Por Horacio Bernades
Warner sabe de qué se
trata. Aprovechando que posee los derechos de la versión animada
de El señor de los anillos y también del próximo
estreno, que tendrá su lanzamiento internacional en pocos días
más (aquí llegará el primer día de 2002),
acaban de relanzar aquélla. Cuestión de seguir echando leña
al fuego promocional. El señor de los anillos, versión 1978,
salió en VHS y DVD el mes pasado en Estados Unidos, y en los próximos
días llegará también, en ambos formatos, a casas
de video y otros puntos de venta en Argentina. A diferencia de otras recientes
ediciones en DVD (los casos de Blancanieves, Shrek, Episodio 1 y El padrino,
para citar los más notorios) la de ésta no es una edición
especial, ni remasterizada, ni nada. Editada en Argentina por AVH, trae
esencialmente la película dirigida por Ralph Bakshi, tal como se
la conoció en su momento, y poco más. Igual, es buena ocasión
para revisarla, aprontando así las inevitables comparaciones con
la inminente versión live action.
Diferencia crucial con la nueva, la versión animada de The
Lord of the Rings no se basa en la trilogía completa escrita
por J. R. R. Tolkien, sino esencialmente en la primera parte (La comunidad
del anillo) y parcialmente en la segunda (Las dos torres), sirviéndose
de la última (El regreso del rey) para una coda. Producida por
Saul Zaentz, que venía de financiar Atrapado sin salida y lo haría
más tarde con Amadeus, La insoportable levedad del ser y El paciente
inglés, El señor de los anillos fue para Ralph Bakshi, estadounidense
por adopción (nació en Haifa, Israel y vivió toda
su vida en Brooklyn) un proyecto soñado, logrado a medias y finalmente
inconcluso.
A fines de los 70, Bakshi gozaba todavía del aura casi legendaria
proporcionada por sus primeros largometrajes de animación, Fritz
el gato (1971) y Heavy Traffic (1973), dos miniclásicos en el mundo
entero y también aquí. Miniclásicos de la contracultura,
más específicamente, y títulos fundacionales en lo
que se dio en llamar animación para adultos, ambas
cuentan con sendas ediciones en video. Basada en un comic under de Robert
Crumb, Fritz el gato (que de tantas pasadas en el cine Arte debe haber
gastado aquel viejo proyector) presentaba, como se recordará, a
un felino callejero envuelto en el clima de la época. En el sexo
y las drogas, sobre todo. Casi al borde de la X reservada para el cine
porno, al gato vividor le siguió Heavy Traffic, que daba otro paso
en la misma línea. A la altura de El señor de los anillos,
Bakshi venía de su primera incursión en la fantasía
épica, con Wizards (1977) y estaba listo para animársele
a las mil y pico de páginas escritas por Tolkien a mediados de
la década del 50.
Con más de dos horas de duración, esta versión Bakshi
sigue el recorrido del famoso Anillo Unico que da poder a quien lo posea,
inclinándolo también hacia el mal. En lo esencial, la saga
narra el periplo del hobbit Froddo Bolson y sus tres laderos, desde la
pacífica comarca de la Tierra Media hasta el Monte Condenado, en
la Tierra Oscura, donde los hobbits y sus amigos se proponen enterrar
el anillo para siempre. Como es sabido, Tolkien era un académico
y lingüista inglés (aunque nacido en Sudáfrica), que
además de ser católico practicante conocía al dedillo
lenguas, dialectos y literatura medieval de su país de adopción,
por lo cual dedicó su libro más famoso a recrear aquellas
fantasías épicas.
Así es como el viaje de Froddo sigue al pie de la letra el canon
de los relatos de iniciación, con el pequeño y frágil
hobbit apoyado por el mago Gandalf, elfos del Bosque Dorado y varios guerreros
al servicio del Bien, enfrentando todos ellos a los terribles ejércitos
de orcos, así como al mago negro Saruman y, en última instancia,
a Sauron, encarnación última del Mal. Algo dubitativa en
su inicio, la saga crece a fuerza de colosales batallas, y Bakshi parece
ir levantando vuelo épico en su curso, hasta llegar a un final
bastante abrupto. Allí, realizador y guionistas no logran disimular
los problemas ocasionados por la obligada compactacióndel texto
original. En términos de diseño, Bakshi combina animación
tradicional con una extensiva utilización del rotoscopio, sistema
gráfico que permite trabajar sobre modelos vivos. La combinación
funciona por momentos, pero con frecuencia chirría. Juntos con
unos fondos demasiado inmóviles, esos parecen ser los déficit
más notorios de una versión que tal vez, dentro de sólo
unos días, pase a ser la prehistoria de una definitiva y bien concretada
El señor de los anillos.
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