Por Rory McCarthy
Desde
la línea del frente en Tora Bora
Altos comandantes mujaidines
afganos acusaron anoche a los militares estadounidenses de hundir un acuerdo
de capitulación que arrinconaba a los combatientes de Al-Qaida
leales a Osama bin Laden. Tropas mujaidines en la zona reportaron ayer
haber visto a docenas de fuerzas especiales armadas de Estados Unidos
y Gran Bretaña, algunos vestidos con ropas afganas y capas de lana,
trepando las montañas hacia posiciones de Al-Qaida. Las tropas
mujaidines habían tomado por asalto las principales posiciones
armadas y centros de comando de los combatientes, mayoritariamente árabes,
en Tora Bora el martes. Después de horas de fuego pesado de artillería
varios cientos de combatientes árabes huyeron a un cañón
desolado en las alturas de las montañas, y los comandantes mujaidines
negociaron un cese del fuego.
Bajo un acuerdo de capitulación, pequeños grupos de hasta
40 soldados de Al-Qaida por vez iban a descender del cañón
en el corazón de las Montañas Blancas ayer y entregarían
sus armas. Pero en la noche del martes, aviones AC-130 con aeronaves de
reconocimiento no tripuladas Predator atacaron posiciones de Al-Qaida
en lo alto de las montañas con armas de gran calibre. Los AC-130
están equipados con un cañón de 40 milímetros,
howitzers de 105 milímetros y armas Gatling de 25 milímetros.
Durante varios minutos, antes del vencimiento del plazo de capitulación
a las 8 AM, un solitario bombardero B-52 dio vueltas en círculo
en el claro cielo azul sobre Tora Bora antes de empezar una serie de ataques
devastadores. Durante todo el día los jets arrojaron bombas pesadas
sobre los desolados valles detrás. También ayer cayó
un bombardero B-1 en el Océano Indico, pero sus cuatro tripulantes
fueron rescatados y no hubo indicios de que se hubiera tratado de un ataque.
Por dos semanas los ataques aéreos han sido coordinados con asaltos
terrestres de los mujaidines. Pero ayer la coordinación aparentemente
se quebró. Hoy las bombas están cayendo sin nuestro
permiso, dijo Haji Ayub, un alto militar que trabaja bajo las órdenes
de Hazarat Alí, uno de los tres comandantes pashtunes que lideró
el ataque del martes contra Tora Bora. Agregó que una delegación
de ancianos tribales estaba negociando con líderes de Al-Qaida
y todavía tenía que volver. Los combatientes de Al-Qaida
querían que diplomáticos de sus Estados, así como
funcionarios de la ONU, estuvieran presentes en su rendición, según
la Agencia Islámica de Prensa, una agencia noticiosa paquistaní
de fuertes vínculos con el ex régimen talibán. La
agencia dijo que unos 1000 combatientes estaban encerrados en las montañas
y que provenían de Sudán, Arabia Saudita, Libia, Egipto,
los Emiratos Arabes Unidos, Kuwait, Yemen, Irak y Chechenia.
Kalan Mir, el hermano del comandante Alí, dijo que sus fuerzas
habían rechazado un contraataque de Al-Qaida durante la noche.
El cese del fuego fue negociado por uno de los tres principales comandantes,
Mohammed Zaman, y aceptado por los otros dos hombres. La interferencia
norteamericana tuvo un mal electo dijo el comandante Mir.
Los norteamericanos hicieron demandas. Cada uno tiene su propia agenda.
Dudo de que quede alguna posibilidad de que ellos (los combatientes de
Al-Qaida) se rindan ahora, porque tienen miedo. Ya no confían más
en nosotros. Tienen miedo por el modo en que muchos prisioneros árabes
fueron muertos por la Alianza del Norte.
Cientos de combatientes árabes bajo custodia del señor de
la guerra uzbeco, general Abdul Rashid Dostum, murieron en un levantamiento
sólo sofocado después de pesados bombardeos norteamericanos.
Si capturamos árabes, se los entregaremos a las Naciones
Unidas dijo el comandante Mir. Si las Naciones Unidas no están
en posición de ocuparse de ellos, se los entregaremos a los norteamericanos.
LO
QUE CUENTAN DE LAS CARCELES EN TALIBANIA
Historias de tortura, hambre y muerte
Por Rory Carroll
Desde
Kabul
Fantasmales pero vivos, más
de 1000 prisioneros de los talibanes han salido de una cárcel de
Kandahar con historias de tortura, hambre y ejecuciones realizadas por
guardias que desde entonces han sido asignados a la nueva administración.
Demacrados y con ojos ensangrentados, cerca de 250 antiguos prisioneros
la mayoría de ellos soldados de la Alianza del Norte
se dispersaron ayer dentro de Kabul en su marcha hacia sus casas en las
campos del norte. Algunos no habían podido contactar a sus familias
desde que fueron capturados y se presumía que habían muerto
en el campo de batalla años atrás. Pero debe decirse que
los soldados que se rinden en Afganistán tienen suerte de mantenerse
con vida, y que el régimen de la cárcel de Kandahar fue
mejor que el trato dispensado a muchos voluntarios talibanes que fueron
atrapados y asesinados por la Alianza del Norte. Ayer los ex prisioneros
dijeron que la brutalidad se intensificó en la cárcel más
grande de Afganistán, Sur Poza, cuando Estados Unidos comenzó
a bombardear Afganistán. La represalia incluyó la ejecución
de 25 comandantes antitalibanes, dijeron los hombres.
Los antitalibanes acordaron en que hubieran muerto sin el pan, el agua,
las medicinas y frazadas que la Cruz Roja les entregaba, que siguió
la pista del destino de los prisioneros dándole a cada uno una
tarjeta amarilla de plástico con un número de seis dígitos
ingresado a una base de datos de computadora. Las llegadas a Kabul se
estimaban en unos 1600 prisioneros de guerra de la Alianza del Norte que
fueron liberados el lunes después de más de siete años
de cautiverio talibán. Los hombres denunciaron que los guardias
talibanes rutinariamente los golpeaban con cables eléctricos y
retenían la porción de pan por largos períodos, causando
más de 160 muertes a través de injurias y hambre. Se afirmó
que algunos de esos guardias mantuvieron sus trabajos pasándose
a la administración que tomó Kandahar el lunes después
de supuestamente echar a los talibanes. La mayoría de los prisioneros
eran combatientes que se rindieron después de que los talibanes
conquistaran una gran porción de territorio del norte en 1977.
Prácticamente nada se había oído de los prisioneros
desde que fueran tomados en el sur en camiones y puestos en un complejo
amurallado entre el borde de Kandahar y las montañas. Ayer por
la noche más de 200 se apiñaban en el pavimento en las afueras
de las oficinas centrales de la Cruz Roja en Kabul, silenciosamente esperando
por los boletos de ómnibus de seis dólares de valor que
deberían llevarlos a sus casas este fin de semana. Dijeron que
en Sur Poza grupos de talibanes y seguidores árabes de Bin Laden
eran rutinariamente encerrados por robo, deserción y riñas.
Al principio en la cárcel se llevaban muy bien
juntos y compartían las celdas. Pero en los últimos dos
años tendieron a rechazarse mutuamente, dijo Koga Abdul Latif,
de 46 años. Una hora antes de que los presos de la Alianza del
Norte fueran liberados el lunes, tropas estadounidenses y sus aliados
afganos liberaron de la cárcel a varias docenas de árabes.
Se pensaba que habían sido llevados a la base estadounidense más
cercana, Camp Rhino.
Traducción: Manuel Irurzun.
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