Por Diego Fischerman
Le compraron una guitarra para
que no se comiera las uñas. Y al poco tiempo, quienes lo escuchaban
empezaron a aconsejar a los padres que le pusieran un profesor. El joven
Ximo Tebar vivía en Valencia, donde había nacido, y tenía
unos 8 años. Comenzó a estudiar flamenco y a descubrir a
Wes Montgomery. El rock, en sus años de aprendizaje, tuvo poca
cabida. Salvo Santana, claro, aclara este guitarrista que
mañana tocará en el Auditorio Bellas Artes de La Plata y
el lunes 17 en La Trastienda, junto a Javier Malosetti en contrabajo,
Andrés Benwsaert en piano y Pepi Taveira en batería.
Su carrera, en los primeros años, circuló alrededor de la
figura de Lou Bennett, un organista norteamericano que, por esas cosas,
alguna vez se había ido a Europa y había terminado recalando
en España. Tocar con él me enseñó muchísimo
pero, además, por los contactos que él tenía, me
permitió conocer a músicos importantísimos, como
Johnny Griffin, Lou Donaldson o Benny Golson, y también tocar con
ellos. En el jazz uno busca durante toda su vida construir un estilo,
un sonido, y tocar con músicos de personalidades tan fuertes como
esas es el mejor aprendizaje posible. Es precisamente en el terreno
del estilo donde Tebar se muestra con un perfil más claro y diferenciado.
En realidad, navego a dos aguas; está el jazz puro, o eventualmente
el blues, como el que aparece en el álbum Goes Blue que grabó
con Lou Dinaldson, Lonnie Smith e Idris Muhammad y también
un estilo en el que se mezcla la música española. No sólo
el flamenco, aunque esa sea una presencia fuerte, desde ya, sino también
la música de otras regiones, la del Mediterráneo, que es
de donde soy. Es un error suponer que lo único español es
el flamenco. Tal vez ese sea el terreno que más me importa, porque
es donde aparecen mis temas, lo que yo compongo, lo que más tiene
que ver con mi sensibilidad.
En esta visita a Argentina, Tebar tendrá como coprotagonista a
la cantante Ester Andújar. Acabo de editar un disco en el
que canto standards cuenta ella, pero el próximo, seguramente,
tendrá que ver más con estos lenguajes de los que habla
Ximo. Ambos coinciden en que, en el jazz o en las músicas
deudoras de ese imaginario estético la voz debe ser entendida
como un instrumento más. Pero aclara Andújar
eso no excluye el cantar con textos. Y a mí me parece importante
que esos textos sean en español. No sé bien por qué,
cuando se canta música cercana al jazz, aunque sea trate de cantantes
italianos, franceses u holandeses, el idioma es el inglés. Me parece
que si quien canta en inglés no es de habla inglesa, siempre se
nota y siempre queda mal. El idioma es algo natural. Uno no piensa palabras
y fórmulas gramaticales para hablar. Uno habla. Con la canción
debe pasar lo mismo. Además, si usamos palabras es porque queremos
que se entiendan.
EL
ESTUDIO FESTEJO SUS 20 AÑOS
Un coro de gran nivel
Por D. F.
Los veinte años de trayectoria
del Estudio Coral de Buenos Aires tuvieron un gran festejo, en más
de un sentido. Por un lado, por la multitud que, a pesar del día
de paro, llenó la Iglesia de la Merced hasta en sus mínimos
recovecos, con gente sentada en los pasillos y parada en cada centímetro
posible. Por otro, por el emotivo final, en que se acoplaron al coro todos
sus ex integrantes a lo largo de estas dos décadas, sumando casi
un centenar de cantantes que en muchos casos no se veían desde
hacía años y que cantaron juntos el genial Canto de
los pájaros de Clement Janequin. Pero la fiesta tuvo que
ver, sobre todo, con el nivel musical de un concierto extraordinario,
tanto por la elección del repertorio como por la calidad de las
interpretaciones y la exquisita dirección de Carlos López
Puccio.
Las obras de Messiaen tres de sus Rechants, de 1948 muestran
a este autor de una manera atípica, en particular por el uso del
humor (trabaja, por ejemplo, con una especie de falso sánscrito
inventado). Los solistas Verónica Canaves, Alejandro Di Nardo,
Ana María Moraitis, Beatriz Moruja, Silvina Sadoly y Ana Sartorelli
estuvieron magníficos.
Magnificat y Nunc Dimitis, del inglés John Tavener (curiosamente
un descubrimiento de los Beatles, ya que su primera obra fue grabada en
Apple, por iniciativa de su amigo Ringo Starr) fue uno de los puntos más
altos del programa junto con el genial Stabat Mater de Penderecki. La
electrizante Figure Humaine de Francis Poulenc, con su impactante nota
final (un mi sobreagudo) fue un digno broche.
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