Por Julián
Gorodischer
Ellas se quejan de lo mismo,
en La isla de las tentaciones 2 o en Confianza ciega:
sus novios ya no las tratan como reinas. Las chicas de los realities sádicos
tienen esa pretensión megalómana que desearía: un
trato cordial, galantería de tiempo completo y dedicación
exclusiva. Roxana, la rubia infiel de Confianza..., justificó
su desliz con el argumento favorito en este maratón de torturas:
Ya no era lo mismo que antes. A diferencia de su novio, Charlie
un patovica seductor la cortejó durante todo el ciclo;
merece, entonces, el premio, y el viaje de a dos al Caribe. La perversión
más popular de la pantalla, queda claro, es verlo/a con otro/a,
disfrutar ese momento (en el autocine o la fogata) y tomarse una revancha.
Cuernos por partida doble, y todos contentos.
Si La isla... asocia la exuberancia del paisaje al sexo fácil,
Confianza... prefiere los interiores. No hay planos del afuera
de las casas de Portugal: sus personajes se deslizan entre las habitaciones,
el living y el jacuzzi. La isla..., en cambio, recarga a sus
huéspedes de actividades: una caminata por la selva, una sesión
de windsurf, un paseo a caballo. Edmundo y su acompañante, por
caso, recorren la playa cabalgando, y en el horizonte la puesta
de sol añade a la escena algo de romanticismo kitsch, fondo apropiado
para un romance que crece en pocos días. A falta de caballos y
paseos organizados, con más tiempo para consagrarse como .un fenómeno.,
Rubén dedica a Millie, seductora de Confianza..., un
piropo: Potra; vení que te monto.
Lo que en La isla... es el conflicto del sujeto tironeado
entre dos amores, en Confianza... es la picardía
de un trío de porteños de ley. Rubén
y Rodrigo organizan una partuza en uno de los cuartos y no
son sutiles cuando proponen a Alicia, seductora: Tragátela
toda, le dicen. Sobre los hombres de La isla... se difunden
otras cosas: sufren cuando se sienten a punto de dar el mal paso, dramáticos
y confundidos. Alguien define el beso del infiel con lenguaje de cuartel
o comisaría: Lo quebraron. Nada parecido se le atribuiría
a Rubén, para definir su performance salvaje. Es un capo,
dice en el estudio la hinchada de varones en apoyo a Rubén, y coronan
con un aplauso, de pie, con gritos y vivas.
Confianza... introduce una variable novedosa que no tomó
de su molde original. El clon local agregó al formato clásico
de infieles en exhibición, la tribuna y el talk show para opinadores.
En el estudio, Juan Castro pregunta a Rubén si no siente que Valeria
su novia lo degrada todo el tiempo, y la tribuna aúlla:
Bravo Juan Castro. El sonríe cómplice y ejercita
el villano que más le gusta. Dijo que sos un negro, ¿estás
enojado? Las seductoras de La isla... suelen estar en
silencio, sólo como adorno o aderezo a la belleza del paisaje.
Circulan en bikini, en mallas mínimas, y sonríen o dan una
caricia cuando un participante dice: Con vos, me está pasando
algo. Las de Confianza..., en cambio, prefieren otros
tópicos de conversación. Alicia cuenta, en las horas junto
a los muchachos (una familia, según dicen), sus anécdotas
como conejita de Playboy, y Valeria, participante, se levanta el vestido
y, sin ropa interior, dice al espejo de uno de los cuartos: Puedo
ser peor que una conejita. Una tradición de guerra de vedettes
influye para desbordar el trato de Confianza..., donde seductoras
y participantes se enfrentan por hacer lucir las plumas. Recato y discreción
marcan el tono de las chicas de La isla..., reality sádico
pero de qualité, donde el plano demorado va en busca de imágenes
de calendario: puestas de sol, olas que van y vienen, miradas románticas
y sonrisas de dentadura blanca y completa.
El estadounidense La isla... intenta (como el local Expedición
Robinson) decorar con paisaje y buen trato social una propuestaindecente.
Confianza... prefiere, de ser posible, llevar la propuesta
indecente al extremo, al escándalo, al desborde de Valeria cuando
declara: Estoy en tratamiento psicológico. Confianza...
es el porno soft de los encuentros de sexo grupal en una de las piezas
y el recorrido incansable del calentón. Y, después, de regreso
al estudio, la pareja que se toma de las manos. Hay dos que soportan,
estoicos, los embates de Juan Castro, y el talk show se pone en marcha
con extractos de lo más remanido de un género: Si
querés llorar, llorá parece escuchar la novia engañada
pero no ahora, después del corte.
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