía por programación de la ejecución” –en otras palabras, que Hacienda se siente sobre la plata y no asigne las cuotas– fue una de las razones por las que el Fondo Monetario cortó las negociaciones con la Argentina y suspendió el desembolso de 1264 millones de dólares. La última versión del proyecto presupuestario para 2002, que la gente de Domingo Cavallo concluyó a las apuradas la semana última y Chrystian Colombo, jefe de Gabinete, rehusó firmar para remitirla al Parlamento, no sólo omite toda explicación seria al mencionado ahorro, sino que además incluye un aumento de 0,6 por ciento en los recursos fiscales para el nuevo año, cuando en realidad la recaudación viene desmoronándose.
Aunque en las 194 páginas no se hace mención alguna de la expansión esperada de la economía, parece mantenerse la hipótesis de un 2 por ciento real de crecimiento, que fue la segunda dibujada por los cavallistas en poco tiempo, después de aquella célebre de 6 por ciento, contenida en el protoproyecto del 14 de setiembre, calculada para que así no fuera necesario, en principio, recortar sueldos públicos y jubilaciones el año que viene. La ingenua idea era mejorar con ello las chances del Gobierno en las elecciones del 14 de octubre.
Pese a que el más reciente proyecto –a cuya vista optó Tomás Reichmann, jefe de la misión fondomonetarista, por abandonar el país– fue posterior a los terroríficos anuncios del sábado 1º de diciembre, su texto conserva reminiscencias de la economía-ficción que se pregonaba desde Hacienda. Entre ellas, la encendida defensa de “las exenciones impositivas conducentes al incremento de la competitividad”, que ya el último domingo, es decir pocas horas después de redactada esa expresión, fueron puestas en la morsa. Cavallo mismo expresó que habían resultado inútiles y sólo recibieron críticas. Sin embargo, sirvieron para sofocar conflictos sectoriales que la supresión de los planes de competitividad pueden reavivar, como ya mostraron los transportistas.
El texto del fallido proyecto presupuestario señala también que “la contribución patronal a la Seguridad Social constituirá crédito IVA en un 100 por cien para toda la economía, con lo que la alícuota efectiva del impuesto al Valor Agregado Salarial habrá disminuido”. Lamentablemente, este párrafo no estaba destinado a perdurar: la primera víctima del nuevo ajuste, orientado a colocarle un piso a la recaudación, fue la posibilidad de computar las contribuciones como pagos a cuenta del IVA. Ante la nueva realidad, y tomando los mismos argumentos de Economía, la eliminación de esa ventaja equivale a un incremento en el “IVAS”.
El razonamiento es que, siendo los salarios uno de los componentes del valor agregado, y liquidándose las contribuciones como un impuesto al salario, aunque a cargo de los empleadores, permitir que ellas se deduzcan de aquel implica reducir la imposición al trabajo, pero dejar de autorizar esa resta implica elevarla. Esta era un beneficio central de los planes de competitividad, extendidos desde el 1º de noviembre, como pregona el proyecto, “a todos los sectores productores de bienes que aún no habían sido alcanzados, así como a los servicios de tecnología de la informática, a la aeronavegación comercial, ferrocarriles urbanos y puertos...”
Impresiona el énfasis que Economía colocaba en los planes de competitividad hasta la víspera misma del viaje que Cavallo y sus colaboradores emprendieron el miércoles 5 hacia Washington, donde aceptaron bochar esa pieza clave del programa. Toda la política de utilizar “incentivos fiscales para alentar sectores”, como se lee en el proyecto, cedió ante el veto del Fondo. Tras éste, Cavallo pasó a afirmar que lo crucial es la “sustentabilidad”, que a su vez dependería de las entregas del FMI y las que de éstas dependen. Por las dudas, se aclara que “no se solicita una asignación monetaria adicional a las que han sidocomprometidas ya por los organismos financieros externos”, pero el problema era que ese compromiso se había caído.

 


 

EVALUACION DEL GOBIERNO DE BUSH
Argentina no contagia

Para Estados Unidos, la Argentina quedó aislada con sus crisis y no existen demasiados peligros de contagiar al resto de la región. Esa fue la postura que ayer refrendó una de las máximas autoridades económicas de la administración Bush: Kenneth Dam, un alto funcionario del Tesoro estadounidense. “La noción de que toda América latina será barrida por el efecto contagio de la Argentina es errónea. Yo no veo ninguna evidencia para eso, ni siquiera en Brasil”, apuntó el funcionario en declaraciones efectuadas a la prensa en Washington. Dam comparte cartel con Paul O’Neill y John Taylor en el Tesoro y su opinión refleja con claridad la categórica postura de los Estados Unidos respecto de la crisis argentina. “La tendencia de largo plazo en la mayoría de los países de la región es satisfactoria”, remató el funcionario.
Justamente, ayer también se conoció un nuevo editorial de The Washington Post en tono crítico a los rescates financieros del Fondo Monetario a los países emergentes. “No han servido para nada”, concluyó el matutino, uno de los más influyentes de los Estados Unidos. El editorial coincidió con la posición del secretario O’Neill y de la mayoría de países industrializados: “los rescates sólo salvan a acreedores privados, alentando préstamos irresponsables y por lo tanto más crisis financieras”.
El matutino, además, se mostró favorable al nuevo diseño de ayuda esbozado por Anne Krueger, número dos del Fondo. Según esa postura, habría que instrumentar un procedimiento internacional de bancarrota para los países en crisis por el peso de su deuda. “El procedimiento permitiría a los países protegerse de las demandas de acreedores mientras reducen la carga de su deuda”, señaló el editorial.

 

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